Ella lo empujó tan fuerte que él cayó boca arriba, desnudo.
—¡Debes de escucharme, mi amor! ¡No es lo que parece!
Vera no podía creer que él fuese tan descarado como para sentirse ofendido o enojado, cuando había sido ella quien lo había encontrado en la cama con otro hombre, y no cualquier hombre, el primo de Vera.
—¡No quiero nada que ver contigo! ¡Tú y yo terminamos!
Ella odiaba revelarle a los demás cuando se sentía herida, pero en aquel momento, era imposible para ella no sentir que su corazón se rompía en un millón de pedazos.
Su novio la había engañado, en su cumpleaños, con otro hombre.
La muchacha caminaba de manera agitada, meneando su larga y oscura melena de una esquina hacia la otra.
Se encontraba tan ensimismada que apenas pudo percatarse del hombre que también caminaba en dirección a ella.
Solo pudo sentir el golpe en su hombro, y como tenía las emociones a flor de piel, no dudo en reaccionar agresivamente.
—¡Tienes que fijarte por donde vas, maldito estúpido!
—¡Tú eres quien viene con los ojos cerrados, muchacha!
Ni siquiera se molestó en verla la cara al hombre, solo caminó lejos de allí sin mirar atrás.
Suspiró pesadamente cuando se encontró frente al sitio en donde vivía: unos inseguros y apestosos apartamentos, tan pequeños como feos.
Vera abrió la puerta y lo primero que se encontró fue la imagen de su madre en su silla de ruedas.
El apestoso olor a cigarrillos apenas le permitió respirar.
—Mamá, ¿has estado fumando de nuevo?
Su madre no le respondió, aunque era más que evidente que si lo había estado haciendo.
—¿Jugaste los dos números que te mandé a jugar?
—Lo olvidé.
Vera chilló de dolor cuando sintió algo frío y pesado en su espalda.
Su madre le había lanzado un plato de vidrio.
—¡Eres una inútil!
Vera contuvo sus lágrimas, había aplicado a muchos lugares, necesitaba obtener un empleo para poder costear su propia casa.
—Tengo una entrevista de trabajo en una hora, mamá.
Su madre se carcajeó, el corazón de Vera se encogió.
—Buena suerte, has aplicado a más de cincuenta empleos y has venido con las manos vacías.
—Esta vez no será igual.
Y no lo sería, Vera no tenía alguna idea de que su vida estaba a punto de cambiar aquel día.
***
—Vera Smirnov —la llamó la secretaria de aquella empresa—. Pase por aquí, por favor.
Vera se colocó de pie rápidamente; aquel había sido un día horrible, pero tenía esperanzas de que al menos recibiría el trabajo.
—¿Su edad?
—Veinte.
La secretaria carraspeó su garganta, entregándole un formulario a Vera.
—Llene este formulario, señorita Smirnov. El manager vendrá en unos momentos.
Vera llenó el formulario y se quedó esperando. Estaba llena de nervios, su pie se movía de una dirección hacia la otra.
Hasta que finalmente la puerta fue abierta por el manager.
—Lamento la tardanza.
De inmediato, un intenso perfume llenó aquella oficina.
Un perfume que ella, por alguna razón… conocía.
Una voz que le era… familiar.
Vera elevó sus ojos de manera rápida, fijándolos en el hombre que le iba a hacer la entrevista final.
Él la contempló, y no les daba crédito alguno a sus ojos. Aquella era la misma muchacha de la mañana, la misma muchacha que le había gritado que se fijara por donde iba, la misma muchacha que le había dicho maldito estúpido, aquella era la muchacha que aplicaba para ser su secretaria.
Vladimir elevó la comisura de sus labios en una perversa sonrisa, algo le decía que aquel sería un día bastante divertido.
—Así que… tu eres la nueva candidata.
Aquella voz… había algo tan familiar en aquella voz.
«¡Tú eres quien viene con los ojos cerrados, muchacha!»
Finalmente, Vera se dio cuenta de que aquel, para su infortunio había sido el mismo hombre de la mañana. ¿Acaso podía su suerte empeorar?
—Me tengo que ir —murmuró ella, avergonzada—. Con su permiso.
Antes de que ella pudiese si quiera acercarse a la puerta, él la sostuvo por el brazo.
—¿A dónde crees que vas? ¿No viniste aquí acaso por una entrevista, Vera? —Una sonrisa diabólica estaba en el rostro del hombre mientras decía aquello.
