Josué
En el salón de clases todos nos encontrábamos callados, hasta que llegó una chica con el uniforme de la escuela y más o menos como de nuestra edad, corriendo al salón.
—¡Señorita! —dijo el profesor muy molesto. —¿Qué es esa manera de entrar al aula?
—Lo siento, profe. —dijo aquella chica. —Es que, se me hizo tarde porque...
—¿Usted va en este grupo? —la interrumpió.
—Así es. —asintió.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó.
—Leslie Córdoba Rey. —respondió la chica.
—¡Ah! Sí, aquí está. —asintió el profesor mientras miraba su lista. —Pero usted llegó tarde, señorita, así que le pido que se retire.
—Pero es que llegué tarde porque no...
—¡No quiero excusas! —alzó la voz. —Por favor salga, Córdoba. —señaló la puerta. —De todas maneras, usted ya tiene falta.
—¡Ah! ¡Al cabo que ni quería estar aquí! —contestó la chica de mala gana y se fue
—¡Adolescentes! —dijo el maestro mientras rodaba los ojos.
Pasaron varias horas y clases hasta que al fin tocó el timbre para salir a receso.
—Bueno, chicos, pueden salir a su descanso. —decía el profesor de álgebra mientras guardaba sus cosas y se retiraba.
—¡Ya era hora! —dijo Diego muy feliz.
—Primo, si ni siquiera hicimos nada, lo único que hicimos fue presentarnos y los profesores explicarnos como serán las clases.
—¿No me digas que mañana será mucho peor que hoy? —preguntó Diego en tono de desagrado y su primo solo rodó los ojos mientras reía.
—¿No te gusta mucho la escuela, Diego? —preguntó Armando.
—Reprobó tercero de secundaria, tú dirás. —respondió Fernando.
—¡Oye wey! Eso no se cuenta. —le dijo Diego a su primo en tono molesto.
—¿Quién reprueba tercero de secundaria? —pregunté yo en tono burlón.
—Él. —señaló a Diego.
—Yo. —se señaló Diego a sí mismo, haciendo al tierno de mi mejor amigo reír y no dejaba de verlo, lo cual me hizo sentir raro.
—Andando a la cafetería que tengo hambre. —Diego salió corriendo haciendo que Armando volviera a reír.
—¿Tu primo siempre es así? —le pregunté a Fernando.
—No. —negó. —A veces es mucho peor. —respondió muy tranquilo y se fue tras de su primo.
—¡Vamos con Diego! —me dijo Armando con entusiasmo.
—Fernando también se fue, no solo Diego. —respondí en tono molesto.
—Bueno, entonces vamos con ELLOS, ¡Ven! —Iba a agarrar mi mano, pero yo la quité. —¿Qué tienes, Josué? —dejó de caminar para verme.
¿Cómo explicaba algo que ni yo mismo entendía? –me pregunté.
—Te agrada mucho Diego, ¿verdad? —pregunté.
—Sí, mucho. Es muy simpático y así. —sonrió.
—¡Ah! —asentí y miré a otro lado.
—Pero...—agarró mi mano. —tú me agradas mucho más y tú eres más simpático y así. —me lo dijo con una sonrisa y esa vocecita tan dulce que solo él tiene. Le sonreí igual y agarré bien su manita.
—Vamos a la cafetería, mi niño —le sonreí.
—¡Ay! Te quiero. —dijo con esa vocecita tierna.
—Y yo a ti, enano. —le sonreí.
____________________________________________EN LA CAFETERÍA
—¡Aquí no hay nada vegano! —exclamó Fernando con molestia.
—¿Eres vegano? —preguntamos Armando y yo al mismo tiempo.
—Mi primo no come nada de carne, ni de origen animal. —contestó Diego.
—¡Oh! Nunca lo hubiera imaginado. —dijo Armando.
—Pero ya lo sabes, así que no me ofrezcan tacos, ni nada de eso.
