Margaret limpió la lagrima que se resbaló por su mejilla, a pesar de que habían pasado más de dos meses, ella seguía sin comprender como su novio había sido capaz de serle infiel.
Ella le había querido hacer una sorpresa a su novio y al contrario, se había llevado una sorpresa ella al encontrar a Vladimir con una cualquiera.
Jamás le había descubierto una infidelidad a Vladimir, y solo podía preguntarse si jamás le había descubierto una infidelidad porque él era muy bueno o porque ella era muy estúpida.
De todas formas, él era la clase de millonario al que se le perdonaba todo.
—Llego una carta para usted, señor Vladimir —dijo una de las sirvientas—. Lo lamento, señora Margaret, no sabía que solo usted se encontraba aquí.
—No hay problema, Cecilia, dámela.
Margaret tomó la carta que la empleada domestica le entregó y la abrió rápidamente, sin darse cuenta de que aquella destruiría su salud mental.
“Vladimir, soy Vera. Seré breve e iré al grano: estoy embarazada y tú y tu hermano son los únicos dos hombres con los que he estado en los últimos dos meses, necesito que me des una respuesta. Hemos cometido un error muy grande”.
Margaret leyó el reveso de la carta, viendo la dirección de quien la envió.
—No vas a arruinar mi vida, estúpida. —La mujer sacó su teléfono y marcó de manera temblorosa el numero de alguien—. 1153 Cheshire Road, fuego, no sobrevivientes.
Luego, la mujer quemó la carta, arrojándola a la basura.
Nadie se iba a interponer en el matrimonio de ella y Vladimir que pronto tendría lugar.
Nadie, ni siquiera una muchacha y su bebé no nacido.
***
Desde que le había gritado a su madre, la mujer se había enojado tanto que había salido con su silla de ruedas y no había regresado en varias horas.
Vera había aprovechado aquel tiempo de silencio para dormir, hasta que algo interrumpió su respiración.
La muchacha se despertó tosiendo de manera sofocada fue cuando se percató que se trataba de un violento fuego que se expandía.
—¡Ayuda! —pidió, pero pronto recordó que prácticamente no tenía vecinos y no pudo evitar entrar en pánico—. ¡Alguien, ayuda por favor!
La muchacha fue rápidamente arrinconada por el fuego, apenas pudo lograr sostener su celular y cuando lo hizo, consiguió marcar el número de Vladimir.
—¡Está en llamas!
—¿Qué dices?
—¡Mi casa está en llamas!
Vera colgó la llamada y se encontró tan arrinconada que no supo que hacer y terminó arrojándose por una ventana.
Su cabeza colisionó tan agresivamente con el concreto que ella perdió la consciencia de manera inmediata.
***
—¿Tiene usted alguna idea de que pudo haber ocasionado este fuego?
—No lo sé, ella solo me llamó y dijo que su casa estaba en llamas.
—¿Sabe usted si ella tenía algunos enemigos?
—No —respondió Vladimir—. No lo sé, creo que no.
—Bueno, ella no sufrió ninguna quemadura, pues parece que consiguió arrojarse antes de que el fuego se intensificara, sin embargo, sufrió un golpe muy severo en la cabeza, es un milagro que ambos estén vivos.
—¿Ambos? ¿Acaso su mamá estaba allí con ella?
El doctor alzó una ceja.
—Nadie me dijo nada acerca de alguien más en el apartamento.
—¿Y por qué habla en plural, doctor?
—Cuando dijo “ambos” me refiero a Vera y al bebé que ella espera en su vientre.
El mundo de Vladimir se congeló en aquel instante.
—¿Vera… está embarazada?
—Tiene casi dos meses de embarazo, señor Petrov.
—No, no… no…
—¿Señor Petrov?
—¡Maldita sea!
Vladimir salió corriendo fuera de aquella habitación y llamó de inmediato a su hermano.
—¿Vladimir?
—¿Usaste protección con Vera?
—¿Qué demonios?
