TÚ NO ERES EL PADRE
TÚ NO ERES EL PADRE
Por: Cuevasb09
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Ella lo empujó tan fuerte que él cayó boca arriba, desnudo.

—¡Debes de escucharme, mi amor! ¡No es lo que parece!

Vera no podía creer que él fuese tan descarado como para sentirse ofendido o enojado, cuando había sido ella quien lo había encontrado en la cama con otro hombre, y no cualquier hombre, el primo de Vera.

—¡No quiero nada que ver contigo! ¡Tú y yo terminamos!

Ella odiaba revelarle a los demás cuando se sentía herida, pero en aquel momento, era imposible para ella no sentir que su corazón se rompía en un millón de pedazos.

Su novio la había engañado, en su cumpleaños, con otro hombre.

La muchacha caminaba de manera agitada, meneando su larga y oscura melena de una esquina hacia la otra.

Se encontraba tan ensimismada que apenas pudo percatarse del hombre que también caminaba en dirección a ella.

Solo pudo sentir el golpe en su hombro, y como tenía las emociones a flor de piel, no dudo en reaccionar agresivamente.

—¡Tienes que fijarte por donde vas, maldito estúpido!

—¡Tú eres quien viene con los ojos cerrados, muchacha!

Ni siquiera se molestó en verla la cara al hombre, solo caminó lejos de allí sin mirar atrás.

Suspiró pesadamente cuando se encontró frente al sitio en donde vivía: unos inseguros y apestosos apartamentos, tan pequeños como feos.

Vera abrió la puerta y lo primero que se encontró fue la imagen de su madre en su silla de ruedas.

El apestoso olor a cigarrillos apenas le permitió respirar.

—Mamá, ¿has estado fumando de nuevo?

Su madre no le respondió, aunque era más que evidente que si lo había estado haciendo.

—¿Jugaste los dos números que te mandé a jugar?

—Lo olvidé.

Vera chilló de dolor cuando sintió algo frío y pesado en su espalda.

Su madre le había lanzado un plato de vidrio.

—¡Eres una inútil!

Vera contuvo sus lágrimas, había aplicado a muchos lugares, necesitaba obtener un empleo para poder costear su propia casa.

—Tengo una entrevista de trabajo en una hora, mamá.

Su madre se carcajeó, el corazón de Vera se encogió.

—Buena suerte, has aplicado a más de cincuenta empleos y has venido con las manos vacías.

—Esta vez no será igual.

Y no lo sería, Vera no tenía alguna idea de que su vida estaba a punto de cambiar aquel día.

***

—Vera Smirnov —la llamó la secretaria de aquella empresa—. Pase por aquí, por favor.

Vera se colocó de pie rápidamente; aquel había sido un día horrible, pero tenía esperanzas de que al menos recibiría el trabajo.

—¿Su edad?

—Veinte.

La secretaria carraspeó su garganta, entregándole un formulario a Vera.

—Llene este formulario, señorita Smirnov. El manager vendrá en unos momentos.

Vera llenó el formulario y se quedó esperando. Estaba llena de nervios, su pie se movía de una dirección hacia la otra.

Hasta que finalmente la puerta fue abierta por el manager.

—Lamento la tardanza.

De inmediato, un intenso perfume llenó aquella oficina.

Un perfume que ella, por alguna razón… conocía.

Una voz que le era… familiar.

Vera elevó sus ojos de manera rápida, fijándolos en el hombre que le iba a hacer la entrevista final.

Él la contempló, y no les daba crédito alguno a sus ojos. Aquella era la misma muchacha de la mañana, la misma muchacha que le había gritado que se fijara por donde iba, la misma muchacha que le había dicho maldito estúpido, aquella era la muchacha que aplicaba para ser su secretaria.

Vladimir elevó la comisura de sus labios en una perversa sonrisa, algo le decía que aquel sería un día bastante divertido.

—Así que… tu eres la nueva candidata.

Aquella voz… había algo tan familiar en aquella voz.

«¡Tú eres quien viene con los ojos cerrados, muchacha!»

Finalmente, Vera se dio cuenta de que aquel, para su infortunio había sido el mismo hombre de la mañana. ¿Acaso podía su suerte empeorar?

—Me tengo que ir —murmuró ella, avergonzada—. Con su permiso.

Antes de que ella pudiese si quiera acercarse a la puerta, él la sostuvo por el brazo.

—¿A dónde crees que vas? ¿No viniste aquí acaso por una entrevista, Vera? —Una sonrisa diabólica estaba en el rostro del hombre mientras decía aquello.

—¡Suélteme la mano!

—Oh, lo olvidaba, soy un maldito estupido, según tú.