—No lo haremos. —volvimos a decir al mismo tiempo mientras negábamos con la cabeza.
—¿Ustedes siempre hablan al mismo tiempo o qué? —preguntó Diego.
Armando y yo nos miramos, sonreímos y luego miramos a Diego.
—A veces. —volvimos a decir y ellos rieron.
La verdad es que casi siempre hablamos al mismo tiempo, es algo que siempre nos pasa, ¡Ya sé! Es algo extrañado, pero nosotros ya nos acostumbramos.
—Bueno, yo iré a pedir una ensalada de frutas. —se retiró Fernando.
—¿Tú qué vas a pedir, Diego? —le preguntó Armando.
—Se me antojan unas papas fritas, pero yo normalmente no como eso.
—¿Y por qué? —preguntó con curiosidad.
—Es mucha grasa y yo cuido mucho mi cuerpo y salud.
—¡Ay! Pero con ese cuerpo que tienes no te harán nada. —dijo Armando con una sonrisa mientras lo miraba.
Okay, ¿era mi imaginación o el dulce y tierno de mi mejor amigo le estaba coqueteando a este?
Diego solo se rio.
—Iré a pedirlas entonces. —dijo y se fue.
—¿Tú qué vas a pedir, Josué?
—Nada. —negué, pero sin mirarlo.
—Tienes que comer algo, Josué. — me dijo.
—Entonces ve —lo miré. —y pregúntale a Diego qué puedo comer para tener un cuerpo como el suyo. —le dije de mala manera.
—No necesito preguntar eso porque tu cuerpo está perfecto así. —sonrió.
Eso me hizo sonreír y agarrar otra vez su manita.
—¿Vamos a pedir comida, enano? —le pregunté.
—No traje dinero, mi papá no me dio nada. —bajo la mirada.
—¡Hey! —levanté su carita —No te pregunté si traes o no dinero, ¿o sí?
—No, pero es que, no quiero que gastes en mí y te quedes tú sin comer y así.
—A dónde fui, mi tía me dio dinero, mi tío me dio más dinero y esta mañana mi papá me dio más, así que por eso ni te preocupes, enano. —dije muy seguro.
—Eso es lo bueno de tener parientes que casi no visitas. A mí mis tíos no me dan ni un chicle. —Eso me hizo reír.
—Ay, enano. —reí y besé su cabeza. —Mejor vamos a pedir lo que quieras.
Él me sonrió y caminó junto conmigo. Cuando terminamos de pedir la comida ahí estaban Diego y Fernando esperándonos y en cuanto nos vieron, los cuatro nos fuimos a sentar a las bancas.
—Oigan, —habló Armando. —¿esa es la niña que entró al salón y el profesor no la dejó entrar? —señaló con la mirada a una chica que estaba a lado de la banca de nosotros.
—Sí, es ella. —asentí.
—Se ve muy sola —mencionó Fernando.
—Y es muy bonita. —dijo Diego.
—¡Diego! —dijo Fernando mientras miraba mal a su primo.
—Ay, primo —rodó los ojos. —no me vas a negar que está hermosa.
—Bueno sí, sí está bonita. —asintió. —Pero tú calmado, Diego, sabes bien que odio que hables así de las mujeres.
—Primo, sabes que yo respeto mucho a las mujeres, pero la neta esa niña está bien bonita. —respondió Diego.
—Dejando de lado lo bonita que es. —dije yo. —La manera en la que le contestó al profesor, —reí. —¡Fue épico!
—Se ve que le valió. —mencionó Fernando.
—Sí, le valió madre.
—¡Josué! —Armando me regañó porque él odia que diga groserías.
—Perdón, chaparro. —le dije.
—Se ve que es de las que dice todo lo que piensa. —continúo Fernando.
—Ya tenemos algo en común. —dijo Diego muy sonriente.
—¡Diego, cállate! —le dijo Fernando algo molesto.
