Tú y yo contra el mundo, y contra todo
Tú y yo contra el mundo, y contra todo
Por: Ceecycordero
Capítulo #1

Armando

Soy Armando Duarte y tengo 15 años de edad.

Soy alguien muy nervioso, inseguro, tímido, pacifista y mi mejor amigo dice que soy tierno.

¿Ya les hablé de mi mejor amigo? Bueno, él se llama Josué Arango, tiene 15 años y somos mejores amigos desde la secundaria. Josué tanto en su forma de ser, como físicamente es todo lo opuesto a mí, él se pelea, es más seguro de sí mismo, es muy platicador, muy simpático, pero cuando se enoja suele ser bastante explosivo y no piensa lo que dice. Físicamente es más alto que yo, más moreno que yo, más atlético que yo y bueno, hasta nuestra manera de vestir es diferente, él se viste más rebelde y yo más reservado.

A pesar de todas nuestras diferencias somos muy buenos amigos, él me cuida de todo y de todos. Yo soy la mayor razón de todas sus peleas, ya que en la secundaria me molestaban demasiado y él se peleaba con todo aquel que me dijera o me hiciera algo malo, y aunque detesto tanto que sea así (ya que no quiero que salga lastimado) así es él y no lo puedo y tampoco lo quiero cambiar.

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Josué

Estaba saliendo a casa de mi mejor amigo Armando ya que era nuestro primer día de preparatoria. Armando es una persona muy importante para mí, desde que lo conozco siempre ha estado conmigo, es buen amigo, buena persona, es noble, leal, honesto, lindo y sobre todo es muy tierno, también tiene una vocecita muy dulce y suave. Es más bajito que yo, lo cual lo hace aún más tierno y su manera de ser es única porque a pesar de todo esto también es sumamente celoso y cuando se enoja no puede ocultarlo.

Cuando llegué a casa de Armando, él ya estaba ahí afuera como esperándome. Al verme me sonrió y fue a abrazarme.

—Hola, enano. —saludé feliz y muy sonriente. —Te extrañé mucho.

—Y yo a ti. Ya no te vayas, Josué. —me lo dijo con una ternura tan bonita mientras me abrazaba más fuerte. Yo sonreí y besé su cabeza.

—Ya no me iré, enano. —lo solté para mirar su carita. — ¿Nos vamos? —le pregunté.

Él asintió y yo tomé su manita mientras caminábamos por las calles. Eso no era raro entre nosotros ya que siempre lo hacíamos.

— ¿Y qué hiciste durante las vacaciones, chaparro? —le pregunté mientras seguíamos caminando.

—Estar aburrido, porque tú no estabas conmigo y así. —dijo con algo de tristeza.

—Pero te mandaba mensajes casi todos los días, enano. —respondí.

—Tú lo has dicho, CASI. —dijo en voz alta.

—Bueno, pero te mandaba. —reí.

—No, pues gracias —rodó los ojos.

Volví a reír un poco.

—No te enojes, chaparro. —le dije.

—No me enojo, pero me dejaste solo, Josué. —dijo triste y con la mirada al piso.

—Sabes que no fui porque quisiera hacerlo, me obligaron a ir. Además, ni la pasé bien allá, la neta.

— ¿Por qué? —preguntó.

—Porque no estabas tú. —le sonreí y él me regresó esa sonrisa con otra más bonita.

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Armando

Durante todo el camino íbamos hablando y riendo de casi todo, eso hasta que llegamos a la puerta de la preparatoria.

—Llegamos. —dijo Josué con una gran sonrisa.

—Tengo miedo, Josué. —dije mientras miraba al piso.

—No tengas miedo, enano, tú sabes que yo te protegeré, te cuidaré y te defenderé de todo aquel que se atreva a hacerte daño. Lo haré con mi vida si es necesario.

—Lo sé, pero no es a eso a lo que le temo.

— ¿Entonces qué es? —preguntó confundido.

