GuillermoVer a la mujer que se metió de nuevo en mi torrente sanguíneo desde aquella vez que la volví a ver en los quince de Maco y desde entonces se convirtió en un deseo ardiente después de haber estado tras las rejas. La tenía desnuda ante mí y eso me hizo primitivo. Me arrodillé entre sus piernas, deslicé mis manos lentamente por sus muslos.Vi su miedo al mismo tiempo, su deseo y antes de que el pavor la bloqueara pasé mi lengua por los pliegues de su vagina… ese delicioso sabor regresó a mi boca, no sabía que lo había deseado tanto hasta ese instante en que sucumbí ante su aroma y sabor de su centro.Naty se arqueaba ante mi degustación, porque era eso, un manjar increíblemente delicioso, escucharla llamarme, verla entregarse al placer, ser consciente del erizamiento de piel y saber que era el causante de su entrega, de ese paso que daba para vencer su miedo, estaba demasiado duro, yo necesitaba volverla a hacer mía.Seguí jugando con su punto más sensible y no me detuve hasta
SantosUna vez ingresé supuse que María Constanza se arreglaba y César se había instalado en la cocina para comer con jugo las galletas hechas por su hija, mientras yo metí en el álbum las fotos de las tres mujeres que hacían falta. A Naty la puse en la parte de; mi mejor amiga, a mi secretaria en donde decía, abuela.Eso era doña Lolita, una abuelita un tanto intensa, pero leal hasta la muerte y a la que también le permitía orientarme. Y en un lugar en blanco, sin darle etiqueta alguna, puse a mi pulga. Cerré el álbum, fui a la cocina para ayudarle a César a comer las galletas, pero yo lo hice con un poco de yogur.—Ya es la edad, pero los lácteos me dan reflujo. —solté la carcajada.—Guille nos tiene una gran noticia y quiere celebrar eso. —envió un mensaje. Tomé otra galleta, César hizo lo mismo—. Él ya debió pasar por Carlos. Llegarán al restaurante al que Lolita nos hizo la reservación.—Así es. ¿Crees que se hayan reconciliado?—Muy seguro.—Me gustaría, hijo.César, que me llam
María ConstanzaHabían pasado dos semanas… ¡Mis padres se quedaron dos largas semanas!, ya se iban el domingo; los adoro, pero ya era hora de que nos dejaran solos. Entre más pasaban los días, mi padre fue desplazando con «disimulo», según él, el que Santos se acercará a mí. Una vez mi tormento le entregó las llaves del auto para que pudieran desplazarse por la ciudad y disfrutaran de Río de Janeiro, papá se autoproclamó mi chofer principal.Con la excusa de que quería conocer la ciudad, me llevaba e iba a buscar, eso a Santos le frustró un poco, ese era el momento en el que nos desaforábamos a besarnos. No le hizo nada de gracia, y como no teníamos otras oportunidades, porque se aparecía por todos lados del apartamento, y eso que el lugar era inmenso, mamá no deja de regañarlo.Lo que sí se había incrementado fue el escribirnos por chat. A cada rato nos enviamos mensajes, en un par de ocasiones nos trasnochamos escribiéndonos, aun cuando su habitación quedaba al frente de la mía. Y n
SantosNo podía dormir, con esta era la segunda desvelada de la noche. Por eso desde hace una hora hacía ejercicio, en un rato, saldré con César. Cuando él me escuchó salir de la habitación a la medianoche, a los segundos él abrió la puerta de su cuarto. Por eso le pregunté si era que no dormía por estar en la puerta.Cada vez que me levantaba él se asomaba. Su actitud no me molestó, más bien me causó risa. Recordé la corta conversación de camino a la cocina mientras iba a prepararme leche tibia con miel.—Tú ¿acaso no duermes?—Extraño mi casa.—Sí, como no. Deberías de poner una cama adicional en la recámara y decirle a María Constanza que duerma con ustedes. Yo no voy a gatear a la habitación de tu hija. —Me he dado cuenta de que me has evadido para hablar. —No lo he hecho. Si quieres vamos al gimnasio.—¿A esta hora? Ya no estoy para hacer tanto ejercicio, mejor vamos a correr, ¿salimos mañana? En un rato quedé de salir temprano con María Joaquina y las tres damas a comprar deta
