Capítulo 4
El cumpleaños de Missie
Para el cumpleaños número 21 de Missie, su padre viajó, ese mismo día, a Toronto. Los padres de Dereck, por petición de su hijo, quisieron hacer la celebración en la Mansión de los Douglast, y fue de manera muy lujoso y esplendido.
Esa noche, un exquisito banquete fue dispuesto por toda la mansión, personal de servicio se esmeraba atendiendo a los invitados, quienes en su mayoría eran conocidos de los Douglast y de la señora Elizabeth, el resto era el grupo de estudiantes de la universidad, los más allegados a Missie y el grupo que, junto a Missie y Dereck, conformaban la fundación.
El señor Lois, conoció a potentes industriales, importantes e influyentes políticos y gente de élite con quienes Elizabeth Leanders y los Douglas estaban acostumbrados a socializar. Para el papá de Missie no era muy de su agrado, pues a pesar de ser un hombre de negocios, un hombre acostumbrado al mundo empresarial, era sencillo y no frecuentaba ese tipo de reuniones.
Le comentó a su hija, muy cerca al oído:
–Este es el mundo en el que tu madre se siente como pez en agua.
Entre risas, cada uno tomó una copa en sus manos y se reunieron con los Douglast. El padre de Dereck, Robbin Douglast, era una persona conversadora, acostumbrada a tratar con esas personas, al acercárseles enseguida le dijo al señor Vincent –: Hemos hablado mucho sobre usted en casa, mi hijo tiene serias intenciones con su hija.
La chica miro a Dereck enseguida y con un carraspeo de garganta sólo sonrió y se giro hacia su padre –No te asustes papá, estamos firmes en nuestras intenciones – le dijo, mientras se reía mostrando su blanca y bien alineada dentadura–. Nos unen muchas cosas y eso lo sabemos y lo compartimos. Nos queremos lo suficiente como para no estropear ese sentimiento con algo forzado.
El padre de Dereck pareció incomodarse con las palabras de la joven, entonces Missie, miró a Dereck a los ojos y moviendo la cabeza de lado a lado, le dijo –: Al menos no por ahora, ¡más adelante no sabemos! ¿No es así Dereck?
Seguidamente tomó a su padre del brazo y se fueron a la pista de baile. Todos rieron y ella se alejo con su padre… bailaron un buen rato, ellos siempre fueron buenos bailando juntos, de hecho fue su padre quien la enseñó a bailar desde niña, por eso se acompasaban muy bien.
Al cabo de unos minutos salieron al jardín donde había numerosas personas en mesas bellamente decoradas. En medio, de aquel gran jardín, una muy larga mesa estaba deliciosamente puesta con ricos manjares y bebidas. A su alrededor unos cuantos hombres y mujeres elegantemente uniformados atendían con esmero a quienes se acercaban a la misma y otros repartían copas entre los presentes.
Un poco apartada estaba su madre acompañada de un hombre joven y elegante, Missie no reconoció el rostro desde esa distancia, pero le pareció haberlo visto antes. Tampoco se sintió sorprendida, conocía muy bien a su madre y sabía que ella siempre estaba muy bien acompañada, aunque la mayoría de las veces era un mismo caballero, esta vez no le parecía que lo fuera.
Su padre se sintió un poco cortado al notar lo que estaba sucediendo y Missie en un instante volteo sin mostrar expresión que hiciera sentir mal a su padre, le sonrió y siguió hablando mientras se dirigió a una mesa apartada a la que estaba su madre.
A pesar de la luz opaca en el jardín, pudo notar el rostro descompuesto de su padre, ella sabía que amaba aún a su madre, pero sentía que él había sido el causante de que ese amor se acabara. Sintió mucha pena, sobre todo porque desde que ellas se mudaron a Toronto Lois Vincent, se mantenía cabizbajo y muy apagado. No se volvió a casar, algo que ella pensó que haría en cuanto se divorciara, sin embargo, se fue de nuevo a su antiguo apartamento solo, y su vida era solitaria y un misterio para ella, pues le preguntaba por sus relaciones sentimentales y le decía que no debía quedarse solo, pero él respondía sonriendo “Recuerda que la poción mágica que me dio tu madre no se vence jamás”. Missie pensaba que solo lo hacía para no herirla, pero sentía que algo no encajaba en todo eso.
Mientras se sentaban su padre le decía –A pesar de todo este tiempo, Elizabeth sigue siendo una mujer hermosa, atractiva… ¡Impresionante en todo!