—¡Suélteme la mano!
—Oh, lo olvidaba, soy un maldito estupido, según tú.
La muchacha anhelaba poder enterrarse a sí misma a causa de la vergüenza tan fuerte que sentía en aquel momento.
—Escúchame, muchacha, yo soy…
—No me importa quien usted sea, esta entrevista se terminó.
Y así fue como ella se fue de allí, dejándole con la palabra en la boca.
Para él fue casi imposible de creer, una simple muchacha le había hablado de esa manera, una simple muchacha le había dejado con la palabra en la boca.
—Vera Smirnov —saboreó el nombre de aquella muchacha en sus labios—. Vera, Vera.
Nada obsesionaba más a un magnate como él que lo dejaran con la palabra en la boca, definitivamente ella las pagaría.
***
Vera apenas podía dejar de llorar.
Abrió la puerta con sus manos temblorosas y se sentó en el desgastado y hundido sofá, en donde solía encontrarse su madre, pero aquel día no estaba allí, por alguna razón.
—¿Madre? —Solo hubo silencio—. ¿Madre?
La muchacha corrió hacia la habitación, encontrándose con la peor escena de su vida.
Su madre arrojada en el suelo boca abajo.
—¡Madre! —La muchacha corrió a socorrer a su madre, pero la mujer era tan pesada que ella apenas pudo levantarla del suelo—. ¡Madre, por favor!
La mujer no respondía, la mujer no hacia ningún movimiento era como si se encontrara sin vida.
Apenas con fuerza para caminar y con su madre entre sus brazos, Vera logró ir hacia la salida y pedir por ayuda, pero aquellos eran unos apartamentos muy alejados de la ciudad y los pocos vecinos que tenían estaban demasiados ocupados con ellos mismos.
—¡Alguien por favor, ayuda!
Pero no había nadie cerca.
Vera dejó a su madre en la puerta y buscó su celular por toda la casa, solo para darse cuenta después de que lo había dejado en la oficina de Vladimir Petrov.
—¡Alguien ayúdenme! —chilló, arrojándose en el suelo junto a su madre.
—Súbete en el auto, rápido.
Vera levantó los ojos, paralizada ante lo que vio.
Se trataba de nada más y nada menos que Vladimir Petrov.
—¿Cómo usted…?
—¡Súbete al auto!
La muchacha sujetó a su madre por ambos brazos y subió con ella al auto, aun con miles de preguntas en su cabeza.
¿Cómo él había encontrado su ubicación?
«Por mi hoja de vida» se respondió.
Pero, ¿cómo había sabido que ella necesitaba ayuda justo en aquel momento?
—¿Acaso usted me siguió?
Él guardó silencio, sin responder.
Aceleró el auto, violando todas las leyes de transito, pero por querer tomar un atajo, terminó atascado en un agujero que ocasionó que la goma de su auto se desinflara.
—Maldita sea —murmuró él, sacando su teléfono.
—No te preocupes, mamá, estamos cerca del hospital —susurró Vera mientras abrazaba a su progenitora.
—Estoy en la calle 203 NW Nutter Street, ven a buscarme pronto.
Vera no tenia idea de a quien él llamaba, tampoco tenía idea de que estaba pasando, solo sabía que él la había estado siguiendo y eso la llenaba de un miedo horrendo.
Pasaron alrededor de veinte minutos de miseria y crisis hasta que apareció por fin un carro que estacionó justo al lado de ambos.
Al principio, Vera no comprendió nada e incluso pensó que estaban a punto de robarle, hasta que de aquel auto bajó un hombre de porte elegante, de apariencia física muy similar a la de Vladimir Petrov.
—¿A quién necesitas llevar al hospital?
Vladimir no podía decir que necesitaba llevar al hospital a una muchacha a la que había seguido como un enfermo, por lo que decidió mentir.
—Es una amiga.
Su hermano suspiró, caminando hacia el auto en el que ambas se encontraban.
Al abrir la puerta no esperó encontrarse con la muchacha más bella que había visto en toda su vida.
Por un largo minuto permaneció observándola, hasta que la voz de su hermano lo sacó de su trance.
—¡Vamos, Nicolas!
Y así fue como Vera se vio de repente en el auto de otro desconocido.
En un abrir y cerrar de ojos, se encontraba en un auto con un arrogante hombre que la había perseguido a su casa, con el que parecía ser el hermano de aquel hombre y con su madre moribunda entre sus brazos.
Vera ni siquiera entendía como había terminado así.
