Cerre lentamente la puerta detrás de nosotros, las luces de la habitación estaban tenues, que daban un toque romantico. Freya se movía con gracia, su cabello rojo ardiente atrapando la luz. La cena había sido todo un éxito y sobre todo mi esposa se había reafirmado como nuestra reina y luna. Extendí la mano hacia ella cuando dio un par de pasos, tirando suavemente de ella hacia mí.—Gracias por la cena —murmuré, mi voz áspera por el cansancio del día, pero suavizada por la visión de ella. Sus ojos verdes se encontraron con los míos, buscando, siempre buscando.—De nada —respondió ella, su tono cargando esa mezcla familiar de fortaleza y calidez—. Todo estuvo perfecto. Con cuidado deliberado, comencé a desabrochar los broches de su vestido, mis dedos trazando el tejido por su espalda. El aire entre nosotros cambió, cargado de palabras no dichas. Cuando el vestido finalmente cayó a sus pies, le tomé el rostro entre mis manos.—Freya —dije, mi voz apenas un susurro—, te amo. Estoy orgu
Las hojas crujían bajo mis botas mientras avanzaba a través del denso bosque, con los trillizos correteando delante de mí, sus risas resonando entre los antiguos árboles. Gianfranco caminaba a mi lado, su presencia era un suave consuelo después de la tormenta con Caleb.¿Cómo podía tratarme de esa manera? Sus dudas, sus celos nos estaban distanciando y no era Gianfranco sino él mismo. —Freya —comenzó Giafranco con vacilación, sus oscuros ojos reflejando preocupación—, vi que tú y Caleb estaban discutiendo antes. ¿Está todo bien?—Sí, Gianfranco. Todo está bien —respondí, esforzándome por sonreír—. Necesito que sigas contándome sobre Fray. Antes de la discusión con mi esposo, Gianfranco me contaba sobre los últimos días con mi hermano. Gianfranco asintió, mirando al suelo antes de hablar de nuevo.—Fray me visitó un día antes de que… se fuera. Me dijo que amaba a una mujer y quería hacerla su esposa. Estaba preocupado por lo que tu familia diría.Me detuve en seco, el aire escapando
El sol colgaba bajo en el horizonte, bañando con un resplandor ámbar la superficie ondulante del río. Me encontraba al borde del campo de entrenamiento, con el corazón latiendo por una mezcla de frustración e ira. Las palabras de América resonaban en mi mente “traidora” como si ya hubiera decidido mi destino. La fría actitud de Caleb solo añadía combustible al fuego que ardía dentro de mí. —Freya, ¿me estás escuchando?— La voz de Aurora rompió mis pensamientos, aguda e impaciente. Estaba a unos pocos metros, con sus ojos azul hielo entrecerrados por la molestia.—Sí, sí— murmuré, rodando los hombros para sacudirme la tensión—. Vamos a terminar con esto.Aurora arqueó una ceja, percibiendo mi agitación.—Pareces... tensa.—No es asunto tuyo— solté, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas—. Transfórmate, Aurora. Hagamos esto interesante.Sin esperar respuesta, dejé que el cambio me invadiera. Mis huesos crujieron y se reformaron, mi visión se agudizó mientras caía a cuatro patas.