–Sí, mi madre es la misma, se mantiene joven, bella, saludable. El tiempo no la ha cambiado papá. Sus gustos refinados y costosos, sus largas noches de fiestas y sus amistades tan…
Guardo silencio por un rato, y volviendo a mirar hasta donde estaba su madre, quien estaba absorta y muy a gusto con la compañía en su mesa, hablaba y reía, mientras coqueteaba deliberadamente con aquel hombre. De vez en cuando tocaba su hombro y con saltitos colocaba su mano sobre las de él, sin recato alguno, a pesar de estar rodeada de tantas personas.
Lois Vincent, mirando al piso agregó –Está haciendo lo que siempre quiso hace –al percatarse de lo que acababa de decir, trato de disfrazarlo, de disimular su verdadera intención–. Me refiero a que es una mujer joven, hermosa y sin ataduras sentimentales.
–Papá, hablas con tristeza aún. ¿Sigues queriéndola?
–No…–mirando sus manos, empezó a tocar sus dedos y en tono dudoso, Lois Vincents completó la frase–. No sé qué me pasa hoy. Creo que es mejor que me vaya, no soy buena compañía hija.
–Espera papá, voy a despedirme y nos vamos juntos, yo tampoco me siento bien. –le dijo Missie con mucho pesar al verlo levantarse triste y cabizbajo.
Su padre se sintió mal al ver que su hija se disponía a irse con él y no quiso dañarle su celebración, entonces tomando su mano, le dijo:
–Pero, es una fiesta para ti, no puedes hacerle esto a los Douglast. No es apropiado. Es mejor que te quedes, yo te espero en el departamento, no te preocupes –diciendo esto, volvió a mirar a donde estaba la señora Elizabeth, y con cierta ironía agregó–: No creo que tu madre tenga el descaro de llevar a su amante al departamento esta noche.
–No papá, ella nunca hace eso –le aclaro su hija.
Lois Vincents abrazó a Missie y le dio un beso en la frente, despidiéndose.
–Que te diviertas hija. Por favor agradece a los Douglast de mi parte, ha sido una fiesta muy bonita –luego de caminar unos pasos se le acercó para preguntar –. ¿Puedo llegar a mi auto desde acá?, es que no quiero tropezarme por allí con Robbin Douglast ni su “agraciada esposa”.
Haciendo una mueca ya conocida por su hija, que denotaba sarcasmo en sus palabras al señalar como “agraciada” a la madre de Dereck, ya que ninguno de los Douglast terminaban de convencerle, a su parecer eran personas ostentosas más allá de ser millonarios.
Tras oír estas últimas palabras Missie reprendió a su padre con un bajo y pausado –: ¡Papá no seas así!, en el fondo son excelentes personas.
Su padre le miró con ternura y picardía, y le volvió a preguntar:
–¿Por dónde puedo salir?
Su hija le señalo el camino y éste se fue después de abrazar y besar nuevamente a su hija en la frente, como era su costumbre.
Missie miro a donde estaba su madre y sintió malestar y tristeza por su padre. En ese momento pensó en todo lo que vivió antes de cambiarse a Canadá, lo tan estresante que fue para ella la separación de sus padres y el saber lo que guardaba en su memoria de aquellos días. También recordó todo lo que se sucedió después de aquella noche en que ellos le dijeron a ella de su divorcio, y hoy había vuelto a ver tanta tristeza y dolor en el rostro de su padre.
Sentir que estaba sufriendo al ver a su madre con aquél hombre y que eso le confundía más, al pensar que aún la amaba, y si era así, por qué la traicionó con aquella mujer.
Se sentía conmovida, amaba a sus padre, a pesar de muchas cosas que ella se guardaba para sí, lo amaba, lo respetaba y admiraba tanto por eso no soportaba verle sufrir, todo eso le hacía daño a ella también.
A pesar de todos los años, a pesar de la distancia, el pasado siempre volvía con sus interrogantes, con dudas que Missie aún mantenía en sí y que sus padres no terminaban de develar.
Esa noche, al irse su padre departió con sus amistades, Dereck iba y venía cerca de donde ella estuviera. Pasada la medianoche se le acercó y le tendió una mano a la vez que le decía algo insinuante.
–¿Será que la señorita Vincent me concede el honor de bailar conmigo esta noche?–. Su sonrisa era una mueca desagradable.
–He estado toda la noche merodeándote y no me has atendido ni por un instante, ¿Acaso me estas evadiendo?
