Levi ya había conocido Oslo, le encantaba; al final era un animalito de frío, donde hubiera nieve, ese era su lugar. El señor Larsen lo recibió con atenciones que Levi jamás había soñado, lo llevó de paseo por la ciudad para que conociera los lugares más bellos de Oslo, y luego siguieron hacia las
El salón de la mansión de la montaña comenzó a llenarse de trofeos y muy pronto. Precisamente, Oskar Larsen había venido a celebrar uno de los últimos logros, e invitó a Levi a sentarse en la terraza a beber unos tragos mientras los muchachos preparaban un asado. —Ten. Este es un regalo especial —d
Levi ni siquiera era capaz de pensar mientras abordaba aquel avión hacia Zúrich, solo sabía que donde volver a pisar tierra, allí estaría Noémi. Estaba decidido a encontrarla y, a pesar de las muchas cosas que tenía en contra en aquel momento, estaba decidido a hablar con ella. Cerró los ojos y tra
Estaba a mitad del segundo vaso de whisky, probándose el infernal vestido, cuando tocaron a la puerta, y Noémi abrió lanzando los tacones a un lado. —¿Qué quier...? —Se quedó muda cuando vio a aquel hombre frente a ella, pero respiró profundo y levantó la barbilla con expresión neutra—. Levi. ¿Qué
Levi sintió como si lo estuviera golpeando o algo peor. —Noe... ¿qué estás haciendo? —murmuró con desesperación intentando acercarse a ella—. Entiendo que esto fue un negocio, ahora entiendo que tenías que salvar a tu familia... pero si ese hombre te exigió que te casaras con él por ayudarte, si tú
Levi sintió que las lágrimas le hacían un nudo en la garganta, pero finalmente dio media vuelta y empujó el cochecito de su hijo hacia la puerta. Se detuvo en el umbral, con la mano sobre la manija, y se volvió hacia Noémi para mirarla otra vez. No podía permitirlo, no podía perderla, no importaba
Levi paseó por aquella habitación de hotel desesperadamente durante horas, intentando encontrar una forma de llegar a Noémi. Le había dejado varios mensajes de voz, pero ella no había respondido. Recorrió el camino hasta su departamento innumerables veces, pero en las noches las luces ya no se encen
—No puedes hacerlo, no puedes. Durante meses creí que después de lo que pasó con Odessa no podría confiar en nadie más, no podría amar a nadie más. Y entonces llegaste tú... y sé que los celos y la desconfianza me cegaron pero te juro que aprendí mi lección, Noe, te juro por la vida de mi hijo que l