BastiánSi Bastián alguna vez dudó del poder de las emociones reprimidas, ahora lo entendía con brutal claridad.Cada sonido, cada jadeo entrecortado de Bárbara, era como un incendio prendiendo su piel. Toda la contención que había mantenido durante años, todo ese autocontrol que consideraba inquebrantable se desmoronaba con cada beso.La tenía sobre su escritorio, tan cerca que el aire entre ellos se volvía inexistente. Su ropa se sentía innecesaria, un estorbo, y por primera vez en mucho tiempo, Bastián deseó no ser tan racional."¿Por qué demonios mi sofá no es más grande?" pensó fugazmente, antes de que Bárbara inclinara el rostro, ofreciéndole su cuello.Bastián sintió que ardería en el infierno. Pero lo haría con gusto si eso significaba probar el cielo.Se hundió en la curva de su cuello, inhalando su aroma antes de besar cada centímetro de piel que encontraba. Sus labios dejaron un rastro de calor sobre su clavícula, su mandíbula, la línea de su garganta. Bárbara se estremeció
HansEl viento soplaba con fuerza en la azotea, arrastrando el frío de la noche hasta lo más profundo de los huesos. Hans cerró la puerta tras de sí y la vio ahí, sentada en el borde del edificio, con un cigarrillo entre los dedos.Pero no lo encendía.Solo lo giraba entre sus manos, deslizándolo entre sus dedos con la calma de quien sostiene una bomba sin activar.Hans suspiró.No la había visto así en mucho tiempo.Le recordó la primera vez que la conoció. En ese bar, con una copa en la mano y un cigarro apagado en los labios. En aquel entonces, parecía un cadáver parada en medio de un campo de guerra. Rodeada de fantasmas que arrastraba como una maldición sobre su espalda. Como si el mundo la hubiese dejado atrás y ella ni siquiera se molestará en alcanzarlo.Y ahora estaba aquí, con la misma mirada perdida, como si estuviera contemplando algo más allá del hospital, más allá de sí misma.Hans se acercó y se apoyó contra la baranda, lo suficientemente cerca para que supiera que esta
Bárbara No podía describir la furia que surgió en su interior cuando Hans le conto lo que sucedió. Él dijo que no moriría sin luchar, pero es que incluso si ese hijo de puta se atrevía a regresar o si se asomaba a Sierra Verde Barbara lo mataría con sus manos. Terminaría lo que Hans no hizo. Aun así, escucharlo decir su nombre fue algo liberador. No solo fue Hans el que sentía que la carga se había vuelto más liviano sino la de ella. Como si escucharlo la hiciera sentir más… en paz. Si Hans podía encontrar un hogar entre esas montañas entonces ella lo apoyaría. Estaría ahí para que ese lugar se sintiera seguro… Se detuvo. “Estar aquí…” repitió una vez más. Como si esas palabras se sintieran extrañas en su boca. Porque nunca habían sido dichas hasta ahora. Estar ahí significaba que… se quedaría. Y lo más aterrador de todo fue que por un momento esas palabras se sintieron reales. Bárbara dejo salir el aire sintiendo un escalofrío recogerla. El hecho era que desde que llegó a Sie
Bastián El pitido de espera sonaba en su oído con un ritmo monótono y desesperante. Bastián paseó la mirada por el pasillo de radiología, observando a las personas que iban y venían. Algunos examinaban placas de rayos X pegadas en las paredes, otros murmuraban sobre el arte expuesto en la galería del hospital. Todo parecía cotidiano, inofensivo. Como si su mundo no estuviera al borde del colapso.Se apoyó contra la pared, exhalando lentamente.Después de hablar con Bárbara, ella le dijo que la esperara afuera. No entendía la razón; bien podría haberse encontrado en la sala de reuniones. Pero convencerla de hacer algo que no quería era casi imposible, así que decidió esperar.Finalmente, la llamada se conectó.—Hola, habla Dominic.—Soy Bastián.Hubo un silencio breve, seguido por un resoplido al otro lado de la línea.—¿Sabes el desastre que hay aquí por tu culpa? —La voz de Dominic sonó cargada de frustración—. He estado en reuniones desde hace semanas, tu padre me dijo que te advirt
