—Muy bien, entonces piénsalo mientras cumples otra tarea —sentenció el Subdirector—. Tengo problemas con la división que está en México. Necesito que vayas a ayudar durante algunas semanas. Alista todo que te vas ahora mismo. Jhon se aguantó la maldición, porque sabía que no había escapatoria, así
Jhon sentía que el pecho le apretaba mientras Chiara lloraba en sus brazos. —Tranquila, no pasó nada... todo está bien, te lo prometo, amor, todo está bien, confía en mí —le aseguró. Chiara seguía temblando, estaba aterrada de que algo peor hubiera podido pasarle. —Solo fue un roce en la cadera.
—Muy bien, Jhon, es evidente que necesitas un tiempo fuera —dijo con una sonrisa mecánica—. Mandaré a preparar el avión para ustedes y por supuesto, voy a poner agentes a tu alrededor todo el tiempo. ¡No se preocupe, señora! —advirtió girándose hacia Chiara—. Ni siquiera los va a notar, es solo para
Chiara caminaba desesperada de un lado a otro de la habitación. —No puede ser... ¡Dios, no puede ser! —exclamó mientras la angustia se apoderaba de su corazón. Al otro lado del escritorio estaba Noémi, tan consternada y asustada como ella. —No entiendo cómo esto pudo filtrarse. Quiero decir... ¡S
Chiara pasó saliva y desvió la mirada, a su cabeza solo venía Jhon, pero no porque creyera que él tenía nada que ver con aquello, sino porque su primer pensamiento era pedirle ayuda para solucionar aquello. —Solo serán unos días, señor Garibaldi. Le aseguro que lo sacaré de aquí. Y esa era una pro
Chiara sentía que no podía respirar, su pecho se apretaba y las lágrimas subían a sus ojos sin que pudiera evitarlo. —¿Cómo pudiste...? —sollozó intentando apartarse de él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Me... ¡me traicionaste! —¡Claro que no, solo estoy intentando sacarte del problema! —¡¿Sacarme?
Hacía una semana estaba llorando desesperada rezando para que Jhon no se muriera, y ahora solo podía pensar en todo el daño que le hacía solo con respirar. Se acurrucó en un asiento y lloró durante todo el vuelo, no pudo evitarlo. Sin embargo cuando aterrizó en la Haya, ya había tomado una decisión
"Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." "Ella pagará por él..." Aquellas palabras hicieron eco en el cerebro de Jhon como si hubiera sido un pozo sin fondo. Agarró los documentos y comenzó a leer de inmediato la declaración de Chiara. Ella