Antes de que Luana pudiera reaccionar, Loan tomó una manta del arcón de la sala y salió corriendo detrás de Danna. Podía hacerla dar la vuelta allí mismo, despertarla, pero una curiosidad especial lo animaba. Ella podía hacer cualquier cosa, sin embargo su subconsciente la empujaba afuera. La seguí
Le agradeció a la doctora y salió de allí apresurado, directamente hacia la oficina del gobernador. Mientras tanto, en lo alto de la montaña, Danna miraba horrorizada a su jefe, que ponía delante de ella aquellos esquís. —Siéntate para ajustártelos —le ordenó él. —Noooooo, no, no, no... —replicó
Tenía que ser una broma, una muy mala broma del destino, porque el hombre que estaba con Danna no tenía nada de feo. Más bien parecía salido de un catálogo de revista de esos de modelos super especiales. Era casi albino, de ojos grises y fortachón como el maldito dibujo animado de Hércules, y Loan l
—De acuerdo. —Bien, en ese caso, Danna está a salvo aquí, y tú ponte pilas para que ella no mire a nadie más —concluyó Levi. —Anotado. Loan salió de allí con una sonrisa satisfecha hasta que después de diez pasos se dio cuenta de que el tipo se había deshecho de él sin aceptarle ni una advertenci
Danna despertó de golpe cuando el aguacero comenzó a caer. Su grito despertó a Loan y el instinto la hizo retroceder hasta que su espalda golpeó contra el árbol. No era del todo consciente de lo que pasaba alrededor de ella, solo de que la lluvia golpeando con fuerza la había despertado. Gritó asus
Él se sentó a su lado frente al fuego, envuelto en su propia manta. —No lo sé. Mamá me llamó asustada hace algunos días porque no te encontraba y cuando llegué te encontré afuera, pero creo que has estado saliendo desde antes —respondió él. —¿Y hace cuánto que no duermes persiguiéndome? —preguntó
—Dime que te puedo abrazar —fueron las únicas palabras que salieron de la boca de Loan antes de tirar de ella y sentarla en su regazo. Había dos mantas de por medio pero aun así el cuerpo de Loan estaba ardiendo y Danna se hizo un pequeño ovillo entre sus piernas. —Lo siento, nena, si intentamos i
Ni siquiera podía decirlo pero a respuesta de Loan fue empujar su mejilla con la nariz como si fuera un cachorro para que ella lo mirara. —No estás embarazada, y si lo estás, es mío. —Loan... —No te lo estoy diciendo solo por tranquilizarte, pero sé que ese hombre no te hizo nada —le dijo y la si