Estaba a mitad del segundo vaso de whisky, probándose el infernal vestido, cuando tocaron a la puerta, y Noémi abrió lanzando los tacones a un lado. —¿Qué quier...? —Se quedó muda cuando vio a aquel hombre frente a ella, pero respiró profundo y levantó la barbilla con expresión neutra—. Levi. ¿Qué
Levi sintió como si lo estuviera golpeando o algo peor. —Noe... ¿qué estás haciendo? —murmuró con desesperación intentando acercarse a ella—. Entiendo que esto fue un negocio, ahora entiendo que tenías que salvar a tu familia... pero si ese hombre te exigió que te casaras con él por ayudarte, si tú
Levi sintió que las lágrimas le hacían un nudo en la garganta, pero finalmente dio media vuelta y empujó el cochecito de su hijo hacia la puerta. Se detuvo en el umbral, con la mano sobre la manija, y se volvió hacia Noémi para mirarla otra vez. No podía permitirlo, no podía perderla, no importaba
Levi paseó por aquella habitación de hotel desesperadamente durante horas, intentando encontrar una forma de llegar a Noémi. Le había dejado varios mensajes de voz, pero ella no había respondido. Recorrió el camino hasta su departamento innumerables veces, pero en las noches las luces ya no se encen
—No puedes hacerlo, no puedes. Durante meses creí que después de lo que pasó con Odessa no podría confiar en nadie más, no podría amar a nadie más. Y entonces llegaste tú... y sé que los celos y la desconfianza me cegaron pero te juro que aprendí mi lección, Noe, te juro por la vida de mi hijo que l
Levi estaba al fondo de la sala, y los murmullos se interrumpieron al verlo avanzar. Noémi apretó inconscientemente la mano que tenía entre la de Nino, pero él no hizo un solo gesto de molestia. Por supuesto que ella no le había dicho a Levi dónde era la boda, pero él no era idiota, rastrearla hast
—¿Estás bien, amore mio? ¿Qué pasa? —la interrogó. —¡Este maldito celular que no está funcionando bien! —dijo echándolo a un lado—. Apenas lo enciendo y ya se está calentando mucho. ¿Qué se supone que haga? —Dile que te duele la cabeza —respondió Nino y ella lo golpeó el hombro. —¡Idiota! —¡Pero
Un mes. Había pasado un mes desde que Noémi se había ido, y Levi miraba por la ventana de su nueva casa, rezando para que al día siguiente, cuando fuera de nuevo a la empresa, la asistente de Noémi le dijera que ya estaba de regreso. Decirle a Oskar Larsen que no podía seguir entrenando a los mucha