–No Dereck, sabes que no me gusta estar para ti en exclusiva, ya esta bueno de rumores sobre nosotros. Nos une una gran amistad, sabes que te quiero mucho, pero si seguimos tan juntos… –Movió su cabeza en forma desaprobatorio y chasqueando un poco la lengua continuó–. Además, tú mismo has visto que tus padres casi nos comprometen aquí, delante de mi familia y de todos los invitados, fue muy engorroso ¿Te imaginas?
Missie le hablaba molesta, a veces sentía que Dereck le tenía como una posesión, y en realidad no le gustaba para nada cuando él tomaba esa actitud. Ella jamás lo había visto como alguien en quien ella se aferraría para una relación de pareja, le parecía que Dereck era predecible y manejable.
Caminó con él a la pista y al compás de una música romántica se abrazo a su cuello y éste la atrajo hacía si de forma posesiva. Ya muy cerca de su cara quiso ponerse romántico con ella, motivado a tantas copas demás empezó a pegarse en forma grotesca a su cuerpo, apretándola con tanta fuerza que Missie le empujó, con delicadeza pero también con firmeza, él se esforzó para retenerla usando su fuerza de hombre, pero ella se liberó de aquellos brazos y soltándole con disgusto y desagrado se alejo dejándolo solo en la pista de baile.
Capítulo 5La sombra en el arbustoLa madre de Dereck, que había estado observando la escena, se fue apresurada a su encuentro, se le plantó al paso y de forma molesta le habló al detenerla.–Missie, no le hagas eso a mi hijo, él está un poco pasado de tragos, pero tú lo conoces, sabes que no es así –bajando el tono de voz, al darse cuenta que algunas personas les miraban, simuló una sonrisa y agregó–. Hay muchas personas de nuestro círculo aquí, se discreta –le tomó de la mano y caminando despacio a su lado la fue llevando mientras le decía–. Por favor, vuelve con él y llévalo al patio. Discúlpale. Yo te ruego no lo dejes así.Missie se contuvo, no por ellos, sino por el mismo Dereck, sabía que no era su forma habitual de ser, y que había mucha gente que estaban allí por invitación de los Douglast. Se recompuso y con una sonrisa en los labios se acercó a donde estaba Dereck y lo tomó de la mano.
Capítulo 6Una conversación sin terminarA la mañana siguiente, padre e hija charlaban en la cocina mientras se preparaban el desayuno, Lois Vincent recordaba cuando su hija estaba aún pequeña.–Estos huevos me hacen recordar esas mañanas en la villa, cuando bajabas corriendo a la cocina, siempre gritando “Mis huevos Ann!, por favor que no se quemen!” Lois Vincent imitaba las voces de su hija y su ex esposa lo que a Missie le causaba mucha gracia.–Me causaba risa porque tu madre te decía enseguida “–Es que no puedes dejar a Ann tranquila una mañana, ella sabe cómo hacer tus huevos”–. y le respondías “–¡Si, pero a veces se le pasan y no me gustan así!, además mamá es con ella con quien hablo no es contigo” Jajajaja–. Rieron a carcajadas mientras se dirigían a la
Capítulo 7Un encuentro ¿Inesperado?Unos meses después de su fiesta de cumpleaños en la mansión de los Douglast, el padre de Missie le pidió que se tomara unos días y viniera a visitarlo a Luisiana, con la escusa de que no había podido compartir mucho tiempo con ella la última vez.Cuando ella llego al aeropuerto el señor Vincent la estaba esperando. Para Missie, quien tenía unos cuantos meses que no le veía, le dio mucha emoción y alegría encontrarse con él, verlo y sentir su abrazo fuerte, lleno de amor y protección le hicieron bien, aunado al sentimiento de regresar a su país, a su casa.En el camino a la villa, hablaban y comentaban los últimos acontecimientos en la vida de cada uno. Un poco antes de llegar, Lois Vincent comenzó a decir a su hija en tono bajo y entrecortado:– Quiero invitarte a cenar en un restaurant que conozco, quiero que festejemos tu cumpleaños número 21 de la forma en que acostumbramos siempre, juntos, en f
