Su boca bajó con ferocidad hasta topar con la de Noémi, que se abrió para él con un gemido. Sus lenguas se juntaron, la tomó de la cintura y ella le rodeó el cuello con sus brazos para acercarse más si es que eso era posible. El beso fue profundo, intenso; los labios de Levi eran tentadores y dem
—Voy a correrme —le advirtió mientras se empujaba en su boca con fuerza y Noémi respiraba hondo para soportarlo. Segundos, solo segundos de placer, locura y embestidas poderosas hasta que lo sintió tensarse y derramarse desde su boca hasta su garganta con un gruñido de liberación. —Traga —fue todo
Alcanzó a ver algo del maldit0 bicho. En medio de la quietud de la cabaña sus ojos fueron a lo primero que se movió velozmente hacia un rincón, y aunque no fue pacaz de atraparlo, al menos supo que tenía ocho patas y era marrón con manchas. Por un instante se quedó paralizado, pero no era de los qu
—¡Yo lo que quiero es que me digas qué diablos hacías en la cabañita del lago! ¡¿No podías invitarme!? ¡Yo te hubiera cuidado! ¿Cómo diablos fue que dejaste que te picara una araña? ¿No podías relajarte en un spa como las mujeres normales? ¿Qué hacías ahí arriba? —gruñó Loan. Noemi respiró profundo
Levi se quedó estático por un segundo. Sabía que ella había planificado su viaje para ese día, pero había imaginado que con lo del hospital, la araña y todo, se iba a quedar más tiempo. Suspiró mientras sonreía de medio lado y asintió. —¿Trabajo? —preguntó acercándose. —Sí, y ese no me deja desca
"Tienes un desorden mental severo. ¿Eres loca así las veinticuatro horas o te tomas alguna pausa para descansar?" Por toda respuesta Noémi le envió una foto de su lengua. Hablar con ella era simple, todo era simple, o sexual o crudo. No había corazones ni preguntas de doble sentido ni reclamos. Er
Levi quería que la tierra se lo tragara. ¡¿Cómo se le había ocurrido ir a buscarla?! Ella parecía la reina y él el tipo que le arreglaba el jardín a una de sus muchas casas de verano. —Lo siento, de verdad lo siento... no debí venir —murmuró pero lo siguiente que escuchó fue una risa traviesa y sub
—Eliyaz, ¿puedes cuidarlo por mí? Es muy importante —le dijo. El hombre, de unos sesenta años, sonrió con suavidad. —Por supuesto señorita Keller, yo me encargo. Noémi le hizo un guiño coqueto a Levi y se dirigió con paso rápido hacia el avión. Sus ejecutivos ya hacían dos filas esperándola y ell