NataliaJamás pensé en volver a vivirlo, me había mentalizado y proyectado a permanecer sola, por el trauma del abuso, lamiendo mis heridas por los errores cometidos al casarme con Pablo. Por haberme alejado de mis padres para que ellos no me vieran lo mal que estaba. Y desde que volví con Guille hablaba con ellos dos veces al día.Había desechado por completo el ser feliz… Sí, ser feliz, y así me sentía en estos dieciséis días que tenía de estar con Guillermo de nuevo. Dos semanas de hacer el amor en cada parte del apartamento, esperarlo a que llegue de su trabajo, aunque pasaba mucho con los Abdala porque no quería dejarme sola.Me siento plena y no era solo por tenerlo a él, era por lo que representaba el volver a sentir de verdad con el único hombre a quien he amado con el alma, si Guillermo siente lo mismo no lo sé, sin embargo, al verlo me da la impresión de que el sentimiento era recíproco.Ahora comprendí lo que Maju siempre nos había dicho en las reuniones en el trabajo. «La
SantosSalimos a trotar hace media hora, hoy se regresan a Colombia. Anoche los tortolos enamorados de Guille y Naty… Ese par se veían más enamorados que nunca, vinieron a despedirse de ellos. La cena la hizo mi malgeniada pulga, le quedó deliciosa. Después de lo de la piscina, tenía claro de que debía hablar con ella.No me habla desde entonces. Pero lo haré después de que César y Maju estén en un avión. No iba a negar que el tenerlos estos días fue diferente, y la razón fue la unión familiar. Al no tener tiempo con mi Pequeña participé en todos los paseos, cenas, e integraciones familiares.Algo a lo que siempre le huyo, pero en esta ocasión no tenía nada más que hacer. Era mi deseo tenerla cerca, eso me obliga a pasar siempre alrededor de María Constanza. Sin duda lo que le molestó fue mi reacción. Pero a mí me molestó su comentario de que es una enseñanza para luego irse… y cuando llegué a esa conclusión no quise pensar más. No me sentí cómodo al pensar en ella para largo plazo.—
María ConstanzaHoy se iban mis padres, debíamos salir después del desayuno al aeropuerto para despedirlos. Preparaba el desayuno con mi mamá, hablamos mucho en su estadía, me sugirió buscar un método anticonceptivo, también me aconsejó no presionar a Santos a tener algo serio. —parecía bruja.Sugirió calmarme y me permitiera disfrutar, que si en la vida estaba escrito que él sea mi esposo y padre de mis hijos, así sería. Si no, que adquiriera experiencia, no era malo eso. Pero no me iba a permitir que me obsesionara a tal punto que perdiera mi norte y mi esencia. Porque el ser una mujer obsesionada terminaría como las locas que los atacaron a ellos.Me dijo que no me aferre, que mande por un tiempo largo a la vieja que habitaba en mí y disfrutara como la joven que era. Que me permitiera aprender de los errores, eso me haría más sensata, en otras palabras, me pidió vivir, de las fallas aprendería a levantarme. En otras palabras, que no sea amargada.—Mamá amo mi vida, y soy feliz así.
María Constanza.Le puse seguro a la puerta para tener la certeza de que él no ingrese y me viera llorar, tomé la almohada para contrarrestar cualquier gemido emergente de mi garganta. No tenía idea de cómo pude contenerme para no demostrar que su comentario hizo estragos en mi pecho. Mi ilusión fue hecha añicos.Y no podía culparlo, Santos no tenía la culpa de mis sentimientos, todo el mundo lo decía. Pero fui tan terca de enamorarme de él. Siempre he sabido quién era, y, aun así, me empeñé en obligarlo y forzarlo hasta el punto de incomodarlo con mis padres. Yo quería que se enamorara de mí.Si hubiera sido, al contrario, el pobre hubiera quedado como un posesivo, acosador, mi actitud debía de tenerla en cuenta… ¿Por eso mi madre me dijo que cayera en la obsesión? Olvidé por un momento que nadie obliga a nadie. Como quisiera tener al padre Castro en este momento para pedirle un buen consejo.Ahogué el llanto. Como dice el refrán: el hombre propone y la mujer dispone. De su parte sol