—¿Estás bien, amore mio? ¿Qué pasa? —la interrogó. —¡Este maldito celular que no está funcionando bien! —dijo echándolo a un lado—. Apenas lo enciendo y ya se está calentando mucho. ¿Qué se supone que haga? —Dile que te duele la cabeza —respondió Nino y ella lo golpeó el hombro. —¡Idiota! —¡Pero
Un mes. Había pasado un mes desde que Noémi se había ido, y Levi miraba por la ventana de su nueva casa, rezando para que al día siguiente, cuando fuera de nuevo a la empresa, la asistente de Noémi le dijera que ya estaba de regreso. Decirle a Oskar Larsen que no podía seguir entrenando a los mucha
—No... no sabía que habías regresado —murmuró Levi, impresionado. —Hace unos días —respondió ella sin darle importancia—. Señor Larsen, ¿tengo entendido que quiere comprar la montaña? Los negocios eran lo suyo, Levi lo sabía, así que en lugar de la frialdad solo vio que seguía siendo tan profesion
Noémi respiró profundamente el aire de la montaña y sintió que el corazón se calmaba. Por fin todo estaba bien. Finalmente llegó a la base y esperó pacientemente a que Levi se le uniera en el mirador. —Me has decepcionado completamente —suspiró Larsen con dramatismo—. ¿Cómo pudiste dejar que te ga
Esta vez ya venía lista y la banda de asistentes no la acompañaba. —Casi está todo listo, tenemos una propuesta excelente con una constructora conocida, y pueden hacerle aquí un resort familiar, de lujo, o deportivo, como usted lo elija —le dijo Noémi al magnate. Luego se giró hacia Levi y le tendi
Noémi sintió que la nieve se deslizaba debajo de sus pies y su cuerpo caía sin remedio hacia el interior del pozo de nieve. Gritó mientras sus manos intentaban aferrarse a alguna superficie, pero no hubo suerte. Lo único bueno fue que la nieve estaba suave bajo su espalda cuando ella se golpeó contr
Él tomó su rostro entre sus manos y negó. —Nena escucha, tú no estás acostumbrada a este frío. Esquías de cuando en cuando, pero la temperatura en la montaña no es ni remotamente parecida a la de la ciudad por más fría que esta sea. Yo sí sé lidiar con este frío, a mí no va a pasarme nada, así que
Noémi y los muchachos escucharon el rugido de la tormenta como si fuera una advertencia. —¡Tiene que ser una broma! —gruñó ella—. ¡O sea, si logro encapsular mi mala suerte de este año podría venderla como un arma de destrucción masiva! Los chicos rieron y uno de ellos negó. —Falta mucho todavía