—Es que…—Ven aquí, florecilla. —emitió en un susurro bajito, me debatí un segundo, terminé acercándome, y me incliné dejando que me abrazara lo que podía —. Te amo. —Y yo a ti, Ismaíl. —No quiero que le digas a Isaac o a Lizzy, no merecen verme así —agregó. Me separé y acaricié su mejilla. —Haré lo que pueda, no puedo prometerte algo así. …Un panorama grisáseo se asomaba en nuestras vidas, empañando los cristales, llevándose la fugaz claridad que nos iluminó tan poco. El presagio, la corazonada de saber que todo pendía de un hilo, atizando mi alma. La tranquilidad me abandonó sin intenciones de volver. Perdí la cuenta de cuánto derramé lágrimas sobre las almohadas. Hecha ovillo en su cama, me hundí en la tristeza, en los oscuros abisales de plañir incesante. —No puedes seguir así. —No consigo sentirme de otra manera, cada día lo extraño más. —Pero se está recuperando. Los doctores harán lo mejor…—Aunque esté mejorando de su lesión en la espalda, no deja de ser desfavorable
Busqué por todos lados a Lizzy, me preocupé de no verla en su habitación. La llamé por quinta vez, nada, no respondía a mis llamados. Le pregunté a Isaac al respecto, pero no obtuve respuesta. Mi propio hijo me ignoraba. —Te estoy hablando, Isaac. —Es que no la he visto, no sé dónde podría estar —se encogió de hombros. —Oye, necesito hablar con los dos. —¿Mami? —me giré y encontré a Kelly con la pequeña Lizzy tomándola de la mano, tenía un globo rosado. Entonces lo recordé todo, mi amiga se la había llevado a pasear en la mañana. ¿Cómo se me pudo olvidar? Supongo que todo lo que pasaba torno a Ismaíl me tenía agobiada. A sabiendas de verla sana, exhalé y me le acerqué recibiendo su tierno abrazo. —Mira, la tía Kelly me compró un bonito globo —comentó emocionada, esbozando la sonrisita más dulce que vi jamás. Le acaricié las mejillas regordetas.—Está hermoso, princesa. ¿Le diste las gracias a la tía Kelly? —Sí, ya le dije. También me compró un delicioso helado de chocolate —aña
En el hospital, Brenda se quedó en la sala de espera, incitándome a entrar primero con los niños. Le dije que podía ir con nosotros, pero se negó. Al final permaneció con Marcus a su lado. No insistí. Sengei apareció en nuestro camino, nos saludamos. Después de hablar con Evanson, pudimos ingresar a la habitación. Ismaíl se quedó sin palabras al verme ahí con los niños. Solo pude sonreírle, en medio del correteo de su pequeña ir hacia él, ansiosa. Isaac avanzó más despacio, pudiendo abrazarlo. Tuve que aproximarme rápidamente cargando a la niña que no alcanzaba llegar a su rostro. —Papi —susurró besándole toda la cara —. Mami me dijo que te pasó algo malo, ¿cómo estás? —Lizzy, Isaac… —por fin pronunció dibujando una sonrisa, besando a ambos en la frente —. Que bien me siento de verlos, hijos. Estaré bien, más al tenerlos aquí conmigo. ¿Qué han hecho estos días? Él intentaba desviarlos del tema con aquella inquisitiva. Le hablaron de su día, un poco más alegres por saber a su proge
El día se fue de volada, al anochecer pasé por el dormitorio de la niña. Me asomé un poco, alcancé a ver a Brenda en la cama con Lizzy; atendía con la vivaz sonrisa en su carita, mientras ella le contaba un cuento cómo la noche anterior. Iba a darle un beso de buenas noches, y preferí dejarlas a solas. En cambio, me dirigí a la habitación que ocupaba Isaac. Por el trayecto frené en seco al sentir mi móvil sonar. No sabía quién podía ser llamando a esa hora. Quizá Kelly que nunca se apareció en el hospital. En todo caso desbloqueé la pantalla, descubriendo que solo era un remitente desconocido. —¿Si? —contesté frunciendo el entrecejo. —Habla Alexa —expresó de golpe, así sin más. A los dos segundos mi cerebro recordó a la rubia de labios de piñón, vestidito apretado y ojos azules. ¿Qué rayos hacía llamándome? Y la incógnita más gigante, ¿cómo pudo encontrar mi número telefónico? La incertidumbre me atravesó en forma de escalofríos. —¿Alexa? —Eso he dicho —soltó. Casi pude jurar
