La noche ha caído como un manto espeso sobre la ciudad. En el interior del pequeño departamento de Valentina, la luz es tenue, apenas la suficiente para delinear los contornos de los muebles y la figura del hombre sentado en su sofá.Henry juguetea nerviosamente con un vaso de whisky entre sus dedos, la mirada fija en un punto indefinido del suelo. Valentina, sentada frente a él, lo observa en silencio, dándole espacio. No es la primera vez que lo ve así: contenido, casi a punto de desbordarse, como un dique agrietado que se resiste a romperse.Finalmente, Henry suspira, un sonido cargado de un cansancio que parece pesarle en los huesos.—¿Sabes qué es lo más jodido de todo esto? —murmura, la voz rasposa, quebrada.Valentina inclina la cabeza, alentándolo sin presionarlo. Llevaban un buen tiempo hablando. Un tiempo en el que Henry se había abierto a ella como nunca lo había hecho con nadie más.Henry no tenía ni idea de cómo, o por qué se había dado la conversación. Lo único que sup
El aire fresco de la mañana acaricia sus rostros mientras caminan hacia la entrada de la escuela. Isabella sostiene con fuerza la mano de Emma, como si al soltarla pudiera perder algo más que un simple contacto físico.A su lado, Alexander carga las mochilas de campamento de los trillizos con una sonrisa divertida.—Mamá —se queja Liam, tirando suavemente de su mano—. Nos vas a aplastar.—Lo siento, cariño —murmura Isabella, soltándolo a regañadientes.Alexander se acerca y pasa un brazo protector sobre sus hombros.—Van a estar bien —le susurra al oído—. Prometo que se van a divertir tanto que no van a querer volver a casa.Isabella respira hondo, luchando contra la punzada de ansiedad que le atenaza el pecho. Nunca antes había estado separada de ellos por tanto tiempo. Una noche de pijamada con amigos era una cosa. Un fin de semana entero de campamento, era otra muy distinta.—Y si no me divierto, ¿puedo llamar a los bomberos? —pregunta Gael con seriedad, frunciendo el ceño.Alexan
Isabella y Alexander estaban viviendo un sueño hecho realidad.Ya no estaban en una burbuja, no, ya estaban viviendo su vida, la que el destino les había arrebatado.—Te quiero. —le dice él mientras la mira con adoración, como si fuera lo más preciado que tuviera en su vida. POV DE ISABELLA Apenas he terminado de oír sus palabras cuando sus labios se posan sobre los míos y sus manos acarician mis costados. Gimo en su boca y estallo en puro éxtasis al sentir sus dedos sobre mi cuerpo. El resto del mundo empalidece cuando estoy con él, mi cuerpo solo responde a su contacto, mis pensamientos están totalmente nublados por su cercanía. Hundo las manos en su pelo para atraerlo más a mí, de tal forma que su cuerpo y el mío acaban encajados a la perfección.Su sabor es una droga que me da un subidón inmediato. Cuando se separa de mí, no puedo contener un pequeño sonido de frustración al que él responde con una sonrisa provocativa. Mis piernas están abiertas, dejándole el espacio para q
POV DE ALEXANDERMis dedos se clavan en su carne color alabastro. Sé que no haría falta mucha fuerza para hacerle daño grave. Esa parte retorcida que jamás me abandonará encuentra su vulnerabilidad excitante. Saber que me confía su cuerpo y sus sentimientos, segura de que nunca le haré daño, me excita. Si ese pensamiento no es suficiente para llevarme al límite, verla encima de mí, con los ojos oscurecidos por el deseo, sus pechos en mi punto directo de visión pidiendo que los bese, mantienen mi cuerpo en un estado de tensión que pide a gritos que lo solucione.—Estás hambrienta —digo pasando mi dedo entre el valle de sus pechos—. Lo sé, lo noto en tus ojos. Y no precisamente de comida. —Su piel se eriza bajo mi contacto.Sigo tocando su piel, explorando cada centímetro bajo mis dedos mientras que sus ojos siguen clavados en los míos, hambrientos y llenos de lujuria. Hago que su cuerpo tiemble al recorrer su espalda, alcanzo su nuca y la rodeo con la mano para atraerla hacia mí. Su