Empecé a jugar con mis manos mientras miraba al suelo pensando un poco en lo que iba a decir.

—Pues es que, dicen que casi siempre los amigos que han sido amigos durante toda la escuela, pues después de graduarse y vayan a otra escuela, así queden en la misma y en el mismo salón, pues ya no son tan amigos como antes y comienzan a tener otras amistades y se olvidan de sus amistades viejas. —hice una pausa. —Y tú vas a tener nuevos amigos y yo pues... yo quedaré atrás. —dije triste, casi a punto de llorar.

—A ver... —levantó mi cara para verme a los ojos. —¿de verdad crees que yo podría cambiarte por alguien más?

—Pues es que... —estaba nervioso mientras jugaba con mis manos.

—¡JAMÁS! —dijo en voz alta. —Eso jamás, pero jamás pasará. Tú eres irremplazable, mi niño.

A veces me dice "mi niño" y siempre cuando me dice así me siento mucho mejor.

—Tú también eres irremplazable, Josué. —le sonreí.

—Te quiero mucho, mi niño. —acarició mi mejilla con su mano mientras me sonreía.

—Yo también te quiero mucho. —dije con ternura y nos abrazamos muy fuerte.

—Pero ya, enano —me soltó. —deja de pensar en eso y mejor entremos, que no podemos llegar tarde a nuestro primer día en la prepa.

—Entonces vámonos. —dije.

Josué otra vez agarró mi mano y así juntos entramos al colegio. Me gusta mucho que a Josué nunca le ha dado vergüenza tratarme como me trata porque delante de quien sea, siempre me trata igual y eso de alguna manera me hace sentir especial.

Por fin habíamos llegado a nuestro salón de clases, pero cuando íbamos a entrar, justamente de ahí salió corriendo un muchacho, un poco moreno, flaco, un poco más alto que yo, pero más bajo que Josué. Como iba corriendo chocó con nosotros haciendo que él tirara sus cosas y Josué soltó mi mano para ayudarlo.

—Disculpa, es que ando buscando a mi primo. —dijo aquel chico moreno mientras recogía sus cosas.

—No te preocupes, todo bien. —respondió Josué en tono amable.

—Si quieres te podemos ayudar a buscar a tu primo. —le sugerí al chico del cual aún no sabía su nombre.

—Sí, solo dinos como es. —dijo Josué.

—Él es alto, delgado, fornido, castaño claro y se llama Diego. Por cierto, yo soy Fernando, Fernando Ferrer. —sonrió.

—Mucho gusto, wey, yo soy Josué y él es Armando. —me señaló.

—Hola, Armando. —me sonrió.

Ese chico de nombre "Fernando" me sonrió de una manera muy extraña mientras me veía, pero en ese momento Josué por alguna razón volvió a agarrar mi mano.

—Mejor busquemos a tu primo. — dijo en tono como molesto.

—Sí, nosotros te ayudamos. —dije con amabilidad.

—Muchas gracias. —sonrió. —Es que vamos a estar en este salón —señaló. —pero mi primo salió y no supe a donde.

—¡Ah! —dijo Josué. —Pues en ese caso los cuatro seremos compañeros porque también estaremos en este salón.

—¡Oh! Eso está padre. —sonrió. —Entonces, pues ya hice amigos.

—Sí, eso creo. —dijimos Josué y yo al mismo tiempo mientras asentíamos con la cabeza.

—Bueno, vamos a buscar al tal Diego. —sugirió Josué.

—Claro. —Fernando dio unos pasos. —¡Oh! —se detuvo. —Creo que ya no será necesario. Allá está mi primo. —señaló con la mirada. —¡DIEGO! —le gritó.

Ese chico de nombre "Diego" era realmente atractivo, tanto de cara, como de cuerpo y de todos lados; era alto, de piel blanca, ojos color miel, cabello castaño claro, delgado, pero muy atlético (incluso más que Josué) tenía un piercing en la ceja y por su actitud y su manera de traer el uniforme me daba la impresión de que era bastante rebelde.