Mis párpados pesaban, a duras penas abrí los ojos por completo, recibiendo el impacto de la excesiva claridad sobre mi globo ocular. Mi cerebro procesó unos cinco segundos después, el lugar donde me encontraba. Traté de levantarme, sin embargo, me sentí débil, exánime; en mi brazo izquierdo tenía una vía intravenosa, arrugué el ceño, pero… ¿Qué me había pasado? Todo se tornaba confuso, tenía una de esas batas de hospital. La molestia entre mis piernas me arrojó a la realidad bruscamente. —Ha despertado la paciente Mariané Lombardi —habló una joven enfermera, que solo entonces note ahí en la habitación con el doctor Evanson. Marc se movió hacia mí, haciéndome varias preguntas. Al borde de la confusión, tardé en construir la respuesta a cada una, me costó hilar una palabra. —Terrible, me siento mal —emití sintiendo que se me trabó la lengua —. ¿Q-qué sucedió? —Te desmayaste en el pasillo, afortunadamente, pudimos detener el sangrado. Así que el bebé y tú, estarán bien. —¿De… de qué
Llegué a casa con análisis de sangre, con el sabor dulce y amargo de mi estado. Tenía poco tiempo, menos de un mes, y ya no debía exponerme a mucha tensión, estrés, nada que pudiera poner en riesgo la vida de mi pequeño. Incluso con tanto lodo, se tendía un camino transitable enfrente, un cuento, una luz que titilaba en mi vientre. Pero la presión seguía ahí, el dolor, la rabia extendida en mi pecho. La voz de Alexa regresaba a mi memoria deshaciendo mis ilusiones de verme por fin feliz al lado de Ismaíl. Aunque al tanto de la existencia de fotos que confirmaban su asqueroso encuentro, nada avalaba si ella estaba esperando un bebé, o solo era una falacia. Algún invento destinado al chantaje. ¡Estúpida perra! Morí de enojo, Ismaíl tenía la culpa por estar metiéndose en las piernas de cualquiera. Encima una bruja como esa. ¡¿Es que acaso no podía abstenerse a una sola mujer en la vida?!Rugí envalentonada.Él me había dado otro portazo en el alma, que no dejaba de doler. —¿Cielito?
No había más que odio en mi mirada.No iba a fingir lo contrario. Pero era también una mezcolanza en el alma, saturando mis emociones, él había cruzado la cuerda floja de la vida y la muerte sin problema, razón por la que debía estar contenta, rebosante de absoluta felicidad. Sin embargo, tener presente su mentira, me dejaba un pedazo de hielo clavado en el pecho, aborreciendo cada parte de su ser. El escabroso hecho no había sido confirmado por él, y ya me temía que fuera cierto. Troya ardía dentro de mí de solo pensar que se atrevió a revolcarse con la tal Alexa, tal vez si todo se hubiera quedado en una noche, el presente fuera distinto, pero el desliz traía consigo una consecuencia, un bebé. Me había olvidado de Smith a mi lado, aparté la lágrimas con disimulo.—Mientras el paciente duerme, la respiración tiene lugar con una máquina llamada ventilador, algo que puede resultar impactante para las visitas. Es normal, no tienes de que preocuparte —explicó antes de permitirme inqui
—Eres una maldita —escupí ardida, dejando de mala gana el pago de mi bebida en la mesa. Entonces me fui a toda velocidad de ese sitio. En mi retorno al piso evité hacer ruido al caminar, en cuestión avancé con cautela a la habitación que ocupaba. Ese ridículo sobre permanecía sin rasgar sobre la mesita. Lo agarré encarcelada en un torrencial enfado que oprimía el pecho, que me deshacía como una hoja expuesta a una abrasadora flama. …Ese sábado por la noche, me encaminé a la habitación de Ismaíl, fatal, derrotada. No pudo disimular la impresión inyectada en sus ojos, al verme ahí con la cara enrojecida de tanto llorar. Aunque miró las hojas que sostenía en mi mano derecha, volvió a sostener mis ojos calcinando en el proceso. —Sé que pasó algo entre tú y Alexa, no te atrevas a decir lo contrario, vengo de hablar con ella. ¿Cómo pudiste, Ismaíl? —solté dejándole la expresión desencajada. Se quedó de piedra. Y le tiré los exámenes de esa mujer. —¿Qué? —Me has escuchado perfecta