Durante toda la tarde estuvo incómoda, como si un mal presentimiento se cerniera sobre ella, y apenas escuchó que tocaban a su puerta corrió a abrirla. Esperaba que Zack hubiera venido a verlas, pero la persona que estaba en la puerta de su casa a las nueve de la noche, otra vez no era quien esperab
El corazón de Andrea palpitaba como si se le fuera a salir del pecho. —¿Cómo... cómo que se fue, Ben...? ¿Por qué? En su cabeza intentaba encontrar un motivo, pero parecía imposible. ¿Se había ido? ¿La había dejado? ¿Cómo...? ¿Por qué...? —¿Tienes... tienes idea de por qué se fue? —preguntó mient
—Pero él nunca ha estado ahí para ella... yo siempre he sido quien la ha criado y cuidado —dijo con tono desesperado mientras las lágrimas salían de sus ojos—. ¡No puede quitarme a mi hija! —Depende del caso —dijo el abogado fríamente—. La veremos en la corte en dos días, señora Brand. Le dio al e
¿Cómo era posible que Zack le doliera más que Mason? Mientras Andrea regresaba a su departamento, no dejaba de pensar en aquello. Pero la verdad era que no le dolían ni Mason ni Zack, le dolía la decepción, la confianza rota, la impotencia de no entender por qué diablos eran unos imbéciles con letr
Los exámenes fueron rápidos y una semana más pasó. Una semana en la que Andrea no dejaba de llorar ni un solo día y trabajaba como desesperada para conseguir un buen contrato: un contrato significaba dinero, dinero para pagar un abogado. La próxima vista ante el juez fue para leer algo que ella ya
El departamento estaba limpio, muy limpio, pero eso era lo único que se podía decir en su favor. Cuando Andrea abrió la puerta, la mujer alta y delgada de unos cincuenta años que estaba a su lado, con el rostro severo y la mirada firme, hizo un gesto momentáneo de sorpresa. En la mano llevaba un por
—Su madre. —¿Perdón? —Andrea no lo creía—. ¿Su madre? —La señora Stormhold es viuda y actúa como representante de su hijo, no ha dejado que un agente se le acerque jamás —le explicó Ben—. Así que nadie ha podido representarlo nunca. Andrea se quedó pensando en aquello, la empresa daba bonos por l
Zack miró por la enorme ventana de su oficina en el mismo corazón de Manhattan. Hacía dos días que había tenido aquella conversación telefónica con Andrea en la que ella solo había hecho una pregunta y ni siquiera había sabido si ella había escuchado la respuesta porque todo lo que había podido oír