El aire de la mañana estaba fresco mientras Caleb y yo permanecíamos al borde del bosque, el sol apenas asomándose por el horizonte. El ejército de betas se reunía detrás de él, sus conversaciones apagadas se mezclaban con el susurro de las hojas. Forcé una sonrisa, con el corazón oprimido ante la idea de que él se marchara.—Prométeme que tendrás cuidado —susurré, mi voz apenas audible sobre la brisa matutina.Los ojos grises de Caleb se suavizaron, mostrando un raro atisbo de vulnerabilidad que rompía su habitual actitud estoica.Necesitaba comprobar las palabras de Giafranco y por eso se lanzó a esta travesía con el ejército.—Lo haré. Cuida de ti y de los niños —dijo, mientras apartaba un mechón de cabello de mi rostro—. Y prométeme que tú también te mantendrás a salvo.—Lo prometo —respondí, con una voz más firme de lo que realmente sentía. Luego se dirigió a Ezra y Aidan, que estaban a unos pasos de distancia—. Ezra, Aidan, cuiden de Freya mientras estoy fuera.—Por supuesto —di
—Giafranco, ¿te gustaría visitar las tierras reales? —pregunté, mi voz firme pero cargada de curiosidad.—Claro que si —respondió, sus oscuros ojos brillando con interés—. Dime ¿qué debo hacer? Caminamos por el pasillo, las antiguas paredes de piedra resonando con el eco de nuestros pasos. Mientras avanzábamos, voces distantes llegaron a mis oídos—Amber y Aidan en medio de una acalorada discusión.—Amber, no puedes hacerte amiga de nadie, ¡especialmente de Ezra! —La voz de Aidan era severa, pero teñida de preocupación.—¿Por qué no, Aidan? No es tan malo como todos piensan —replicó Amber, con un tono defensivo.Me detuve, y Giafranco se detuvo junto a mí. Su mirada inquisitiva se cruzó con la mía, pero levanté una mano, señalando que esperara. Al girar la esquina, vi el rostro enrojecido de Amber y la postura tensa de Aidan.—¿Qué está pasando aquí? —demandé, interponiéndome entre ellos.—Freya, no es nada —murmuró Amber, mirando hacia el suelo.—¿Nada? Aidan, tu esposa te espera en
El sol se había ocultado bajo el horizonte, proyectando largas sombras a través del denso bosque. Mi corazón latía con fuerza, como un tambor en mi pecho, mientras aguzaba el oído en busca de cualquier señal del regreso de Caleb. Los niños, con su emoción apenas contenida, corrían entre los árboles, sus risas resonando en el bosque. Me encontraba al borde de nuestro territorio, con los ojos fijos en el camino que llevaba a casa.—Mamá, ¿papá vendrá pronto? —preguntó la pequeña Nova, con sus ojos verdes abiertos de par en par por la anticipación.—Sí, mi amor. Llegará en cualquier momento —respondí, esforzándome por sonreír y ocultar mi ansiedad.Justo entonces, una silueta familiar emergió del crepúsculo. Alto, oscuro e inconfundiblemente Caleb. Sentí una oleada de alivio y exhalé un suspiro que no había notado que estaba conteniendo. Los niños corrieron hacia él, sus gritos de alegría llenando el aire.—¡Caleb! —grité, mi voz llevándose por encima del alboroto. A medida que se acerc
Me paré a la cabecera de la mesa, observando cómo los líderes de mi ejército se concentraban intensamente en el mapa desplegado frente a nosotros. La habitación era una mezcla de tensión y estrategia, con el aroma a madera de pino y cuero impregnando el aire.—Necesitamos reforzar las patrullas a lo largo de la frontera este —instruí, trazando una línea con mi dedo—. Es allí donde son más vulnerables.—Entendido, Alfa —respondió uno de los tenientes. Eran leales, firmes, todo lo que necesitaba que fueran.—Pueden retirarse —dije, enrollando el mapa y asegurándolo bajo mi brazo. La reunión había ido bien, pero mi mente ya estaba vagando hacia asuntos más personales. Freya. Nuestros hijos. Me dirigí hacia el patio donde solían jugar.A medida que me acercaba, sus risas me alcanzaron primero, mezclándose con el susurro de las hojas en la suave brisa. Allí estaba ella, Freya, con su cabello rojo ardiente brillando como un faro bajo el sol de la tarde. Estaba con los niños, sus rostros ale
El aire fresco de la noche mordía mi piel mientras salía de la habitación, mi corazón aún latiendo con fuerza después de ver la herida de Wolf. Aron y Nova hacían todo lo posible por mantener su ánimo arriba, su charla juguetona ocultando la preocupación que impregnaba sus palabras. Cerré la puerta tras de mí, apoyándome en ella por un momento para recobrar el equilibrio.—Freya.La profunda voz de Caleb me devolvió a la realidad. Estaba justo afuera de nuestra habitación, su silueta recortada contra el pasillo iluminado por la luna. Sus intensos ojos grises buscaban los míos, como intentando descifrar el torbellino de emociones que giraba dentro de mí.—¿Cómo está? —su tono era más suave de lo habitual, una rara grieta en su fachada estoica.—El sanador ya lo ha atendido —respondí, empujando la puerta y entrando en la habitación—. Estará bien.—Gracias a los espíritus —murmuró Caleb, cerrando la puerta tras de sí. La habitación se sentía a la vez íntima y sofocante con él tan cerca.
