Me sentía más tranquila, una sensación que había estado esquiva en los últimos días. La tensión entre Caleb y yo comenzaba a disiparse, y aunque aún quedaban vestigios de la sombra que Giafranco había arrojado sobre nuestra relación, había un rayo de esperanza brillando entre nosotros. Decidí que era el momento de buscar un poco de paz para mí misma, un respiro lejos del bullicio de mis hijos y las responsabilidades que pesaban sobre mis hombros como reina y madre.Subí lentamente las escaleras hacia la torre más alta del castillo, el único lugar donde sabía que podía encontrar la soledad que tanto anhelaba. El ascenso era largo, pero me daba tiempo para ordenar mis pensamientos, para liberar mi mente de las preocupaciones que la habían asediado. Al llegar a la cima, una brisa fresca me recibió, acariciando mi rostro con una suavidad que casi me hizo suspirar de alivio.Me acerqué a la pequeña mesa de madera donde había dejado un libro antiguo, una recopilación de leyendas humanas qu
Dejé a Freya encerrada en la habitación, el eco de sus súplicas aún resonando en mi mente, pero mi corazón estaba endurecido por la traición que sentía. Cada paso que daba alejándome de ella, mi furia crecía, alimentada por las imágenes de aquellos sueños que ella y Giafranco compartían. No podía quitarme de la cabeza la idea de que, en algún nivel, esos sueños significaban algo más profundo, algo que amenazaba con destruir todo lo que habíamos construido juntos.Mi respiración era pesada mientras caminaba rápidamente por los pasillos del castillo, buscando a Giafranco. Tenía que encontrarlo, exigirle respuestas, y terminar con esta locura antes de que fuera demasiado tarde. Mis pensamientos eran un torbellino de ira y confusión, y el rugido del lobo dentro de mí pugnaba por salir. ¿Cómo se había atrevido Giafranco a infiltrarse de esa manera en nuestras vidas? ¿Cómo había logrado que Freya dudara, aunque fuera por un instante?Llegué al lugar donde lo había visto por última vez, ba
Corría sin detenerme, mis patas firmes golpeando la tierra húmeda del bosque mientras la brisa fresca de la noche acariciaba mi pelaje. La luna llena iluminaba mi camino, su luz blanca y fría reflejándose en los árboles, mientras mi respiración se aceleraba con cada zancada. Convertida en loba, me sentía más libre y poderosa, pero también más vulnerable. Las dudas me perseguían, los pensamientos sobre Caleb y el caos que había dejado atrás volvían una y otra vez a mi mente, como un eco incesante. Pero necesitaba respuestas. Necesitaba saber la verdad sobre mi hermano.Giafranco había plantado esa semilla de incertidumbre, una que crecía con cada sueño, cada visión que me atormentaba. ¿Y si Fray estaba vivo? ¿Y si realmente estaba con los humanos, como Giafranco había dicho? La posibilidad me consumía. Podía soportar la ira de Caleb, su mirada acusadora, pero no podía vivir con la incertidumbre sobre mi propio hermano. Esa era una verdad que me arrancaría el alma si no la descubría.L
Corría sin detenerme, mis patas golpeando la tierra húmeda mientras el viento aullaba en mis oídos. Mi instinto de madre me impulsaba más allá de cualquier límite, más allá del miedo y la desesperación. Cada vez que mis pensamientos se desviaban hacia mis hijos, el miedo me golpeaba con fuerza, pero sabía que no podía permitirme detenerme. Tenía que encontrarlos.Nos habíamos movilizado rápidamente tras la noticia de su desaparición, pero el castillo y sus alrededores no ofrecían ninguna pista. Fue entonces cuando lo supe, en lo más profundo de mi ser: mis hijos no estaban allí. Estaban más allá de nuestras tierras, más allá del reino de los hombres lobo. Estaban en el territorio de los humanos. Y eso solo podía significar una cosa: peligro.Mi lobo interior tomó el control, y me lancé hacia el bosque, corriendo con una velocidad que apenas podía controlar. Mi olfato agudo captaba rastros, fragmentos de su esencia, como si sus pequeñas presencias se desvanecieran lentamente en el vien