Capítulo 8“Propuesta”Los hombres se quedaron de pie mientras Missie se dirigía a la silla que aquél desconocido le estaba cediendo para que se sentara.Caminó despacio y fue entonces que su padre habló en voz alta.–Es mi hija Missie Vincent, es ella de quien les hablé y estoy seguro que es la persona apropiada para llegar a la solución de su problema –Lo dijo mirando a Juanne Martins.El hombre mayor que cortésmente le haló la silla para que ella se sentara, continuaba de pie, enseguida le extendió su mano y se presentó.–Es un honor señorita, soy Julian Breber, abogado de las empresas Human´s.Ella, recibió su mano y le dirigió un ligero movimiento de cabeza afirmativo, mientras el hombre le apretaba la mano con vigor.Enseguida el hombre más joven, se dirigió a ella con un simple movimiento de cabeza y sin levantarse de la silla, sólo sonrió y la miro como a cualquier desconocida. Lo que puso a Missie en una
Capítulo 9DesconocidosSalió a la entrada del restaurante, volteó a todos lados buscando su auto, pero no lo encontró. Estaba tan ofuscada que no recordaba que había venido con su padre. Se tambaleó de dolor y se dobló soltando un llanto que la estremecía. No quería ver a nadie. No quería irse con su padre. No sabía qué hacer. En ese momento sus sentimientos afloraron y todo se tornó más oscuro y doloroso. Agachada allí, con sollozos fuertes dejo salir toda su angustia, todo su dolor.No supo cuanto tiempo estuvo allí, no vio a nadie cerca, no oyó sino su propio llanto, se reincorporo con pesadez, limpio sus lágrimas, estiro un poco su vestido, cerró los ojos un rato y tomó aire, apretó su bolso en las manos y echo a andar.Salió a la calle y un auto muy lujoso se dirigió a donde estaba parada, le pareció que la estuviese esperando, pues sintió que comenzó a andar cuando ella salió del restaurant. El hombre que iba al lado del conductor ba
Capítulo 10“No me recuerda”Juanne se quedó mirando el taxi alejarse, y regresó cabizbajo y sin prisa. Al subir al auto mientras se ponía el cinturón de seguridad comentó con tristeza.–¡No me recuerda, Delay. Mientras yo no puedo olvidarla, ella ni siquiera me recuerda! Por un momento llegué a pensar que tal vez sí, pero al final me recordó que yo solo era un desconocido para ella.Delay, lo estaba esperando en el auto. Fue él quien le habló a la muchacha desde la ventana, por pedido del mismo Juanne.Era su chofer, sin embargo lo consideraba más que eso, era como un hermano, un amigo incondicional en esos momentos extremos de su vida.Delay le dio un par de palmadas en la espalda y le habló en tono alentador.–Hombre, ya verás como esa hermosa mujer, mañana mismo te llama y cae rendida a tus pies –luego esperó respuesta del muchacho pero Juanne no dijo nada… Al cabo de unos minutos, se ladeo un poco ha
Capítulo 11JuramentosMissie llegó a su casa y al bajar del taxi lo primero que vio fue a su padre, que estaba sentado en las escaleras de la entrada a la casa. El tejano estaba a su lado, trataba de levantarlo pero aquel hombre estaba tan ebrio que no podía mantenerse en pié. Missie bajo del auto y a toda prisa llegó hasta ellos.–Sebastián, ¿cuando llego mi padre así?, ¡Dios mío, Papá! ¿Cómo llegaste a este estado?Ella ya estaba devastada y ahora encontrar a su padre en ese estado tan deprimente. Sacó fuerzas de donde no tenía, y ayudada por el tejano levantó a su padre y lo llevaron adentro.–Por favor Sebastián ayúdame a ponerlo en la cama.Salió del cuarto y el tejano Sebastián le contó lo que había pasado.–Señorita, el
Capítulo 12De regreso a La poza de los juegosA la mañana siguiente, se fue a las cominerías, se sintió muy débil al levantarse. Al mirarse en el espejo, sus ojos aun estaban hinchados. Su mente no estaba en paz aún.Ni siquiera se acercó a la cocina a tomar su acostumbrado jugo. Cuando bajó de su cuarto lo hizo a toda prisa, corría, Ann la oyó y salió a la sala. Traía ya la bandeja. Missie la miró con ojos reprobadores pero le sonrío con mucha ternura, mientras Ann le decía –No me diga que se pensaba ir sin tomarse su jugo señorita. ¡Nada es más importante ahora que estar bien alimentada! ¡No se me vaya a enfermar mi niña!–¡Está bien Ann, me tomaré el jugo, gracias!La señora Ann le decía, al tanto que ella agarraba su vaso de jugo –Mire, váyase rapidito, que ya sé que no quiere ver a su papá, ya la conozco, cuando se levanta tan temprano es para no verlo –se calló por un momento, Missie le volvió a poner el vaso de jugo en la ba