Tampoco entendía que después de aquel día la vida de nadie en aquel auto volvería a ser la misma.
¿Qué se sentiría ser la obsesión de dos magnates millonarios?
Vera estaba a punto de averiguarlo.
Vera derramó un rio de lagrimas cuando escuchó lo que el doctor dijo.—Solo es cirugía podría salvar la vida de su madre.—¡Pero yo no tengo ese dinero!El doctor se encogió de hombros, incapaz de ocultar lo poco que le importaba.—No hay demasiado que yo puedo hacer al respecto, lo lamento demasiado —dijo, retirándose.La única cirugía que podría salvarle la vida a su madre, tenía el costo de casi medio millón de dólares. Ella solo tenía trescientos dólares en sus ahorros, no podría ni, aunque pidiese un préstamo, costearla.¿Eso significaba que solo tendría que ver a su madre morir?Vera salió a llorar en uno de los asientos, ignorando que desde la distancia ambos hermanos la observaban.Nicolas observó a Vladimir y levantó una ceja.—Necesito que seas honesto conmigo, ¿de dónde conoces a esa muchacha?—Te he dicho ya que es una amiga.—No me mientas, sé cuando me mientes.Vladimir giró sus ojos.—Ella estaba buscando un empleo y… pienso darselo. Eso es todo.—¿Cómo terminaste con e
Vera sintió que la impotencia la mataría.Había sido usada, usada como una muñeca por Vladimir Petrov.Él la había drogado y la había abusado. Era tan estúpida. Aquel era el pago al préstamo.—¡Asqueroso! —chilló la muchacha, caminando hacia uno de los ascensores de aquella empresa.No podía quedarse así.La noche anterior, recordaba como alguien tomaba su cuerpo, recordaba haberse retorcido del placer, recordaba muchas cosas, pero no recordaba haber dado su consentimiento.La muchacha ignoró el llamado del guardia de seguridad y, como sabía en donde quedaba, se dirigió directamente hacia la oficina de Vladimir.La abrió de un estruendo tan fuerte que el hombre se paró de manera agresiva, dispuesto a pelear con cualquiera que hubiese osado a abrir su puerta de aquella manera.—¿Vera?—¡Es usted un depravado! —La muchacha se acercó a él e intentó golpearlo, aunque parecía que alguien se le hubiese adelantado, pues él tenía un vendaje en su cabeza—. ¡Iré a reportarlo a la policía!—Yo n
Margaret limpió la lagrima que se resbaló por su mejilla, a pesar de que habían pasado más de dos meses, ella seguía sin comprender como su novio había sido capaz de serle infiel.Ella le había querido hacer una sorpresa a su novio y al contrario, se había llevado una sorpresa ella al encontrar a Vladimir con una cualquiera.Jamás le había descubierto una infidelidad a Vladimir, y solo podía preguntarse si jamás le había descubierto una infidelidad porque él era muy bueno o porque ella era muy estúpida.De todas formas, él era la clase de millonario al que se le perdonaba todo.—Llego una carta para usted, señor Vladimir —dijo una de las sirvientas—. Lo lamento, señora Margaret, no sabía que solo usted se encontraba aquí.—No hay problema, Cecilia, dámela.Margaret tomó la carta que la empleada domestica le entregó y la abrió rápidamente, sin darse cuenta de que aquella destruiría su salud mental.“Vladimir, soy Vera. Seré breve e iré al grano: estoy embarazada y tú y tu hermano son l
Ella dejó un beso en los labios de Vladimir, pero él estaba muerto por dentro.Aquel matrimonio lo había matado por dentro. Era completamente infeliz.—Casi es nuestro aniversario, mi amor —dijo Margaret con una sonrisa en sus labios—. ¿No estás emocionado?Vladimir no le respondió, nunca le había ocultado que estaba totalmente infeliz por el hecho de haber terminado con ella. Desde el principio de su noviazgo le había dejado saber que no la amaba, y que solo quería estar con ella porque necesitaba casarse, asi como lo habían hecho los demás hombres de su familia.La mujer suspiró con furia ante el silencio de su esposo, pero no permitió que él viera lo frustrado que ella se encontraba.—Ten, te preparé este té, mi amor.Vladimir tomó el té sin ganas y lo bebió.—No sé a que hora llegaré hoy en la noche, debo de asistir a la fiesta de inauguración de la nueva sucursal.—No tienes que ir a la fiesta de inauguración, puedes solo mandar a Nicolas.—El diseñador Shey Lu estará allí, debo