—Bueno, ya, es broma. Yo ni siquiera soy así. —rodó los ojos.
—¿A caso están hablando de mí? —nos dijo una voz femenina muy suave. Y sí, era ella. —Si me dicen que sí, no me enojo. —dijo la chica muy sonriente.
—Estábamos diciendo que estás muy bonita. —dijo Diego mientras sonreía y Fernando solo rodó los ojos.
—¡Oh! Gracias, ustedes también están muy guapos, los cuatro lo están. —Todos dijimos gracias.
—Hablábamos también de la manera en la que le contestaste al profesor. —le dije.
—¡Ash! —rodó los ojos. —Es que me enojé porque no me dejó entrar, ni explicarle nada.
—¿Y siempre eres así? —preguntó Fernando.
—¿Así como? —preguntó ella algo confundida.
—Así, tan directa. —respondió.
—A veces. —asintió. —Pero bueno, ustedes me caen muy bien, ¿Puedo sentarme aquí?
Fernando y Diego se recorrieron para que ella pudiera sentarse.
—¿Y cómo te llamas? —preguntó Armando.
—Soy Leslie, ¿y ustedes? — nos miró.
—Yo soy Armando. —sonrió.
—Josué. —sonreí.
—Soy Luis Fernando, pero solo dime Fernando o Fer.
—Yo soy Diego, pero solo dime Diego. —dijo en tono juguetón.
—Creo que mejor te diré Diego. —dijo Leslie y todos reímos. —¿Y qué edad tienen? —preguntó ella. —Yo tengo 15.
—Yo igual. —contestó Armando.
—También yo. —respondí.
—15. —respondió Fernando mientras asentía.
—Bueno, al parecer todos tenemos 15 años. —rio.
—No, yo no. —mencionó Diego mientras negaba con la cabeza.
—¿Qué edad tienes, Diego? —preguntó ella.
—Tengo 16.
—¿Y estás en primero? —sorprendida.
—Sí. —asintió.
—¿Perdiste año o qué? —preguntó con curiosidad.
—Reprobó la secundaria. —respondió Fernando.
—¡Qué chismoso eres! —lo miró con enojo.
—Bueno, perdón. —dijo Fernando.
—No importa. —Negó Leslie mientras reía —¿Y ya se conocían todos antes de venir acá o se acaban de conocer?
—Él, —señaló a Diego. —por desgracia, es mi primo.
—¿Cómo qué por desgracia? —ofendido.
Leslie comenzó a reír.
—Con razón se llevan así, —dijo riendo. —¿y ustedes los conocen de antes? —nos preguntó a Armando y a mí.
—No. —negué. —A ellos los conocimos hoy, pero Armando y yo, nosotros somos amigos desde la secundaria.
—¡Mejores amigos! —aclaró Armando.
—Sí, eso dije. —lo miré.
—No, Josué, —negó. —hay una gran diferencia entre ser mejores amigos a ser simples amigos.
—¡Ay, chaparro! Sabes bien que para mí no eres un simple amigo.
Armando me sonrió cuando dije eso y Leslie por alguna razón también.
—¡Awww, que lindos son! —nos miró. —Quisiera un amigo así.
—Solo hay uno así y ya lo tengo yo. —me sonrió y no pude evitar hacer lo mismo.
—Hay dos, Armando tiene uno y yo tengo al otro. —lo miré sin dejar de sonreírle.
—¡Ay! ¡Qué lindos! —dijo Leslie muy sonriente.
En ese momento el timbre para entrar a clase comenzó a sonar y todos nos levantamos de la banca para ir a clase y al hacerlo yo cómo siempre tomé la manita de Armando, pero todos se nos quedaron viendo raro.
—¿Ustedes son amigos o son novios? —preguntó Leslie muy curiosa y con una gran sonrisa.
Pude ver cómo Armando se sonrojó y Fernando y Diego rieron en silencio.