La luna colgaba alta, bañando con su brillo plateado el denso bosque que parecía susurrar secretos antiguos. Caminaba junto a Giafranco, su mano cálida en la mía mientras avanzábamos por la maleza. El aire se sentía antiguo, cargado de una energía que erizaba mi piel. Salimos de entre los árboles para encontrarnos con una vieja cabaña de madera, cuyos tablones desgastados contaban historias de épocas pasadas.—Freya —la voz de Giafranco era suave, casi reverente. Se giró hacia mí, sus ojos profundos pozos de emoción. Se inclinó y me besó, haciendo que el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera en la nada.—¡Mamá! ¡Papá! —La voz rompió nuestro momento como si de un cristal roto se tratara. Me volví para ver a una niña corriendo hacia nosotros, sus rizos oscuros rebotando con cada paso. Me miró con ojos familiares, no los de Nova, pero con un extraño aire de familiaridad. Ella rodeó mi cintura con sus brazos, llamándome "Mamá" con una certeza que me provocó escalofríos.—¿Quién... qui
El denso dosel del bosque se extendía sobre nosotros, filtrando la luz de la luna en delicados rayos que bailaban a lo largo del suelo del bosque. Podía escuchar el suave susurro de las hojas y el llamado distante de un búho. Amber y yo estábamos sentadas en un tronco caído, nuestras respiraciones visibles en el fresco aire nocturno.—Amber —comencé, mi voz baja pero urgente—, necesito contarte algo importante. —comencéSus cálidos ojos color avellana se abrieron con preocupación.—¿Qué pasa, hermana? —Un sueño muy extraño…parecia tan real —solo de recordar se me estremecía la piel—. Gianfranco y yo juntos con una niña, era como si fuéramos una familia pero en un tiempo antepasado. —Pero ¿eso que significa? Tomé una profunda respiración, la frescura de la noche llenando mis pulmones.—Hay de una profecía, una que afirma que la rein traicionará a su alfa y será la destrucción del reino, no quiero ser esa mujer. —¿Por qué piensas eso? Caleb te ama y tu a él. —Me preocupa que Caleb
La luna llena proyectaba un resplandor inquietante sobre el bosque, iluminando cada hoja susurrante y cada rincón sombrío. La fiesta zumbaba a mis espaldas, la risa y la música se mezclaban en un murmullo distante. Mis ojos escudriñaban el claro en busca de Amber, mi corazón pesado con una mezcla de emoción y temor. La encontré alejada, entre los árboles mirando hacia el cielo. —¿Amber? —mi suave voz rompió son sus pensamientos. Estaba de pie junto a un roble antiguo, sus ojos color avellana abiertos de par en par con incertidumbre—. Hola —sonreí, tratando de infundir calidez en mi voz—. ¿Por qué estás aquí sola?Amber suspiró, mirando al cielo.—Solo necesitaba un poco de aire. Todo se siente... abrumador.—¿Es por el embarazo de Seraphina? —pregunté suavemente, acercándome.—Sí —admitió Amber, su voz apenas un susurro—. No sé cómo sentirme al respecto. Estoy feliz por ti, Freya, de verdad. Por mi hermana, pero ¿yo? ese podría ser mi lugar, si esa noche Aidan…—Amber, escucha —alcan