Bárbara El aroma del chocolate caliente llenaba el vagón, impregnando el aire con una calidez que contrastaba con el frío exterior. Los ojos de Bastián se movieron lentamente, como si estuviera despertando de un largo sueño. Aunque seguía algo perdido, había recuperado lo suficiente de sí mismo como para tranquilizar a Liam, acariciando suavemente su cabeza de vez en cuando. El niño, sin embargo, permanecía alerta, sus ojos viajando entre las ventanas y las manos de su padre. Bárbara lo observaba desde su asiento, con un suspiro apenas contenido.Fuera, el paisaje era un lienzo blanco, brumoso, que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Bárbara desvió la mirada hacia Bastián, quien finalmente rompió el silencio.—Gracias —dijo, presionando las manos contra su frente, como si intentara aliviar un dolor persistente—. Pensé que te quedarías más tiempo en la clínica.—Solo me puse al día con el tratamiento de Isabela. Después de eso… —su voz se cortó por un instante, y un eco de la
BárbaraBastián no dijo nada durante el resto del camino, y Bárbara decidió guardar silencio también. Había algo pesado flotando en el aire, una carga compartida que ninguno parecía dispuesto a mencionar.Una hora después, notó cómo Bastián comenzaba a cabecear, sus párpados luchaban por mantenerse abiertos hasta que finalmente se rindió al sueño. Su cabeza se apoyó contra el vidrio, y el movimiento del tren lo hizo inclinarse de forma incómoda. Bárbara lo observó por un momento, y luego, sin pensarlo demasiado, se quitó la bufanda que llevaba al cuello, enrollándola con cuidado para improvisar una almohada.Se inclinó hacia él con delicadeza, sus manos trabajando con precisión para no despertarlo. Levantó suavemente su cabeza, y en el proceso, algunos mechones de su cabello cayeron sobre su frente, dándole un aire más juvenil, casi despreocupado. Bárbara colocó la bufanda entre su cuello y el vidrio, ajustándola para que su cabeza descansara mejor.Cuando volvió a sentarse, vio cómo
Bastián El no pudo evitar fingir estar dormido cuando ella abrió los ojos sobresaltada. Las lágrimas empapaban sus mejillas, aquel rostro estaba claramente afectado. Tuvo el impulso de acercarse, pero todavía tenía a Liam en sus brazos, así que apretó su agarre en Liam inconscientemente. Fue casi como ver a su hijo en una de sus pesadillas. El no podía sentir más que impotencia mientras trataba de despertarlo para abrazarlo y explicarle que todo era un sueño. Que él estaba ahí. Quedarse en su cama hasta que Liam volvía a conciliar el sueño. Pero a ella. ¿Quién se quedó a su lado después de cada pesadilla? ¿Quién limpio sus lágrimas y le explicó que todo era un sueño? ¿Quién la abrazó hasta conciliar el sueño?Bastián sintió el vacío en su estómago hacerse más profundo. Recordar las palabras de Isabela fue como si apretara una herida recién abierta. “Eso es algo que debes preguntarle a ella” ¿Cómo podría preguntarle algo que la haría llorar? Y si esa “Verdad” la destruyó. ¿Él podr
BASTIÁNBastián logró vislumbrar a Elena en la recepción sumergida en una conversación con una de las doctoras de turno. Cuando él se acercó. Elena se dio cuenta de su presencia. Su rostro se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja. —Bastián ya regresaste de tu viaje ¿Cómo te fue? —Fue productivo. ¿Cómo estuvieron las cosas por aquí? Elena frunció el ceño, pensativa, durante un minuto. —Bueno nada nuevo… solo…— Elena agacho la mirada con sus mejillas tornándose más rojizas. —¿Qué sucede? —Hay una especie de rumor, bueno no es que mal piense esas cosas es solo algo de lo que hablan sin importancia. —¿Qué clase de rumor? —pregunto intrigado. Los rumores últimamente eran mucho más escandalosos que antes. Era como si alguien hubiera puesto miel en un panal de abejas privado de comida desde hace tiempo. —¿Tú tienes algo con la Reina del trombo?El abrió los ojos al escucharlo. Elena se tapo el rostro visiblemente avergonzada. —Lo siento. Solo es que los han visto bastante tiemp
BárbaraEl pitido sobre sus oídos se extendió hasta que tuvo que bajar la cabeza para calmar el dolor agudo que se disparó inmediatamente. Ella seguía inmóvil. Aún no había terminado la anastomosis y los minutos corrían. Las palabras de Hoffmann fueron claras. Era obvio que el sabía lo que ocurrió después del juicio. Que estuvo ingresada en hospital psiquiátrico por meses o lo que sucedió dentro. Se mordió la mejilla fuertemente. Dios sabía la profundidad de sus conocimientos sobre esa historia. En otro momento ella hubiese corrido al baño y vomitado todo lo que no tenía, pero este momento después de ver Cecilia llegar al hospital. sonreírles a todos y fingir inocencia. Hablar con Hoffmann sobre su vida. No. El dolor conocido al que se había aferrado tanto tiempo poco a poco se transformó en enojo. Furia. Ella era a la que habían lastimado. Fue a ella la que dejaron morir a su suerte. Y paso mucho tiempo culpándose por lo que ocurrió. Y la otra mitad intentando solamente respirar.
