Capitulo #2

Josué

No sabía por qué, pero cada vez que veía a Armando, no podía dejar de pensar en la manera en la que miró a Diego hace un momento y la manera en la que soltó mi mano para agarrar la de él. No sabía por qué pensaba tanto en eso, pero era claro que no me gustó para nada. También me molestó bastante la manera en la que Fernando miró a Armando, me dio desconfianza. La verdad no sabía qué pasaba, pero lo que sí sabía es que me molesta que miren así a Armando y que él vea a otros así porque se supone que yo lo debo de proteger, ¿no?

En el salón de clases todos nos encontrábamos callados, hasta que llegó una chica con el uniforme de la escuela y más o menos como de nuestra edad, corriendo al salón.

—¡Señorita! —dijo el profesor muy molesto. —¿Qué es esa manera de entrar al aula?

—Lo siento, profe. —dijo aquella chica. —Es que, se me hizo tarde porque...

—¿Usted va en este grupo? —la interrumpió.

—Así es. —asintió.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó.

—Leslie Córdoba Rey. —respondió la chica.

—¡Ah! Sí, aquí está. —asintió el profesor mientras miraba su lista. —Pero usted llegó tarde, señorita, así que le pido que se retire.

—Pero es que llegué tarde porque no...

—¡No quiero excusas! —alzó la voz. —Por favor salga, Córdoba. —señaló la puerta. —De todas maneras, usted ya tiene falta.

—¡Ah! ¡Al cabo que ni quería estar aquí! —contestó la chica de mala gana y se fue

—¡Adolescentes! —dijo el maestro mientras rodaba los ojos.

Pasaron varias horas y clases hasta que al fin tocó el timbre para salir a receso.

—Bueno, chicos, pueden salir a su descanso. —decía el profesor de álgebra mientras guardaba sus cosas y se retiraba.

—¡Ya era hora! —dijo Diego muy feliz.

—Primo, si ni siquiera hicimos nada, lo único que hicimos fue presentarnos y los profesores explicarnos como serán las clases.

—¿No me digas que mañana será mucho peor que hoy? —preguntó Diego en tono de desagrado y su primo solo rodó los ojos mientras reía.

—¿No te gusta mucho la escuela, Diego? —preguntó Armando.

—Reprobó tercero de secundaria, tú dirás. —respondió Fernando.

—¡Oye wey! Eso no se cuenta. —le dijo Diego a su primo en tono molesto.

—¿Quién reprueba tercero de secundaria? —pregunté yo en tono burlón.

—Él. —señaló a Diego.

—Yo. —se señaló Diego a sí mismo, haciendo al tierno de mi mejor amigo reír y no dejaba de verlo, lo cual me hizo sentir raro.

—Andando a la cafetería que tengo hambre. —Diego salió corriendo haciendo que Armando volviera a reír.

—¿Tu primo siempre es así? —le pregunté a Fernando.

—No. —negó. —A veces es mucho peor. —respondió muy tranquilo y se fue tras de su primo.

—¡Vamos con Diego! —me dijo Armando con entusiasmo.

—Fernando también se fue, no solo Diego. —respondí en tono molesto.

—Bueno, entonces vamos con ELLOS, ¡Ven! —Iba a agarrar mi mano, pero yo la quité. —¿Qué tienes, Josué? —dejó de caminar para verme.

¿Cómo explicaba algo que ni yo mismo entendía? –me pregunté.

—Te agrada mucho Diego, ¿verdad? —pregunté.

—Sí, mucho. Es muy simpático y así. —sonrió.

—¡Ah! —asentí y miré a otro lado.

—Pero...—agarró mi mano. —tú me agradas mucho más y tú eres más simpático y así. —me lo dijo con una sonrisa y esa vocecita tan dulce que solo él tiene. Le sonreí igual y agarré bien su manita.

—Vamos a la cafetería, mi niño —le sonreí.

—¡Ay! Te quiero. —dijo con esa vocecita tierna.

—Y yo a ti, enano. —le sonreí.

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EN LA CAFETERÍA

Armando, Diego, Fernando y yo estábamos en la cafetería de la escuela viendo que pedir.

—¡Aquí no hay nada vegano! —exclamó Fernando con molestia.

—¿Eres vegano? —preguntamos Armando y yo al mismo tiempo.