La muchacha anhelaba poder enterrarse a sí misma a causa de la vergüenza tan fuerte que sentía en aquel momento.

—Escúchame, muchacha, yo soy…

—No me importa quien usted sea, esta entrevista se terminó.

Y así fue como ella se fue de allí, dejándole con la palabra en la boca.

Para él fue casi imposible de creer, una simple muchacha le había hablado de esa manera, una simple muchacha le había dejado con la palabra en la boca.

—Vera Smirnov —saboreó el nombre de aquella muchacha en sus labios—. Vera, Vera.

Nada obsesionaba más a un magnate como él que lo dejaran con la palabra en la boca, definitivamente ella las pagaría.

***

Vera apenas podía dejar de llorar.

Abrió la puerta con sus manos temblorosas y se sentó en el desgastado y hundido sofá, en donde solía encontrarse su madre, pero aquel día no estaba allí, por alguna razón.

—¿Madre? —Solo hubo silencio—. ¿Madre?

La muchacha corrió hacia la habitación, encontrándose con la peor escena de su vida.

Su madre arrojada en el suelo boca abajo.

—¡Madre! —La muchacha corrió a socorrer a su madre, pero la mujer era tan pesada que ella apenas pudo levantarla del suelo—. ¡Madre, por favor!

La mujer no respondía, la mujer no hacia ningún movimiento era como si se encontrara sin vida.

Apenas con fuerza para caminar y con su madre entre sus brazos, Vera logró ir hacia la salida y pedir por ayuda, pero aquellos eran unos apartamentos muy alejados de la ciudad y los pocos vecinos que tenían estaban demasiados ocupados con ellos mismos.

—¡Alguien por favor, ayuda!

Pero no había nadie cerca.

Vera dejó a su madre en la puerta y buscó su celular por toda la casa, solo para darse cuenta después de que lo había dejado en la oficina de Vladimir Petrov.

—¡Alguien ayúdenme! —chilló, arrojándose en el suelo junto a su madre.

—Súbete en el auto, rápido.

Vera levantó los ojos, paralizada ante lo que vio.

Se trataba de nada más y nada menos que Vladimir Petrov.

—¿Cómo usted…?

—¡Súbete al auto!

La muchacha sujetó a su madre por ambos brazos y subió con ella al auto, aun con miles de preguntas en su cabeza.

¿Cómo él había encontrado su ubicación?

«Por mi hoja de vida» se respondió.

Pero, ¿cómo había sabido que ella necesitaba ayuda justo en aquel momento?

—¿Acaso usted me siguió?

Él guardó silencio, sin responder.

Aceleró el auto, violando todas las leyes de transito, pero por querer tomar un atajo, terminó atascado en un agujero que ocasionó que la goma de su auto se desinflara.

—Maldita sea —murmuró él, sacando su teléfono.

—No te preocupes, mamá, estamos cerca del hospital —susurró Vera mientras abrazaba a su progenitora.

—Estoy en la calle 203 NW Nutter Street, ven a buscarme pronto.

Vera no tenia idea de a quien él llamaba, tampoco tenía idea de que estaba pasando, solo sabía que él la había estado siguiendo y eso la llenaba de un miedo horrendo.

Pasaron alrededor de veinte minutos de miseria y crisis hasta que apareció por fin un carro que estacionó justo al lado de ambos.

Al principio, Vera no comprendió nada e incluso pensó que estaban a punto de robarle, hasta que de aquel auto bajó un hombre de porte elegante, de apariencia física muy similar a la de Vladimir Petrov.

—¿A quién necesitas llevar al hospital?

Vladimir no podía decir que necesitaba llevar al hospital a una muchacha a la que había seguido como un enfermo, por lo que decidió mentir.

—Es una amiga.

Su hermano suspiró, caminando hacia el auto en el que ambas se encontraban.

Al abrir la puerta no esperó encontrarse con la muchacha más bella que había visto en toda su vida.

Por un largo minuto permaneció observándola, hasta que la voz de su hermano lo sacó de su trance.

—¡Vamos, Nicolas!

Y así fue como Vera se vio de repente en el auto de otro desconocido.

En un abrir y cerrar de ojos, se encontraba en un auto con un arrogante hombre que la había perseguido a su casa, con el que parecía ser el hermano de aquel hombre y con su madre moribunda entre sus brazos.

Vera ni siquiera entendía como había terminado así.

Tampoco entendía que después de aquel día la vida de nadie en aquel auto volvería a ser la misma.

¿Qué se sentiría ser la obsesión de dos magnates millonarios?

Vera estaba a punto de averiguarlo.

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