BárbaraCerró el casillero con un golpe sordo. Seguía cansada, pero estaba de mejor humor desde ayer. La cirugía con Hoffmann había sido soportable, dentro de lo que cabe. Se quejó por cualquier inconveniente mínimo, como siempre, pero Bárbara optó por ignorarlo o responder con sarcasmo solo para molestarlo más. Las enfermeras parecían inmunes ya a la toxicidad en la sala de operaciones.Por eso, cuando la cirugía terminó, casi pudo escuchar un suspiro colectivo de alivio.Bárbara fue la primera en salir de ahí, con la satisfacción de quien escapa de un sitio en llamas.Ahora estaba en la sala de descanso.La gente ha pasado de verme con miedo a verme con lástima.Tal vez porque estaba demasiado acostumbrada a que la señalaran y susurraran sobre ella, el cambio la desconcertaba más que el rechazo. Ahora, sus miradas eran más suaves. Como si de repente fuera frágil.Por primera vez, alguien la detuvo en el pasillo—Disculpa… ¿tienes la hora?Bárbara parpadeó. ¿Le estaban hablando a ell
BastiánJunto los papeles en un solo bloque y los colocó ordenados perfectamente sobre su escritorio. Él se levantó rápidamente estirándose. Se acercó al ventanal mirando el paisaje, aunque era tonalidades blanco nívea se sentía bien, se sentía cálido. Después del almuerzo de ayer Liam paso más emocionado de lo normal. Llego a casa. Se cambió e incluso le dijo que quería jugo de naranja en vez de la leche de siempre. Bastián pasó el resto de la velada contento. Liam no paraba de parlotear sobre el zoológico y el mismo se encontró deseando que llegara. Jamás habría pensado que una cosa tan banal podría animarlo. Tal vez incluso desearlo. Porque ella lo había ofrecido. Y a sus ojos verlos a ambos interactuar después de todo incluso si era por un breve momento, se sintió tan correcto. No lo planeo, no preparo con antelación el almuerzo por su cabeza ni siquiera paso la cantidad de gramos que tenía el jugo que Liam tomaría. Vio a Barbara ordenar y sostener a Liam en lo alto para que hi
BastiánSi Bastián alguna vez dudó del poder de las emociones reprimidas, ahora lo entendía con brutal claridad.Cada sonido, cada jadeo entrecortado de Bárbara, era como un incendio prendiendo su piel. Toda la contención que había mantenido durante años, todo ese autocontrol que consideraba inquebrantable se desmoronaba con cada beso.La tenía sobre su escritorio, tan cerca que el aire entre ellos se volvía inexistente. Su ropa se sentía innecesaria, un estorbo, y por primera vez en mucho tiempo, Bastián deseó no ser tan racional."¿Por qué demonios mi sofá no es más grande?" pensó fugazmente, antes de que Bárbara inclinara el rostro, ofreciéndole su cuello.Bastián sintió que ardería en el infierno. Pero lo haría con gusto si eso significaba probar el cielo.Se hundió en la curva de su cuello, inhalando su aroma antes de besar cada centímetro de piel que encontraba. Sus labios dejaron un rastro de calor sobre su clavícula, su mandíbula, la línea de su garganta. Bárbara se estremeció