Vladimir no sabia cuanto tiempo había pasado desde que había hablado con ella, solo sabia que el tiempo se había congelado.Él se encontraba congelado, sentado en el pasto de aquel establecimiento, sin saber que hacer o que decir. Aquello no tenía alguna explicación, no entendía como ella había sobrevivido, pero de algo estaba seguro y era de que ella mentía acerca de su nombre.—Por supuesto que eres tú, Vera.—¿Vladimir? —Nicolas apareció, observando a su hermano sin comprender que pasaba—. ¿Por qué desapareciste? La última vez que te vi estabas hablando con Shey Lu.—Esa no es Shey Lu.—Bueno, yo también estoy sorprendido de que es una mujer, pero todo indica a que es ella.—No, no entiendes, ¡esa es Vera!Nicolas permaneció en silencio por un momento, sin comprender demasiado bien lo que su hermano quería decir.—¿Quién?—Vera Smirnov.—No tengo idea de quien es esa, ¿te estás sintiendo bien, Vladimir?Su hermano se encontraba pálido, Nicolas entendia demasiado poco, pero empezaba
Vladimir suspiró profundamente mientras observaba por la ventana como Vera salía de su auto.No importaba las veces que ella se negara, él sabía que era ella. Solo debía de hacer que Vera dijese la verdad.Mientras esperaba a que Vera sacara a los gemelos del auto, recibió una llamada.—¿Encontraste algo de ella?—Muy poco, solo información general que no nos ayudaría a probar nada.—Dime que encontraste.—Su nombre es Vera Lu Smirnov, tenia veinte años al momento de su desaparición. No hay reportes de su embarazo, su cuerpo tampoco fue reportado, los únicos trabajos que había tenidos antes de desvanecerse eran trabajos informales, no pude conseguir nada de información en tarjeta de crédito. Su madre sigue viva, está en un asilo, pero se rehúsa a hablar desde que su hija desapareció. Muchos en el asilo creen que su hija no existió. —Nicolas suspiró desde la otra linea—. Nadie puede realmente confirmar que ella existió.Vladimir maldijo en su mente.—Intenté llamar al doctor que la ate
Vladimir se encontraba ansioso.Vera era tan descarada que estaba dispuesta a seguirse presentando como su socia.Aquella soleada tarde, ella iría y ambos trabajarían en el mismo proyecto.Vladimir solo necesitaba ADN de los gemelos y podría fácilmente saber si ambos bebés eran suyos.De ser suyos, él se los quitaría como venganza por ella querer ocultarlos de él, por venganza de ella haciéndolo lucir como un total lunático.La puerta fue abierta y Vera entró por esta, con un elegante bolso color café claro y con su espeso cabello rubio casi ocultándole el rostro.Vladimir sonrió cuando la vio entrar.—A pesar de los inconvenientes presentados la noche anterior, estoy dispuesta a darle una oportunidad, señor Vladimir, pues al final de todo, usted es mi socio.—¿Podemos dejar las formalidades estúpidas e ir al grano?Vera elevó una ceja.—No sé de que me habla, señor Vladimir.—Ayer me llamaste, ayer me confesaste que eres Vera.—Mi nombre es Shey Lu, no sé de que me habla.Vladimir la
La mujer miró a su esposo totalmente nerviosa. No podía creer que habían descubierto un secreto que ella creía enterrado desde hace años. Mucho menos podía creer que aquella muchacha se encontraba viva.—Nada, no he dicho nada.—¡Repite lo que has dicho!—Vamos, repítelo —insistió Vera, con una enorme sonrisa en su rostro.—¡Tú no puedes estar viva!Vera sonrió aún más, de una manera tan diabólica que asustó a ambos.—Bueno, los dejaré que ustedes hablen. Al final de cuentas, no sé de quien esa muchacha que hablan, mi nombre es Shey Lu.—¡Eres una maldita demente! —gritó Margaret, queriendo abalanzarse sobre la muchacha, pero Vladimir la sostuvo por los brazos—. ¡Esta tipa está loca!Vera sonrió, saliendo de la oficina.—¡Calmate, Margaret!—¡Ella no debería estar aquí! ¡Ella debería estar muerta!—¡He dicho que te calmes! —Margaret lo miró asustada, no sabía como reaccionar, él jamás le había hablado de aquella manera—. ¡Me vas a explicar como es eso de que intentaste matar a Vera!—