Caminé lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en mis oídos. Cada paso que daba me acercaba más a la verdad que tanto temía enfrentar. Frente a la florería, las flores de colores vibrantes parecían insignificantes comparadas con el torbellino de emociones que sentía en mi interior. Allí estaba Fray, mi hermano, el que todos creíamos muerto, pero no solo estaba vivo, estaba... viviendo. Parecía tener una vida completamente ajena a la que habíamos dejado atrás. Y entonces, la vi.Una niña, no mayor de seis años, se acercó corriendo a él, con una risa inocente que resonaba en el aire. —¡Papá! —exclamó, abrazándose a su pierna como si fuera su mundo entero. Mis pies se clavaron en el suelo, incapaz de moverme. El impacto fue tan fuerte que me dejó sin aliento. Papá. Esa palabra resonaba en mi mente una y otra vez.Y entonces, una mujer apareció detrás de la niña. Su vientre prominente dejaba claro que estaba esperando otro hijo, y sin titubear, se inclinó para darle un suave beso e
***CALEB***Nos sentamos en la pequeña sala de la casa de Fray, un lugar que parecía sacado de una vida completamente ajena a la que habíamos conocido. Las paredes estaban decoradas con fotos familiares, una pequeña mesa de madera frente a nosotros, y el aroma a café recién hecho llenaba el aire. Observé en silencio cómo su esposa, Sandy, nos servía con una sonrisa amable, completamente ajena a la tormenta que se desataba en mi interior.Fray le agradeció con un gesto, su voz suave, casi normal, como si nuestra presencia aquí fuera solo una visita más. Pero para mí, nada de esto era normal. La traición que sentía en lo más profundo de mi ser me quemaba como un hierro al rojo vivo. Había sido su mejor amigo, su compañero de manada, y ahora lo encontraba viviendo entre humanos, abandonando todo lo que una vez fue.—¿Estos son los amigos de los que me hablaste? —preguntó Sandy, mirándonos con curiosidad mientras Britany, su pequeña hija, jugaba cerca.Fray asintió, su expresión tranquil
El aire denso y cargado de humedad envolvía cada rincón de la vieja casa, como si guardara en sus paredes los susurros de una historia olvidada. Caleb, Fray y yo entramos con cautela, sintiendo cada crujido bajo nuestros pies mientras nos acercábamos al centro de la sala. Allí, en la penumbra, un hombre de rostro curtido por los años y las batallas nos esperaba. Sus ojos oscuros y penetrantes se alzaron para encontrarse con los nuestros, conociendo de inmediato la urgencia que traíamos con nosotros.—Ustedes buscan a Giafranco —dijo, su voz rasposa, como si el tiempo y los secretos que guardaba hubiesen consumido la suavidad de su tono. No era una pregunta. Sabía lo que estábamos enfrentando sin necesidad de más explicaciones.Asentí, sintiendo cómo el miedo y la esperanza se entrelazaban en mi pecho. —Tiene a nuestros hijos —dije, intentando que mi voz no quebrara—. Los ha secuestrado, y no sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que…—Antes de que sea demasiado tarde —interrumpió el
El viento susurraba a través de las hojas, como si el bosque mismo compartiera nuestra angustia. Desde nuestra posición detrás de los árboles, con la respiración contenida y los músculos tensos, observábamos cada movimiento de los cazadores. La fogata crepitaba en el centro del claro, sus llamas iluminando las sombras de aquellos hombres encapuchados que parecían estar preparando algo mucho más siniestro de lo que habíamos imaginado.Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras mis ojos no podían despegarse de los trillizos, encadenados y vulnerables a pocos metros de nosotros. Quería lanzarme hacia ellos, romper esas malditas cadenas, protegerlos de lo que fuera que esos humanos tenían planeado. Pero algo me detuvo: la visión de otros lobos. Había más prisioneros. Hombres lobo, como nosotros, capturados y dispuestos en un círculo cercano a la fogata. Sus cuerpos maltratados y debilitados por el encierro eran una imagen que me desgarró el alma.Caleb, a mi lado, observaba con oj