Sentarse delante la única persona que podía ayudarla no era un problema. Conocía a Nino, era un buen hombre y tenía una habilidad especial para no meterse donde no lo llamaban. No estaba segura de poder contar con él o no, pero al menos tenía que hacer el intento. El problema real era el que la est
La semana que siguió fue muy dura para todos. Chiara pasaba de una declaración a otra, de un interrogatorio a otro. Nino no dormía, dirigiendo cada operación de la nueva inversión personalmente, y cada vez que Noémi lo llamaba estaba en medio de un salón lleno de computadoras y operadores de mercado
Noémi levantó el cabello de su gemela y le acarició la espalda con suavidad mientras la veía vomitar. —¡Lo siento... lo siento...! —No tienes nada que sentir —murmuró Noémi—. Yo siempre voy a estar aquí. Tú eres lo primero para mí, Chiara, antes que nadie en el mundo. ¿Sabes eso verdad? —Chiara as
Los ojos de Noémi destellaron de rabia y el eco de aquella bofetada se escuchó en toda la casa mientras ella apretaba el puño porque la palma se había quedado doliéndole. —No permitas que mi amabilidad te confunda —siseó—. A mí me falta al respeto quien me da la gana, y tú eres la última persona en
Veinticuatro horas. Noémi se dio veinticuatro horas para llorar porque en el fondo también era humana. Fue al aeropuerto, vio a Levi y a Peter tomar aquel vuelo y aceptó, porque no le quedaba otra opción, que su camino y el de Levi iban a separarse. Aceptó que no podía hacer nada para cambiar eso, y
Ella asintió y cerró los ojos antes de quedarse rendida por un ratito. Para Noémi era difícil ver a su hermana, más cuando sabía que no merecía estar en aquella situación, pero no podía hacer nada, solo esperar a que cumpliera la sentencia que le habían dado. Nino había movido cielo y contactos pod
Levi ya había conocido Oslo, le encantaba; al final era un animalito de frío, donde hubiera nieve, ese era su lugar. El señor Larsen lo recibió con atenciones que Levi jamás había soñado, lo llevó de paseo por la ciudad para que conociera los lugares más bellos de Oslo, y luego siguieron hacia las
El salón de la mansión de la montaña comenzó a llenarse de trofeos y muy pronto. Precisamente, Oskar Larsen había venido a celebrar uno de los últimos logros, e invitó a Levi a sentarse en la terraza a beber unos tragos mientras los muchachos preparaban un asado. —Ten. Este es un regalo especial —d