—¡Responde, carajo!
—¡Sí, si usé protección!
«Yo no…» pensó él, sintiéndose mareado.
Vladimir se montó rápidamente en su coche, dirigiéndose a su casa.
Necesitaba aclarar sus pensamientos.
Abrió la puerta y corrió hacia su habitación, solo para encontrarse con un olor a quemado que parecía haberse conservado allí por alguna razón.
El hombre se dirigió hacia el baño y se dio cuenta de unos papeles que estaban arrojados de manera desorganizada en el zafacón, por alguna razón, una voz en su cabeza le dijo que sujetara los papeles y él así lo hizo.
Pero lo que vio apenas tuvo sentido.
“Soy Vera”.
“Embarazada”.
“Fue un error”.
—No… no, ¡no!
«¿Acaso ese bebé será mío?» se preguntó.
—Imposible, ella pudo haber estado con muchos más hombres además de mí. Es imposible que ese bebé sea mío.
Pero había una voz en su cabeza que le gritaba una y otra vez que por más que se lo negara, aquel bebé era de él.
***
Margaret jamás había sentido tanta furia en toda su vida.
—Te he pagado diez mil dólares para que le prendas en fuego la casa a esa zorra y tú la has dejado viva, ¡eres un inútil!
Antes de que la otra persona pudiese responder, Margaret colgó sintiéndose asfixiada por la furia.
Tenía que hacer algo para evitar que esa zorra se saliera con la suya, tenía que hacer algo urgente.
—Tengo que hacer las cosas con mis propias manos.
Tras esto, la mujer hizo otra llamada.
—No te preocupes, no requiero de tus servicios, solo quiero que me consigas un galón de gasolina… sí, sí, de lo otro me encargo yo.
***
Vera sintió su garganta tan seca que el simple hecho de intentar tragar fue un martirio. No recordaba muy bien lo que había pasado, solo recordaba el dolor que había sentido al arrojarse de casi seis pisos.
De repente, Vera llevó sus manos al estómago. Recordó que estaba embarazada, recordó que el papá podría ser cualquiera de los hermanos Petrov, se sintió como una zorra, anheló huir.
Se arrepentía de haberle mandado aquella carta a Vladimir, porque lo más probable era que él creyera que ella lo estaba engañando porque el verdadero padre de su hijo no estaba presente.
Si Vera no se sintiera tan adolorida, se hubiese puesto de pie y se hubiese ido, lejos de todos, pero apenas sabia en donde se encontraba.
La muchacha estiro la mano y la llevo hacia su teléfono, marcando el numero de la única persona que quizás podía ayudarla, aunque era irónico, pues esa persona había sido el principal causante de que ella se encontrara en aquella situación.
—¿Vladimir? ¿Dónde está mi madre?
La línea se estaba cortando, Vladimir apenas pudo entenderla.
—¿Vera?
—Vladimir, ¿Dónde está mi madre?
—Apenas puedo entenderte, Vera.
—Vladimir, creo que estoy embaraza de usted —murmuro ella—. Todo esto fue un error, mi madre tenía razón.
Para su infortunio, la ultima parte Vladimir su la escucho perfectamente.
—Vera…
—Debo irme, ignore la carta que le envié.
—¿Carta?
Vera colgó la llamada e intento ponerse de pie, pero no lo consiguió.
—Usted debería de estar dormida, muchacha.
Una enfermera entro a la habitación en donde V era se encontraba, regañándola.
Antes de que la muchacha pudiese decir algo, Vera sintió como la mujer inyecto algo en su brazo, tan rápido que ella apenas pudo reaccionar.
—¿Qué fue eso que me inyectó?
La mujer no respondió, Vera empezó a sentirse mareada.
—Algo para que te tranquilices.
Vera no comprendió.
—No estaba intranquila, pero ahora si lo estoy. Me siento mareada, demasiado… —La muchacha apenas pudo mantenerse sentada—. ¿Qué me inyectó? —Ante la falta de respuesta por parte de la enfermera, Vera empezó a enojarse—. ¿Acaso es sorda o estúpida?
