—¿¡Tú qué diablos estás haciendo aquí!? —espetó con rabia viendo a Mason en el umbral. —Te prometí que volvería a recuperarte, Andy, a ti y a la niña —respondió él con seguridad. Andrea lo miró confundida, como si le estuviera hablando otro idioma. —¡Ya es demasiado tarde para eso! —siseó ella—. N
Andrea quería que la tierra se la tragara mientras dejaba a su pequeña hija en la guardería. De ahí tenía que ir a la oficina de Zack y cobrarle el dinero que le debía por el contrato de Navidad. Odiaba tener que hacerlo, pero en aquel instante lo primero era saldar aquella deuda con el hospital ant
Durante toda la tarde estuvo incómoda, como si un mal presentimiento se cerniera sobre ella, y apenas escuchó que tocaban a su puerta corrió a abrirla. Esperaba que Zack hubiera venido a verlas, pero la persona que estaba en la puerta de su casa a las nueve de la noche, otra vez no era quien esperab
El corazón de Andrea palpitaba como si se le fuera a salir del pecho. —¿Cómo... cómo que se fue, Ben...? ¿Por qué? En su cabeza intentaba encontrar un motivo, pero parecía imposible. ¿Se había ido? ¿La había dejado? ¿Cómo...? ¿Por qué...? —¿Tienes... tienes idea de por qué se fue? —preguntó mient
—Pero él nunca ha estado ahí para ella... yo siempre he sido quien la ha criado y cuidado —dijo con tono desesperado mientras las lágrimas salían de sus ojos—. ¡No puede quitarme a mi hija! —Depende del caso —dijo el abogado fríamente—. La veremos en la corte en dos días, señora Brand. Le dio al e
¿Cómo era posible que Zack le doliera más que Mason? Mientras Andrea regresaba a su departamento, no dejaba de pensar en aquello. Pero la verdad era que no le dolían ni Mason ni Zack, le dolía la decepción, la confianza rota, la impotencia de no entender por qué diablos eran unos imbéciles con letr
Los exámenes fueron rápidos y una semana más pasó. Una semana en la que Andrea no dejaba de llorar ni un solo día y trabajaba como desesperada para conseguir un buen contrato: un contrato significaba dinero, dinero para pagar un abogado. La próxima vista ante el juez fue para leer algo que ella ya
El departamento estaba limpio, muy limpio, pero eso era lo único que se podía decir en su favor. Cuando Andrea abrió la puerta, la mujer alta y delgada de unos cincuenta años que estaba a su lado, con el rostro severo y la mirada firme, hizo un gesto momentáneo de sorpresa. En la mano llevaba un por