—Mi primo no come nada de carne, ni de origen animal. —contestó Diego.

—¡Oh! Nunca lo hubiera imaginado. —dijo Armando.

—Pero ya lo sabes, así que no me ofrezcan tacos, ni nada de eso.

—No lo haremos. —volvimos a decir al mismo tiempo mientras negábamos con la cabeza.

—¿Ustedes siempre hablan al mismo tiempo o qué? —preguntó Diego.

Armando y yo nos miramos, sonreímos y luego miramos a Diego.

—A veces. —volvimos a decir y ellos rieron.

La verdad es que casi siempre hablamos al mismo tiempo, es algo que siempre nos pasa, ¡Ya sé! Es algo extrañado, pero nosotros ya nos acostumbramos.

—Bueno, yo iré a pedir una ensalada de frutas. —se retiró Fernando.

—¿Tú qué vas a pedir, Diego? —le preguntó Armando.

—Se me antojan unas papas fritas, pero yo normalmente no como eso.

—¿Y por qué? —preguntó con curiosidad.

—Es mucha grasa y yo cuido mucho mi cuerpo y salud.

—¡Ay! Pero con ese cuerpo que tienes no te harán nada. —dijo Armando con una sonrisa mientras lo miraba.

Okay, ¿era mi imaginación o el dulce y tierno de mi mejor amigo le estaba coqueteando a este?

Diego solo se rio.

—Iré a pedirlas entonces. —dijo y se fue.

—¿Tú qué vas a pedir, Josué?

—Nada. —negué, pero sin mirarlo.

—Tienes que comer algo, Josué. — me dijo.

—Entonces ve —lo miré. —y pregúntale a Diego qué puedo comer para tener un cuerpo como el suyo. —le dije de mala manera.

—No necesito preguntar eso porque tu cuerpo está perfecto así. —sonrió.

Eso me hizo sonreír y agarrar otra vez su manita.

—¿Vamos a pedir comida, enano? —le pregunté.

—No traje dinero, mi papá no me dio nada. —bajo la mirada.

—¡Hey! —levanté su carita —No te pregunté si traes o no dinero, ¿o sí?

—No, pero es que, no quiero que gastes en mí y te quedes tú sin comer y así.

—A dónde fui, mi tía me dio dinero, mi tío me dio más dinero y esta mañana mi papá me dio más, así que por eso ni te preocupes, enano. —dije muy seguro.

—Eso es lo bueno de tener parientes que casi no visitas. A mí mis tíos no me dan ni un chicle. —Eso me hizo reír.

—Ay, enano. —reí y besé su cabeza. —Mejor vamos a pedir lo que quieras.

Él me sonrió y caminó junto conmigo. Cuando terminamos de pedir la comida ahí estaban Diego y Fernando esperándonos y en cuanto nos vieron, los cuatro nos fuimos a sentar a las bancas.

—Oigan, —habló Armando. —¿esa es la niña que entró al salón y el profesor no la dejó entrar? —señaló con la mirada a una chica que estaba a lado de la banca de nosotros.

—Sí, es ella. —asentí.

—Se ve muy sola —mencionó Fernando.

—Y es muy bonita. —dijo Diego.

—¡Diego! —dijo Fernando mientras miraba mal a su primo.

—Ay, primo —rodó los ojos. —no me vas a negar que está hermosa.

—Bueno sí, sí está bonita. —asintió. —Pero tú calmado, Diego, sabes bien que odio que hables así de las mujeres.

—Primo, sabes que yo respeto mucho a las mujeres, pero la neta esa niña está bien bonita. —respondió Diego.

—Dejando de lado lo bonita que es. —dije yo. —La manera en la que le contestó al profesor, —reí. —¡Fue épico!

—Se ve que le valió. —mencionó Fernando.

—Sí, le valió madre.

—¡Josué! —Armando me regañó porque él odia que diga groserías.

—Perdón, chaparro. —le dije.

—Se ve que es de las que dice todo lo que piensa. —continúo Fernando.

—Ya tenemos algo en común. —dijo Diego muy sonriente.

—¡Diego, cállate! —le dijo Fernando algo molesto.

—Bueno, ya, es broma. Yo ni siquiera soy así. —rodó los ojos.

