"Señora Keller..." escuchó la voz en su teléfono. "Estamos entrando a su departamento, me identificaré en la puerta de la biblioteca, ¿de acuerdo?" La puerta estaba abierta, así que el detective estaba bastante seguro de que el agresor ya no estaba dentro. Aun así fueron cuidadosos y registraron to
Estaba nerviosa y era normal. Un hombre la había perseguido dentro de su propia casa, así que por más fuerte que fuera, era lógico que se sintiera asustada. Jhon puso en su mano una copa de vino y ella le dio un sorbo, saboreando el gusto que llenaba su boca antes de que se deslizara por su gargant
Chiara gimió de placer al sentir como Jhon la llenaba entera, su corazón estaba a punto de estallar. Él la mantuvo abrazada y comenzó a moverse dentro de ella, cada vez un poco más fuerte, cada vez un poco más rápido. El placer se extendía por todo su cuerpo en ondas que no daban tregua. Se mecían
John y Chiara volvieron a Zúrich en silencio. Ella estaba inquieta y él estaba molesto. Jamás había tenido ninguna emoción especial contra ningún sospechoso, más allá de la voluntad de eliminarlos definitivamente, pero cuando se trataba de Chiara, definitivamente sus emociones estaban comprometidas.
—¡Eres una m*****a bruja! —¡Me muero por ver los titulares! —le gritó Chiara en su cara—. ¡Famoso chef venido a menos es arrestado por acosar a su acreedora! ¡Con énfasis en venido a menos, a muy menos, porque cuando acabe contigo no habrá restaurante en este país que te contrate! Heston enfureció
El movimiento de Jhon fue preciso y habilidoso. Su bastón de golf fue a golpear la parte trasera de la rodilla de Heston, que cayó al suelo con un grito de dolor. Él parecía relajado, como si estuviera dirigiendo una obra teatral en la que conociera perfectamente el desenlace. —Chiara, ve a la hab
—Jhon, somos el banco más grande en un país que es un paraíso fiscal —respondió—. Guardamos el dinero de presidentes, senadores, ministros, magnates de la tecnología y sí, de empresarios de dudosa moralidad. Pero mi trabajo es aceptar la constancia de la procedencia de su dinero, no investigarla. J
Chiara pestañeó, aturdida. Siempre había sabido que él no era un príncipe azul, después de todo, había permitido que el enemigo de su hermano se ahogara en cemento sin mover ni un dedo para salvarlo. Pero era cierto, no estaba hablando con un hombre común, él era el Director de Crimen Organizado de