23. La Pequeña Sobrina del Millonario

«Dejaré que haga de mis brazos un refugio, que su piel y la mía se fundan en el calor que nos consume día a día»

Perdición

Durmió en su pecho, él nunca soltó su cintura. Esa noche descansó como nunca. Se dio cuenta que por ella arder en el infierno, perderse y olvidarse del qué dirían valía la pena. Esa noche, la tormenta en el exterior se había ido, pero se metió en su interior, sacudiéndolo en la remota probabilidad de olvidarla. Entre lo onírico y la realidad chocando entre sí transcurrieron las horas, agonizando por ella.

Quiso que pararan las manecillas o que se volvieran sempiternos los momentos a su lado.

A la mañana el doctor Marc Evanson la examinó. Como si nunca estuvo febril, se mostró sonriente y enérgica. Por su estado gripal le recomendó tomar té caliente, antigripales y evitar mojarse con la lluvia, ducharse tarde o exponerse al sereno de la noche.

Ismaíl estuvo al corriente de las instrucciones que daba el especialista.

—Te acompaño a la salida.

Ambos salieron dejándo
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