Su dolor

Lilith apenas pudo dar crédito a lo que veían sus ojos. Frente a ella, Lucca, Susan y Loren permanecían inmóviles, con miradas llenas de asombro y una emoción que apenas lograban contener. No pasó ni un segundo antes de que los tres corrieran hacia ella, rompiendo cualquier protocolo o distancia que pudieran imponer las circunstancias. La rodearon con un abrazo apretado, desesperado, como si temieran que pudiera desvanecerse si no la sostenían con fuerza.

Lilith sintió el calor de sus cuerpos y el eco de sus voces llamándola, y fue como si una represa se rompiera dentro de ella. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, primero en silencio, luego con un llanto desgarrador que sacudía su delgado cuerpo. No eran lágrimas cualquiera; eran un torrente de emociones acumuladas, el desahogo de horas de miedo, angustia y dolor.

Había sobrevivido al infierno de la hacienda, a las miradas vigilantes, a los susurros de traición de su madre al odio y al desprecio de la misma, al terror
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