El sol de la mañana apenas filtra su luz a través de las cortinas cuando Isabella se despereza en la cama. A su lado, Alexander duerme profundamente, su respiración pausada y el rostro sereno, como si por fin hubiera encontrado algo de paz en medio de tanto caos.Isabella sonríe con ternura. La noche anterior había sido... mágica. Después de semanas de tensión, de miedos y secretos, por fin se habían dejado llevar por lo que sentían. Sin máscaras. Sin reservas. Solo ellos dos.Pero la burbuja de felicidad empieza a resquebrajarse cuando el teléfono de Alexander vibra de manera insistente sobre la mesita de noche. Isabella parpadea, sintiendo un mal presentimiento. Alexander gruñe, dándose la vuelta, pero el sonido persiste.—Voy a apagarlo —murmura, la voz ronca de sueño.Cuando toma el teléfono y ve el nombre en la pantalla, su expresión cambia abruptamente. Su cuerpo se tensa como un cable tirante.—¿Qué pasa? —pregunta Isabella, incorporándose en la cama, el corazón acelerándose si
El murmullo de los motores del jet privado vibraba bajo sus pies cuando Isabella, con una mezcla de asombro y nerviosismo, sujetó las pequeñas manos de Emma y Gael mientras Liam se adelantaba emocionado hacia la escalinata.Alexander, de pie a un costado, los observaba con una sonrisa amplia y genuina, diferente a cualquier otra que hubiera mostrado en público. Esta era su familia, su mundo. Y estaba dispuesto a luchar por ellos.—¡Mamá, mamá! ¡¿Vamos a volar en esa cosa enorme?! —gritó Liam, señalando el jet con ojos tan grandes como platos.—¡Es más grande que nuestra casa! —añadió Gael, arrastrando su pequeña maleta detrás de él.Emma, siempre tan curiosa, jaló de la camisa de Alexander.—¿Tú eres rico? —preguntó con total inocencia, alzando la mirada hacia él.Isabella soltó una carcajada ahogada mientras Alexander se agachaba para quedar a su altura.—Bueno... digamos que he trabajado muy duro —respondió, guiñándole un ojo.Liam no se contuvo:—¿Entonces podemos comprar muchos he
El café se le derramó por tercera vez esa mañana. —¡Maldición! —bufó Isabella mientras intentaba limpiar la mancha en su blusa con una servilleta húmeda. Los trillizos habían dejado un caos en la cocina, la niñera había llegado tarde, y su cita con el nuevo empleo no podía ser más inoportuna. Aun así, ahí estaba: parada frente a uno de los rascacielos más imponentes de la ciudad, con una mezcla de nerviosismo, adrenalina y… algo más que no sabía cómo nombrar. Blackwood Enterprises. El nombre retumbaba en su mente desde que aceptó el trabajo como diseñadora dentro del departamento creativo. El sueldo era una bendición, la oportunidad, un sueño. Pero algo dentro de ella vibraba extraño desde que escuchó aquel apellido. Sacudió la cabeza y entró al edificio. Al pisar el mármol brillante del vestíbulo, sus pasos resonaron como una advertencia. El ascensor estaba abierto. Isabella se apresuró, ajustando su bolso y ocultando la mancha de café como podía. Dentro, un hombre con un
Cinco años atrás La música suave del cuarteto de cuerdas llenaba la sala del hotel con elegancia, mientras el murmullo de la élite empresarial flotaba entre copas de champán, risas fingidas y sonrisas ensayadas. Isabella se sentía como una intrusa. Llevaba puesto un vestido negro prestado y unos tacones que no eran suyos. Había acompañado a Valentina, su mejor amiga y abogada en ascenso, a esa gala benéfica solo porque prometieron que habría canapés caros, vino gratis y, con suerte, alguien interesante para mirar. —Solo estás aquí para disfrutar —le recordó Valentina, dándole un leve codazo—. Olvídate del mundo real por una noche. Y así lo haría, se lo había prometido a sí misma. Después de pasar mucho tiempo donde su plan más atrevido era quedarse en su casa viendo comedias románticas y llorando por el daño que su ex le había hecho, estaba lista para comenzar de nuevo. Caminaba hacia la terraza cuando lo vio. Alto, traje oscuro perfectamente ajustado, copa en mano, mirada intens