—¿Te pasa algo, enano? —me preguntó Josué de cerca, sin soltar mi mano.

—Ah... —lo miré. —Emmm...n-no nada. —dije muy nervioso. —Josué solo asintió.

—¿Dónde andabas, primo? —le preguntó Fernando.

—Fui a comprar un agua, pero me encontré a unas muchachas que me dieron su w******p. —dijo feliz mientras enseñaba su celular.

—¡Qué raro de ti! —Fernando rodó los ojos. —Pero mira...—nos miró a Josué y a mí. —ellos son Armando y Josué, son mis amigos. —ambos lo saludamos.

—¿Ya tan rápido hiciste amigos, primo? —le preguntó Diego.

—¿Tú ya tan rápido estás pidiendo w******p? —preguntó Fernando con ironía.

—Ya me conoces. —sonrió Diego.

Fernando rodó los ojos ante lo que dijo su primo.

—Como sea. —contestó. —Pero no seas grosero, Diego y saluda a mis amigos. —dijo con algo de molestia.

—¡Ah! ¡Disculpen! Yo soy Diego, Diego Ferrer. —nos dijo con una sonrisa amable.

Hasta su sonrisa era bella, labios gruesos y carnosos, sus dientes parecían perlas, blancos, brillantes y perfectos, ¿y su cara? Bueno, parecía tallada por los mismos ángeles, tenía cero acné y cero granos, lo cual era extraño porque la mayoría de adolescentes de nuestra edad tenemos, pero a lo mejor ese chico se cuidaba bastante bien o tal vez simplemente nació así de perfecto.

—Sí, ya sabemos quién eres. —dijo Josué, que hizo una sonrisa bastante fingida en mi opinión.

—¿Cómo? —preguntó Diego algo confundido.

—Sí, primo, —asintió Fernando. —es que me iban a ayudar a buscarte.

Diego solo asintió y yo solté la mano de Josué y la estiré para saludar a Diego.

—Yo soy Armando, —sonreí. —Armando Duarte.

—Ammm... qué onda, Armando. —dijo con extraño. —Esto es raro porque ningún hombre de nuestra edad me ha saludado así y la neta yo tampoco saludo así. —rio, pero igual correspondió a mi saludo.

—Bueno, —solté su mano. —ya encontraste a uno que sí. —dije con una sonrisa y Diego volvió a reír.

—Me caes bien, seremos buenos amigos. —Diego también me sonrió.

—Espero. —asentí.

—Bueno, ya. —dijo Josué mientras rodaba los ojos para después volver a tomar mi mano.—Yo soy Josué.

—Lo imaginé, wey. —le sonrió Diego.

—Ustedes se conocen desde antes ¿verdad? —preguntó Fernando mientras miraba nuestras manos agarradas.

—Sí, —Josué asintió. —somos amigos desde la secundaria.

—MEJORES amigos. —aclaré.

—Bueno, sí, eso. —dijo Josué.

—¿Y solo son amigos? —preguntó Fernando con una sonrisa.

—Así es, ¿por qué lo preguntas? —confundido.

—No le hagan caso. —dijo Diego mientras agarraba de los hombros a su primo. —Está medio loco, ¿verdad, primo?

—Sí, perdón. —asintió Fernando. — Es que por un momento me dio la impresión de que...

—¿De qué? —preguntamos con confusión al mismo tiempo.

—De que pues... —Fernando estaba a punto de decir, pero fue interrumpido por una voz gruesa y masculina que se escuchó justo detrás de nosotros.

Cuando volteamos para ver de quien se trataba, era de un hombre adulto, pero joven, no más de 33 años, bien vestido y con un maletín, era el profesor.

—Jóvenes, —nos miró. —entren al aula ya porque iniciaremos con la primera clase.

Los cuatro asentimos y entramos al salón.

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