La enfermera rio, Vera intentó ponerse de pie, pero apenas pudo moverse, terminó sucumbiendo en la cama, apenas consciente.
—No te preocupes, muchacha —dijo la enfermera, quitándose la mascarilla—, solo dolerá como el infierno.
Vera la miró, casi desmayada, dándose cuenta de que aquella persona era nada más y nada menos que Margaret Collins, la conocía porque ella había salido en las noticias como la prometida de Vladimir.
Todo empezaba a cobrar sentido.
De repente, entre su batalla intentando mantenerse despierta, Vera escuchó como la mujer destapó un galón de algo y empezó a rosearlo por toda la habitación.
Le costó poco tiempo a Vera darse cuenta de que se trataba de gasolina.
Pero por más asustada que se encontraba, sus extremidades se encontraban paralizadas.
Margaret observó directamente a los ojos a Vera mientras jugaba con el encendedor entre sus manos.
Vera imploró para que no lo hiciera, Margaret sonrió.
—Eres hermosa, me atrevería a decir que más hermosa que yo, lastimosamente de ti solo quedaran las cenizas.
Y lanzó el encendedor hacia la gasolina.
En un instante todo se llenó de fuego.
Margaret desapareció por la puerta y Vera permaneció paralizada en la cama.
«Voy a morir» se decía una y otra vez, sin saber que hacer.
No podía creer que iba a morir sin haber empezado a vivir. Aquello la llenó de una furia incontrolable.
Con la poca fuerza que tenía, se balanceó de un lado hacia el otro, cayendo al suelo.
«Me tengo que vengar» pensó en medio de su lucha por vida.
Pasaron alrededor de veinte minutos antes de que alguien se diera cuenta del fuego.
De inmediato llamaron a los bomberos y al 911, quien apagaron el fuego con toda la rapidez que pudieron.
Vladimir fue informado acerca del fuego por una de las enfermeras.
Corrió tan rápido que sus extremidades atentaron con despegarse de su cuerpo.
Una vez llegó a la escena, buscó con sus ojos a Vera, pero no dio con ella.
—¿Dónde está la paciente que estaba en esa habitación? —le preguntó a uno de los bomberos—. ¿Acaso ella resultó accidentada?
—¿Paciente? No había ninguna paciente allí.
—Por supuesto que sí, su nombre era… es Vera.
El bombero negó.
—¡Ella estaba aquí!
—Le estoy diciendo, señor, que no encontramos a nadie, ni ningún cuerpo en la habitación del incendio.
Vladimir empezó a respirar profundamente, ¿cómo era aquello posible?
Fue hacia donde el doctor que le respondió lo mismo que el bombero.
—Pero, ¿la vieron salir de la habitación?
—No vimos a nadie por la cámara, las enfermeras no reportan a nadie saliendo… es como si ella se hubiese desvanecido.
—Desvanecido —murmuró Vladimir, confundido—. Las personas no se desvanecen.
Después de aquel incidente, él continuaría buscándola por meses, pero no daría con ella.
Con el tiempo, la daría por muerta.
Pero los fantasmas del pasado regresarían para torturarlo, esta vez peor que nunca.