—¿A caso están hablando de mí? —nos dijo una voz femenina muy suave. Y sí, era ella. —Si me dicen que sí, no me enojo. —dijo la chica muy sonriente.

—Estábamos diciendo que estás muy bonita. —dijo Diego mientras sonreía y Fernando solo rodó los ojos.

—¡Oh! Gracias, ustedes también están muy guapos, los cuatro lo están. —Todos dijimos gracias.

—Hablábamos también de la manera en la que le contestaste al profesor. —le dije.

—¡Ash! —rodó los ojos. —Es que me enojé porque no me dejó entrar, ni explicarle nada.

—¿Y siempre eres así? —preguntó Fernando.

—¿Así como? —preguntó ella algo confundida.

—Así, tan directa. —respondió.

—A veces. —asintió. —Pero bueno, ustedes me caen muy bien, ¿Puedo sentarme aquí?

Fernando y Diego se recorrieron para que ella pudiera sentarse.

—¿Y cómo te llamas? —preguntó Armando.

—Soy Leslie, ¿y ustedes? — nos miró.

—Yo soy Armando. —sonrió.

—Josué. —sonreí.

—Soy Luis Fernando, pero solo dime Fernando o Fer.

—Yo soy Diego, pero solo dime Diego. —dijo en tono juguetón.

—Creo que mejor te diré Diego. —dijo Leslie y todos reímos. —¿Y qué edad tienen? —preguntó ella. —Yo tengo 15.

—Yo igual. —contestó Armando.

—También yo. —respondí.

—15. —respondió Fernando mientras asentía.

—Bueno, al parecer todos tenemos 15 años. —rio.

—No, yo no. —mencionó Diego mientras negaba con la cabeza.

—¿Qué edad tienes, Diego? —preguntó ella.

—Tengo 16.

—¿Y estás en primero? —sorprendida.

—Sí. —asintió.

—¿Perdiste año o qué? —preguntó con curiosidad.

—Reprobó la secundaria. —respondió Fernando.

—¡Qué chismoso eres! —lo miró con enojo.

—Bueno, perdón. —dijo Fernando.

—No importa. —Negó Leslie mientras reía —¿Y ya se conocían todos antes de venir acá o se acaban de conocer?

—Él, —señaló a Diego. —por desgracia, es mi primo.

—¿Cómo qué por desgracia? —ofendido.

Leslie comenzó a reír.

—Con razón se llevan así, —dijo riendo. —¿y ustedes los conocen de antes? —nos preguntó a Armando y a mí.

—No. —negué. —A ellos los conocimos hoy, pero Armando y yo, nosotros somos amigos desde la secundaria.

—¡Mejores amigos! —aclaró Armando.

—Sí, eso dije. —lo miré.

—No, Josué, —negó. —hay una gran diferencia entre ser mejores amigos a ser simples amigos.

—¡Ay, chaparro! Sabes bien que para mí no eres un simple amigo.

Armando me sonrió cuando dije eso y Leslie por alguna razón también.

—¡Awww, que lindos son! —nos miró. —Quisiera un amigo así.

—Solo hay uno así y ya lo tengo yo. —me sonrió y no pude evitar hacer lo mismo.

—Hay dos, Armando tiene uno y yo tengo al otro. —lo miré sin dejar de sonreírle.

—¡Ay! ¡Qué lindos! —dijo Leslie muy sonriente.

En ese momento el timbre para entrar a clase comenzó a sonar y todos nos levantamos de la banca para ir a clase y al hacerlo yo cómo siempre tomé la manita de Armando, pero todos se nos quedaron viendo raro.

—¿Ustedes son amigos o son novios? —preguntó Leslie muy curiosa y con una gran sonrisa.

Pude ver cómo Armando se sonrojó y Fernando y Diego rieron en silencio.

—Somos amigos —respondí. —¿por qué?

—¡Mejores amigos!  —aclaró Armando, otra vez.

—Mejores amigos. —afirmé y le sonreí.

—No se ofendan, —dijo Leslie. —pero es raro que dos amigos hombres se lleven así de bien.

—No tienes idea la cantidad de veces que hemos escuchado eso, pero no nos importa, la neta. —dije mientras negaba.

—Eso es bonito, sigan así.

Leslie nos sonrió y seguimos nuestro camino.

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