El sol bañaba el campo de equitación con su luz cálida, proyectando sombras alargadas sobre el pasto mientras mis hijos y yo disfrutábamos de un momento de tranquilidad en medio del caos que había sacudido nuestras vidas. El sonido rítmico de los cascos de los caballos al trotar sobre la tierra era casi hipnótico, y por un instante, me permití olvidar las amenazas que se cernían sobre nosotros. Este era nuestro tiempo, un espacio que había reservado para estar con ellos, para ser más que su rey, su padre.Nova, siempre curiosa, rompió el silencio con una pregunta que se clavó en mí como una espina. —Papá, ¿qué son los humanos? He oído que son muy malvados, ¿es cierto? —Su voz, cargada de inocencia, me hizo detenerme. Miré a sus ojos, que reflejaban la pureza de su alma, y supe que debía ser cuidadoso con mi respuesta.—Son seres complejos, Nova, —comencé, eligiendo mis palabras con cautela—. Muchos de ellos no entienden nuestro mundo y, por miedo o ignorancia, nos han hecho mucho dañ
Me encontraba en medio del bosque decorado con flores silvestres y velas, un lugar desconocido, pero extrañamente familiar. Mi vestido era blanco, como el de una novia, y a mi lado, en lugar de Caleb, estaba Giafranco. Su mirada era intensa, llena de una promesa que no alcanzaba a comprender del todo. Él me sostenía la mano con firmeza, sus palabras resonaban en mi mente como un eco distante, prometiéndome amor eterno.—Freya —decía con voz suave—, seremos felices, te lo juro. Nadie más importa, solo tú y yo.Cada palabra me oprimía el pecho, una mezcla de angustia y confusión que no lograba descifrar. Algo en mí quería creerle, pero otra parte, más profunda, gritaba que esto no era correcto. No era Caleb. No era el hombre que amo.De repente, un impulso incontrolable me llevó a soltar su mano y correr. Corrí sin mirar atrás, mis pies descalzos golpeando la fría tierra mientras me adentraba en un bosque oscuro y denso. El aire se volvía pesado, y el silencio del bosque solo era inte
Me sentía más tranquila, una sensación que había estado esquiva en los últimos días. La tensión entre Caleb y yo comenzaba a disiparse, y aunque aún quedaban vestigios de la sombra que Giafranco había arrojado sobre nuestra relación, había un rayo de esperanza brillando entre nosotros. Decidí que era el momento de buscar un poco de paz para mí misma, un respiro lejos del bullicio de mis hijos y las responsabilidades que pesaban sobre mis hombros como reina y madre.Subí lentamente las escaleras hacia la torre más alta del castillo, el único lugar donde sabía que podía encontrar la soledad que tanto anhelaba. El ascenso era largo, pero me daba tiempo para ordenar mis pensamientos, para liberar mi mente de las preocupaciones que la habían asediado. Al llegar a la cima, una brisa fresca me recibió, acariciando mi rostro con una suavidad que casi me hizo suspirar de alivio.Me acerqué a la pequeña mesa de madera donde había dejado un libro antiguo, una recopilación de leyendas humanas qu
Dejé a Freya encerrada en la habitación, el eco de sus súplicas aún resonando en mi mente, pero mi corazón estaba endurecido por la traición que sentía. Cada paso que daba alejándome de ella, mi furia crecía, alimentada por las imágenes de aquellos sueños que ella y Giafranco compartían. No podía quitarme de la cabeza la idea de que, en algún nivel, esos sueños significaban algo más profundo, algo que amenazaba con destruir todo lo que habíamos construido juntos.Mi respiración era pesada mientras caminaba rápidamente por los pasillos del castillo, buscando a Giafranco. Tenía que encontrarlo, exigirle respuestas, y terminar con esta locura antes de que fuera demasiado tarde. Mis pensamientos eran un torbellino de ira y confusión, y el rugido del lobo dentro de mí pugnaba por salir. ¿Cómo se había atrevido Giafranco a infiltrarse de esa manera en nuestras vidas? ¿Cómo había logrado que Freya dudara, aunque fuera por un instante?Llegué al lugar donde lo había visto por última vez, ba
Corría sin detenerme, mis patas firmes golpeando la tierra húmeda del bosque mientras la brisa fresca de la noche acariciaba mi pelaje. La luna llena iluminaba mi camino, su luz blanca y fría reflejándose en los árboles, mientras mi respiración se aceleraba con cada zancada. Convertida en loba, me sentía más libre y poderosa, pero también más vulnerable. Las dudas me perseguían, los pensamientos sobre Caleb y el caos que había dejado atrás volvían una y otra vez a mi mente, como un eco incesante. Pero necesitaba respuestas. Necesitaba saber la verdad sobre mi hermano.Giafranco había plantado esa semilla de incertidumbre, una que crecía con cada sueño, cada visión que me atormentaba. ¿Y si Fray estaba vivo? ¿Y si realmente estaba con los humanos, como Giafranco había dicho? La posibilidad me consumía. Podía soportar la ira de Caleb, su mirada acusadora, pero no podía vivir con la incertidumbre sobre mi propio hermano. Esa era una verdad que me arrancaría el alma si no la descubría.L