Ella dejó un beso en los labios de Vladimir, pero él estaba muerto por dentro.Aquel matrimonio lo había matado por dentro. Era completamente infeliz.—Casi es nuestro aniversario, mi amor —dijo Margaret con una sonrisa en sus labios—. ¿No estás emocionado?Vladimir no le respondió, nunca le había ocultado que estaba totalmente infeliz por el hecho de haber terminado con ella. Desde el principio de su noviazgo le había dejado saber que no la amaba, y que solo quería estar con ella porque necesitaba casarse, asi como lo habían hecho los demás hombres de su familia.La mujer suspiró con furia ante el silencio de su esposo, pero no permitió que él viera lo frustrado que ella se encontraba.—Ten, te preparé este té, mi amor.Vladimir tomó el té sin ganas y lo bebió.—No sé a que hora llegaré hoy en la noche, debo de asistir a la fiesta de inauguración de la nueva sucursal.—No tienes que ir a la fiesta de inauguración, puedes solo mandar a Nicolas.—El diseñador Shey Lu estará allí, debo
Vladimir no sabia cuanto tiempo había pasado desde que había hablado con ella, solo sabia que el tiempo se había congelado.Él se encontraba congelado, sentado en el pasto de aquel establecimiento, sin saber que hacer o que decir. Aquello no tenía alguna explicación, no entendía como ella había sobrevivido, pero de algo estaba seguro y era de que ella mentía acerca de su nombre.—Por supuesto que eres tú, Vera.—¿Vladimir? —Nicolas apareció, observando a su hermano sin comprender que pasaba—. ¿Por qué desapareciste? La última vez que te vi estabas hablando con Shey Lu.—Esa no es Shey Lu.—Bueno, yo también estoy sorprendido de que es una mujer, pero todo indica a que es ella.—No, no entiendes, ¡esa es Vera!Nicolas permaneció en silencio por un momento, sin comprender demasiado bien lo que su hermano quería decir.—¿Quién?—Vera Smirnov.—No tengo idea de quien es esa, ¿te estás sintiendo bien, Vladimir?Su hermano se encontraba pálido, Nicolas entendia demasiado poco, pero empezaba
Vladimir suspiró profundamente mientras observaba por la ventana como Vera salía de su auto.No importaba las veces que ella se negara, él sabía que era ella. Solo debía de hacer que Vera dijese la verdad.Mientras esperaba a que Vera sacara a los gemelos del auto, recibió una llamada.—¿Encontraste algo de ella?—Muy poco, solo información general que no nos ayudaría a probar nada.—Dime que encontraste.—Su nombre es Vera Lu Smirnov, tenia veinte años al momento de su desaparición. No hay reportes de su embarazo, su cuerpo tampoco fue reportado, los únicos trabajos que había tenidos antes de desvanecerse eran trabajos informales, no pude conseguir nada de información en tarjeta de crédito. Su madre sigue viva, está en un asilo, pero se rehúsa a hablar desde que su hija desapareció. Muchos en el asilo creen que su hija no existió. —Nicolas suspiró desde la otra linea—. Nadie puede realmente confirmar que ella existió.Vladimir maldijo en su mente.—Intenté llamar al doctor que la ate
Vladimir se encontraba ansioso.Vera era tan descarada que estaba dispuesta a seguirse presentando como su socia.Aquella soleada tarde, ella iría y ambos trabajarían en el mismo proyecto.Vladimir solo necesitaba ADN de los gemelos y podría fácilmente saber si ambos bebés eran suyos.De ser suyos, él se los quitaría como venganza por ella querer ocultarlos de él, por venganza de ella haciéndolo lucir como un total lunático.La puerta fue abierta y Vera entró por esta, con un elegante bolso color café claro y con su espeso cabello rubio casi ocultándole el rostro.Vladimir sonrió cuando la vio entrar.—A pesar de los inconvenientes presentados la noche anterior, estoy dispuesta a darle una oportunidad, señor Vladimir, pues al final de todo, usted es mi socio.—¿Podemos dejar las formalidades estúpidas e ir al grano?Vera elevó una ceja.—No sé de que me habla, señor Vladimir.—Ayer me llamaste, ayer me confesaste que eres Vera.—Mi nombre es Shey Lu, no sé de que me habla.Vladimir la