BárbaraLo primero que vio al entrar a la sala de reuniones fue a Cecilia levantarse del asiento. Cuando se dio cuenta que Barbara venía siguiendo los pasos de Bastián. La sonrisa perfectamente calculada en su rostro flaquea un segundo. Hans y Greta estaban del otro lado de la mesa. Verlos acomodados a una distancia tan lejana hizo que una risa creciera en sus labios. Cecilia intentó abrir la boca pero Barbara golpeó la mesa con su termo de café. Haciendo que todos se giraran hacía ella. Bastián ni siquiera se inmuto y continúo preparando su computadora y la pantalla para presentar los datos obtenidos. Parecía tan acostumbrado a los arrebatos abruptos que solían ocurrir cuando estaba con ella. —Es un gusto que todos estemos reunidos aquí—Barbara le lanzo una mirada fría a Cecilia quien seguía de pie—pero las preguntas van al final. Cecilia trago. Antes de volver a sonreír tomando asiento. Barbara se sentó justo en la cabecera de la mesa, recostándose en la silla como sino se tra
Bárbara El eco de las gotas cayendo en un lugar lejano. El olor a hierro y cobre la sofocaban. El ambiente pesado solo la asfixiaba. Las cadenas en sus muñecas ya no pesaban, eran parte de ella, incrustadas en la piel. Los pasos que escucho a lo lejos hicieron que parte de ella se contrajera, lo que disparo un dolor agudo en todo su cuerpo. El ardor agonizante en la piel la hicieron hundirse hasta el punto de que no era más que una muñeca de trapo destrozada. Vargas acabo con ella. La última vez dijo: que se atrevía a desafiarlo. Que se atrevía a mirar hacía la puerta con anhelo y la última ves que miraba a Jean por la ventana. Mientras la arrastraba de nuevo hacía el sótano, como muchas otras veces Barbara peleo lucho con todas sus fuerzas. Sabía que no saldría de ahí. Grito y mordió. Pero cada golpe que impacto sobre ella en consecuencia fue suficiente para doblarla. Ella siguió luchando incluso si estaba desangrada en el suelo. Y él sabía que lo que tenía que hacer, tomo a un
Bárbara—-¡Bárbara espera!Los pasos que la seguían se hacían cada ves más lejano. Cuando se dio cuenta que Bastián la tenía entro en pánico. Miro sus manos temblorosas, desprovista de color, pálidas hasta la muerte. Casi fue capaz de sentir como su corazón se detenía, y el ultimo haz de luz desaparecía, al igual que el cuerpo del Cecilia desplomado en el suelo. Corrió. El corazón se le apretó, su respiración era errática, empujo a varias personas en su camino. Solo era capaz de ver todo como un espejismo. Con los segundos alargándose. No sabía donde iba. ¿Dónde podía ir de todas formas? ¿Dónde si quiera había pertenecido? La vida se encargaba de recordarle lo que no podía tener. Lo que jamás podría alcanzar. Había matado a la única persona que de verdad quería salvar. Le quito todo. Las posibilidades que ella nunca tuvo.Recordó los ojos de todas las personas que la esperaban por una explicación fuera de quirófano, los recordó viéndola del otro lado del estrado. Los vio señala
Bastián Arrastrar a Barbara hacia una habitación desocupada fue mucho más sencillo de lo que creyó. Su cuerpo aún se estremecía ante su toque. Por alguna razón fue lo más suave posible, como si ella fuese a deshacerse si presionaba demasiado. Liam entró de nuevo a la guardería. Así que se concentró plenamente en ella, en cada reacción, en la forma que su mejilla se hundía, o como sus ojos miraban alrededor. No parecía estar ahí, pero lo estaba. Sus piernas se movían, su cuerpo se mantenía en pie casi como si fuera automático. Bastián llegó a la realización que, por más perdida que estuviera, estaba tan acostumbrada que su cuerpo simplemente entraba en automático. Su corazón podía estar destrozado y aun así encontraba la forma de levantarse por las mañanas y continuaba. Bastián no estaba seguro de cómo lo lograba. Sus dedos se apretaron suavemente en sus brazos. Su corazón ya latía rápido después de perseguirla. Cuando la vio chocar con un doctor parecía que en cualquier momento