—Somos amigos —respondí. —¿por qué?
—¡Mejores amigos! —aclaró Armando, otra vez.
—Mejores amigos. —afirmé y le sonreí.
—No se ofendan, —dijo Leslie. —pero es raro que dos amigos hombres se lleven así de bien.
—No tienes idea la cantidad de veces que hemos escuchado eso, pero no nos importa, la neta. —dije mientras negaba.
—Eso es bonito, sigan así.
Leslie nos sonrió y seguimos nuestro camino.
JosuéEstábamos caminando todos juntos al salón cuando de repente miramos a un muchacho como de nuestra edad, más o menos de mi estatura, cabello negro, piel blanca, complexión delgada, ojos cafés y es raro que yo lo diga, pero era hasta atractivo. El chico se acercó a nosotros y nos saludó.—Hi. —saludó aquel chico mientras sonreía, a lo que todos saludamos, todos menos Diego que por alguna razón lo veía de manera muy extraña, al igual que Leslie, solo que ella sí saludó.—Ustedes están en el mismo grupo qué yo, ¿verdad? —preguntó aquel chico de cabello negro.—Ni idea de quien seas. —negó Fernando.—Yo tampoco sé. —dije.—Soy Alexis González. Es que lo sé porque los vi ahí en el salón.—¡Ah! Sí, —asintió Armando. —te miré cuando te presentaste ante la clase.—¿Si? —le pregunté con algo de
NarradorTodos miraron a Diego con extraño por lo que acababa de decir, pero Diego cuando se dio cuenta de aquello que dijo, dejó de mirar a Alexis.—Me refiero lindo a su manera de ser, —aclaró Diego. —de que es buena persona, gentil, amable y todo eso.—¡Ay, Diego! —Alexis le sonrió mientras levemente se sonrojaba.—Como sea, Diego. —dijo Fernando. —Aquí el punto es que no debemos pelear entre nosotros.—Pues no, wey, —dijo Josué. —pero no soporto que le hablen así a Armando. —molesto.—Espero que Alexis no me vuelva a gritar por lo que voy a decir —habló Armando. —pero aún hay una manera de poder estar todos juntos fuera de aquí.—¿Cuál? —preguntaron todos mientras miraban a Armando esperando una respuesta de su parte.—Si Alexis no puede salir porque tiene que cuidar a su hermanita, ent
JosuéEra domingo por la tarde y desde aquella noche del viernes cuando jugamos al juego de "las confesiones" en casa de Alexis, donde Fernando le hizo esa pregunta a Armando, pero no la pudo contestar porque fue interrumpido por el papá de Alexis que llegó en ese momento. (Que por cierto nos sacó a todos a gritones de su casa) Bueno, desde ese día no había sabido nada de Armando, ignoraba mis llamadas, mis mensajes y cuando iba a verlo me decía que no estaba.El viernes hasta quería acompañar a Armando a su casa, pero me dijo que no y simplemente se fue y desde entonces no lo había visto. Pero no podía seguir así, no podía quedarme con esta duda de qué es lo que le sucedía a Armando, él era mi mejor amigo, yo tenía que verlo, tenía que ir a su casa, no podía estar más con esto, así que tomé mi chamarra y me fui a buscarlo.______________________________________________________
JosuéCuando Armando y yo llegamos a la prepa, en la entrada nos encontramos con Leslie y a Alexis.—¿Y cómo estuvo su fin de semana? —preguntó mi amiga mientras caminábamos.—Aburrido. —dijimos mi mejor amigo y yo mismo tiempo.—Aún me parece súper, híper, mega rarísimo que hablen al mismo tiempo. —dijo Alexis mientras reía y nosotros hicimos lo mismo.—Sí, es raro. —asintió Leslie. —Pero bueno, ¿y por qué fue aburrido? —nos preguntó.—Yo no salí de mi casa. —respondí.—Yo tampoco. —contestó Armando.—Pues ni yo porque mis padres no estuvieron y me quedé sola. —mencionó Leslie con algo de tristeza.—Tus papás nunca están, ¿verdad? —preguntó Armando.—No. —negó con la cabeza. —Se la pasan trabajando.—¿Y en que trabajan? —pregunté con curiosid