La mujer miró a su esposo totalmente nerviosa. No podía creer que habían descubierto un secreto que ella creía enterrado desde hace años. Mucho menos podía creer que aquella muchacha se encontraba viva.—Nada, no he dicho nada.—¡Repite lo que has dicho!—Vamos, repítelo —insistió Vera, con una enorme sonrisa en su rostro.—¡Tú no puedes estar viva!Vera sonrió aún más, de una manera tan diabólica que asustó a ambos.—Bueno, los dejaré que ustedes hablen. Al final de cuentas, no sé de quien esa muchacha que hablan, mi nombre es Shey Lu.—¡Eres una maldita demente! —gritó Margaret, queriendo abalanzarse sobre la muchacha, pero Vladimir la sostuvo por los brazos—. ¡Esta tipa está loca!Vera sonrió, saliendo de la oficina.—¡Calmate, Margaret!—¡Ella no debería estar aquí! ¡Ella debería estar muerta!—¡He dicho que te calmes! —Margaret lo miró asustada, no sabía como reaccionar, él jamás le había hablado de aquella manera—. ¡Me vas a explicar como es eso de que intentaste matar a Vera!—
Nicolas y Vladimir se miraron a los ojos, suspirando casi al mismo tiempo.—No sé que haré, pero la voy a hacer confesar —dijo Nicolas, determinado—. Esa zorra no va a jugar con mi cabeza.—De alguna forma debemos de acercarnos a los gemelos y obtener una prueba de su ADN —comentó Vladimir—, pero no se me ocurre nada ahora mismo.—Si los gemelos son mis hijos se los quitaré. —Vladimir miró a su hermano sin decir nada—. Esa zorra me ha puesto a pasar por demasiado estrés como para que solo se salga con la suya.—Nicolas, no digas estupideces.—¡Le quitaré a los hijos! No me importa si el padre eres incluso tú, me encargaré de que también le quites la custodia. Nadie va a hacerse la muerta y va a aparecer después de cuatro años con unos mellizos y a hacernos dudar de si somos el padre o no. La semana pasada la confronté y le pregunté si yo era el padre de los mellizos, ¿sabes que me respondió?Vladimir suspiró.—Tu no eres el padre —adivinó Vladimir.—¿Cómo lo supiste?—Porque también m
Vera llegó a su casa y preparó una cena ligera para sus dos hijos, dándoles un beso en la cabeza y diciéndoles que se vayan a dormir.Ambos niños eran bastante educados e inteligentes, por lo que desde una corta edad eran capaces de entender comandos e instrucciones. Pues así los había criado la madre.Vera se sentó en su sofá a mirar por la ventana hacia la calle, cuando de repente sintió una presencia que la miraba. Sabia que uno de los hermanos Petrov la había estado persiguiendo, por lo que se mantuvo en calma. Lo más probable era que se tratara de Nicolas, pues él era el mas impulsivo de los dos, también al que más detestaba.La mujer abrió su computadora, yendo al internet y escribiendo el nombre de ambos hermanos Petrov. La noticia de que Nicolas estaba saliendo con una muchacha estaban por todos lados, al parecer era verdad, o al menos eso Vera esperaba, pues estaba a punto de hacer algo de lo que quizás se arrepentiría, pero después de todo la única razón por la que Vera habí
Nicolas miró a su hermano, casi arrepentido.—No podemos permitir que algo así vuelva a suceder —dijo Vladimir mientras una de las sirvientas limpiaba sus heridas—. Es como si hubiese perdido la cordura por instantes, no pude controlarme.Ninguno de los dos pudo, era como si ella hubiese puesto una clase de maldición en los dos. Habían perdido la capacidad de raciocinio, se habían olvidado de que estaban en aquello juntos, de que eran ellos dos contra Vera, no ellos contra sí mismos.—Creo que Vera nos grabó —murmuró Nicolas.—¿Por qué lo dices?Con las manos temblorosas, Nicolas levantó su teléfono, mostrándole a su hermano la noticia que parecía llenar todos los medios sociales.‘Hermanos Petrov se van en pelea por motivos desconocidos; se dice que la causa es una mujer’.Lo peor de todo es que la causa fue una mujer.—Aleja eso de mí —murmuró Vladimir—. No debiste acostarte con ella.—Eso no iba a cambiar nada si tú no hubieses llegado.—¿Eso quiere decir que pretendías ir a acosta