BárbaraEl pitido sobre sus oídos se extendió hasta que tuvo que bajar la cabeza para calmar el dolor agudo que se disparó inmediatamente. Ella seguía inmóvil. Aún no había terminado la anastomosis y los minutos corrían. Las palabras de Hoffmann fueron claras. Era obvio que el sabía lo que ocurrió después del juicio. Que estuvo ingresada en hospital psiquiátrico por meses o lo que sucedió dentro. Se mordió la mejilla fuertemente. Dios sabía la profundidad de sus conocimientos sobre esa historia. En otro momento ella hubiese corrido al baño y vomitado todo lo que no tenía, pero este momento después de ver Cecilia llegar al hospital. sonreírles a todos y fingir inocencia. Hablar con Hoffmann sobre su vida. No. El dolor conocido al que se había aferrado tanto tiempo poco a poco se transformó en enojo. Furia. Ella era a la que habían lastimado. Fue a ella la que dejaron morir a su suerte. Y paso mucho tiempo culpándose por lo que ocurrió. Y la otra mitad intentando solamente respirar.
BárbaraCerró el casillero con un golpe sordo. Seguía cansada, pero estaba de mejor humor desde ayer. La cirugía con Hoffmann había sido soportable, dentro de lo que cabe. Se quejó por cualquier inconveniente mínimo, como siempre, pero Bárbara optó por ignorarlo o responder con sarcasmo solo para molestarlo más. Las enfermeras parecían inmunes ya a la toxicidad en la sala de operaciones.Por eso, cuando la cirugía terminó, casi pudo escuchar un suspiro colectivo de alivio.Bárbara fue la primera en salir de ahí, con la satisfacción de quien escapa de un sitio en llamas.Ahora estaba en la sala de descanso.La gente ha pasado de verme con miedo a verme con lástima.Tal vez porque estaba demasiado acostumbrada a que la señalaran y susurraran sobre ella, el cambio la desconcertaba más que el rechazo. Ahora, sus miradas eran más suaves. Como si de repente fuera frágil.Por primera vez, alguien la detuvo en el pasillo—Disculpa… ¿tienes la hora?Bárbara parpadeó. ¿Le estaban hablando a ell
BastiánJunto los papeles en un solo bloque y los colocó ordenados perfectamente sobre su escritorio. Él se levantó rápidamente estirándose. Se acercó al ventanal mirando el paisaje, aunque era tonalidades blanco nívea se sentía bien, se sentía cálido. Después del almuerzo de ayer Liam paso más emocionado de lo normal. Llego a casa. Se cambió e incluso le dijo que quería jugo de naranja en vez de la leche de siempre. Bastián pasó el resto de la velada contento. Liam no paraba de parlotear sobre el zoológico y el mismo se encontró deseando que llegara. Jamás habría pensado que una cosa tan banal podría animarlo. Tal vez incluso desearlo. Porque ella lo había ofrecido. Y a sus ojos verlos a ambos interactuar después de todo incluso si era por un breve momento, se sintió tan correcto. No lo planeo, no preparo con antelación el almuerzo por su cabeza ni siquiera paso la cantidad de gramos que tenía el jugo que Liam tomaría. Vio a Barbara ordenar y sostener a Liam en lo alto para que hi
BastiánSi Bastián alguna vez dudó del poder de las emociones reprimidas, ahora lo entendía con brutal claridad.Cada sonido, cada jadeo entrecortado de Bárbara, era como un incendio prendiendo su piel. Toda la contención que había mantenido durante años, todo ese autocontrol que consideraba inquebrantable se desmoronaba con cada beso.La tenía sobre su escritorio, tan cerca que el aire entre ellos se volvía inexistente. Su ropa se sentía innecesaria, un estorbo, y por primera vez en mucho tiempo, Bastián deseó no ser tan racional."¿Por qué demonios mi sofá no es más grande?" pensó fugazmente, antes de que Bárbara inclinara el rostro, ofreciéndole su cuello.Bastián sintió que ardería en el infierno. Pero lo haría con gusto si eso significaba probar el cielo.Se hundió en la curva de su cuello, inhalando su aroma antes de besar cada centímetro de piel que encontraba. Sus labios dejaron un rastro de calor sobre su clavícula, su mandíbula, la línea de su garganta. Bárbara se estremeció