NarradoCuando Josué llegó al área de las bancas miró que Armando estaba ahí con sus otros amigos sentados en una de ellas.—Hola. —saludó y se sentó a lado de Armando.Alexis, Diego, Leslie y Fernando, le sonrieron y correspondieron a su saludo, pero siguieron comiendo.—¿Por qué te fuiste así, enano? —le preguntó.—Pues...estabas muy ocupado, ¿no? —no lo miró, ni le habló como siempre lo hacía, Josué conocía esa mirada y ese tono de voz, estaba molesto.—¡Uy! —dijeron Alexis y Diego muy burlones.—Nada más estaba agradeciéndole a Alexander por pagar mi comida. —le explicó, pero Armando rodó sus ojos.—¿Alexander? —preguntó Leslie. —¿el nuevo? —asombrada y extrañada.—Sí, él. —asintió.—¿El nuevo pagó tu comida? — preguntó Diego igual de asombrado.
JosuéArmando y yo caminamos para ir a nuestras casas, pero ninguno de los 2 hablaba, no dijimos nada por minutos, había silencio, un silencio incómodo que nunca antes hubo entre Armando y yo. Tampoco tomé su manita como siempre solía hacerlo y él tampoco me la dio. Nunca había pasado esto, entre él y yo siempre había risas y cosas de que hablar, pero ese día no era así, era Incómodo y ese silencio cada segundo se hacía más, pero decidí romperlo porque necesitaba saber algo.—¿Pasa algo con Fernando? —le pregunté mientras caminábamos.—No. —respondió sin verme.—¿Seguro?—Sí. —asintió.—¿Y por qué se estaban agarrando de las manos y por qué te dio un beso en la mejilla hace un rato? —seguí preguntando.—No sé de qué me hablas. —negó.—Armando, cuando entré al salón pude notar que estaban ag
JosuéMe sentía muy culpable de ver a mi niño así, no me gusta verlo mal y menos si es por mi culpa.—Enano... —le hablé, pero él ni me volteó a ver.—¡Déjame! —dijo con voz cortada.—Enano, ¿estás llorando? —me arrodillé para quedar a su nivel.—¡Que te importa! —decía mientras que con sus manitas cubría su rostro.—Chaparro, perdóname por hablarte así.Armando quitó sus manitas, levantó su carita y no lo podía creer, sus ojitos estaban llorosos. En ese momento me sentí peor, hice llorar a mi enano.—¡Vete con ALEX! —me dijo llorando.—No llores, ¡Por favor no llores, mi niño! soy un idiota, pero no llores, sabes que eso no lo soporto.—Según tú me cuidas de todos, cuidas que nadie me haga daño y tú me acabas de dañar. —siguió llorando.—Lo s
JosuéNo había dormido nada la noche anterior ya que no dejaba de pensar en lo que me dijo Fernando sobre Armando, sus palabras no dejaban de retumbar en mi cabeza, no sabía si lo que dijo Fernando de que Armando está enamorado de mí era verdad, pero tenía que descubrirlo.Salí de mi casa y me dirigí a la de Armando. La verdad no estaba muy lejos de la mía así que llegué pronto y me esperé a que él saliera.______________________________________________ArmandoEstaba saliendo de mi casa con mi mochila y vestido con un pantalón de mezclilla, zapatos negros, una camisa azul de botones y encima un saco delgado color negro.Iba caminando muy tranquilo cuando sentí como alguien me habló por atrás. En ese momento voltee y cuando lo hice, ¡Oh Dios mío! Era Josué y se veí