HansEl viento soplaba con fuerza en la azotea, arrastrando el frío de la noche hasta lo más profundo de los huesos. Hans cerró la puerta tras de sí y la vio ahí, sentada en el borde del edificio, con un cigarrillo entre los dedos.Pero no lo encendía.Solo lo giraba entre sus manos, deslizándolo entre sus dedos con la calma de quien sostiene una bomba sin activar.Hans suspiró.No la había visto así en mucho tiempo.Le recordó la primera vez que la conoció. En ese bar, con una copa en la mano y un cigarro apagado en los labios. En aquel entonces, parecía un cadáver parada en medio de un campo de guerra. Rodeada de fantasmas que arrastraba como una maldición sobre su espalda. Como si el mundo la hubiese dejado atrás y ella ni siquiera se molestará en alcanzarlo.Y ahora estaba aquí, con la misma mirada perdida, como si estuviera contemplando algo más allá del hospital, más allá de sí misma.Hans se acercó y se apoyó contra la baranda, lo suficientemente cerca para que supiera que esta
Bárbara No podía describir la furia que surgió en su interior cuando Hans le conto lo que sucedió. Él dijo que no moriría sin luchar, pero es que incluso si ese hijo de puta se atrevía a regresar o si se asomaba a Sierra Verde Barbara lo mataría con sus manos. Terminaría lo que Hans no hizo. Aun así, escucharlo decir su nombre fue algo liberador. No solo fue Hans el que sentía que la carga se había vuelto más liviano sino la de ella. Como si escucharlo la hiciera sentir más… en paz. Si Hans podía encontrar un hogar entre esas montañas entonces ella lo apoyaría. Estaría ahí para que ese lugar se sintiera seguro… Se detuvo. “Estar aquí…” repitió una vez más. Como si esas palabras se sintieran extrañas en su boca. Porque nunca habían sido dichas hasta ahora. Estar ahí significaba que… se quedaría. Y lo más aterrador de todo fue que por un momento esas palabras se sintieron reales. Bárbara dejo salir el aire sintiendo un escalofrío recogerla. El hecho era que desde que llegó a Sie
Bastián El pitido de espera sonaba en su oído con un ritmo monótono y desesperante. Bastián paseó la mirada por el pasillo de radiología, observando a las personas que iban y venían. Algunos examinaban placas de rayos X pegadas en las paredes, otros murmuraban sobre el arte expuesto en la galería del hospital. Todo parecía cotidiano, inofensivo. Como si su mundo no estuviera al borde del colapso.Se apoyó contra la pared, exhalando lentamente.Después de hablar con Bárbara, ella le dijo que la esperara afuera. No entendía la razón; bien podría haberse encontrado en la sala de reuniones. Pero convencerla de hacer algo que no quería era casi imposible, así que decidió esperar.Finalmente, la llamada se conectó.—Hola, habla Dominic.—Soy Bastián.Hubo un silencio breve, seguido por un resoplido al otro lado de la línea.—¿Sabes el desastre que hay aquí por tu culpa? —La voz de Dominic sonó cargada de frustración—. He estado en reuniones desde hace semanas, tu padre me dijo que te advirt
BárbaraLo primero que vio al entrar a la sala de reuniones fue a Cecilia levantarse del asiento. Cuando se dio cuenta que Barbara venía siguiendo los pasos de Bastián. La sonrisa perfectamente calculada en su rostro flaquea un segundo. Hans y Greta estaban del otro lado de la mesa. Verlos acomodados a una distancia tan lejana hizo que una risa creciera en sus labios. Cecilia intentó abrir la boca pero Barbara golpeó la mesa con su termo de café. Haciendo que todos se giraran hacía ella. Bastián ni siquiera se inmuto y continúo preparando su computadora y la pantalla para presentar los datos obtenidos. Parecía tan acostumbrado a los arrebatos abruptos que solían ocurrir cuando estaba con ella. —Es un gusto que todos estemos reunidos aquí—Barbara le lanzo una mirada fría a Cecilia quien seguía de pie—pero las preguntas van al final. Cecilia trago. Antes de volver a sonreír tomando asiento. Barbara se sentó justo en la cabecera de la mesa, recostándose en la silla como sino se tra