El aire fresco de la mañana acaricia sus rostros mientras caminan hacia la entrada de la escuela. Isabella sostiene con fuerza la mano de Emma, como si al soltarla pudiera perder algo más que un simple contacto físico.A su lado, Alexander carga las mochilas de campamento de los trillizos con una sonrisa divertida.—Mamá —se queja Liam, tirando suavemente de su mano—. Nos vas a aplastar.—Lo siento, cariño —murmura Isabella, soltándolo a regañadientes.Alexander se acerca y pasa un brazo protector sobre sus hombros.—Van a estar bien —le susurra al oído—. Prometo que se van a divertir tanto que no van a querer volver a casa.Isabella respira hondo, luchando contra la punzada de ansiedad que le atenaza el pecho. Nunca antes había estado separada de ellos por tanto tiempo. Una noche de pijamada con amigos era una cosa. Un fin de semana entero de campamento, era otra muy distinta.—Y si no me divierto, ¿puedo llamar a los bomberos? —pregunta Gael con seriedad, frunciendo el ceño.Alexan
Isabella y Alexander estaban viviendo un sueño hecho realidad.Ya no estaban en una burbuja, no, ya estaban viviendo su vida, la que el destino les había arrebatado.—Te quiero. —le dice él mientras la mira con adoración, como si fuera lo más preciado que tuviera en su vida. POV DE ISABELLA Apenas he terminado de oír sus palabras cuando sus labios se posan sobre los míos y sus manos acarician mis costados. Gimo en su boca y estallo en puro éxtasis al sentir sus dedos sobre mi cuerpo. El resto del mundo empalidece cuando estoy con él, mi cuerpo solo responde a su contacto, mis pensamientos están totalmente nublados por su cercanía. Hundo las manos en su pelo para atraerlo más a mí, de tal forma que su cuerpo y el mío acaban encajados a la perfección.Su sabor es una droga que me da un subidón inmediato. Cuando se separa de mí, no puedo contener un pequeño sonido de frustración al que él responde con una sonrisa provocativa. Mis piernas están abiertas, dejándole el espacio para q
POV DE ALEXANDERMis dedos se clavan en su carne color alabastro. Sé que no haría falta mucha fuerza para hacerle daño grave. Esa parte retorcida que jamás me abandonará encuentra su vulnerabilidad excitante. Saber que me confía su cuerpo y sus sentimientos, segura de que nunca le haré daño, me excita. Si ese pensamiento no es suficiente para llevarme al límite, verla encima de mí, con los ojos oscurecidos por el deseo, sus pechos en mi punto directo de visión pidiendo que los bese, mantienen mi cuerpo en un estado de tensión que pide a gritos que lo solucione.—Estás hambrienta —digo pasando mi dedo entre el valle de sus pechos—. Lo sé, lo noto en tus ojos. Y no precisamente de comida. —Su piel se eriza bajo mi contacto.Sigo tocando su piel, explorando cada centímetro bajo mis dedos mientras que sus ojos siguen clavados en los míos, hambrientos y llenos de lujuria. Hago que su cuerpo tiemble al recorrer su espalda, alcanzo su nuca y la rodeo con la mano para atraerla hacia mí. Su
El sol de la mañana apenas filtra su luz a través de las cortinas cuando Isabella se despereza en la cama. A su lado, Alexander duerme profundamente, su respiración pausada y el rostro sereno, como si por fin hubiera encontrado algo de paz en medio de tanto caos.Isabella sonríe con ternura. La noche anterior había sido... mágica. Después de semanas de tensión, de miedos y secretos, por fin se habían dejado llevar por lo que sentían. Sin máscaras. Sin reservas. Solo ellos dos.Pero la burbuja de felicidad empieza a resquebrajarse cuando el teléfono de Alexander vibra de manera insistente sobre la mesita de noche. Isabella parpadea, sintiendo un mal presentimiento. Alexander gruñe, dándose la vuelta, pero el sonido persiste.—Voy a apagarlo —murmura, la voz ronca de sueño.Cuando toma el teléfono y ve el nombre en la pantalla, su expresión cambia abruptamente. Su cuerpo se tensa como un cable tirante.—¿Qué pasa? —pregunta Isabella, incorporándose en la cama, el corazón acelerándose si
El murmullo de los motores del jet privado vibraba bajo sus pies cuando Isabella, con una mezcla de asombro y nerviosismo, sujetó las pequeñas manos de Emma y Gael mientras Liam se adelantaba emocionado hacia la escalinata.Alexander, de pie a un costado, los observaba con una sonrisa amplia y genuina, diferente a cualquier otra que hubiera mostrado en público. Esta era su familia, su mundo. Y estaba dispuesto a luchar por ellos.—¡Mamá, mamá! ¡¿Vamos a volar en esa cosa enorme?! —gritó Liam, señalando el jet con ojos tan grandes como platos.—¡Es más grande que nuestra casa! —añadió Gael, arrastrando su pequeña maleta detrás de él.Emma, siempre tan curiosa, jaló de la camisa de Alexander.—¿Tú eres rico? —preguntó con total inocencia, alzando la mirada hacia él.Isabella soltó una carcajada ahogada mientras Alexander se agachaba para quedar a su altura.—Bueno... digamos que he trabajado muy duro —respondió, guiñándole un ojo.Liam no se contuvo:—¿Entonces podemos comprar muchos he
El sol se hunde despacio en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas que parecen robados de un sueño. Alexander, de pie en la terraza de la pequeña casa frente a la playa, observa cómo Isabella y los niños construyen un castillo de arena cerca de la orilla. El sonido de sus risas viaja hasta él, cálido y contagioso, llenándole el pecho de una determinación nueva.Esta vez no piensa fallar. No la perderá de nuevo.—¿Listos? —pregunta en voz baja, girándose hacia los pequeños que lo miran expectantes.Liam asiente con entusiasmo, sus rizos castaños saltando con el movimiento.—¡Sí! ¿Qué tenemos que hacer, papi? ¿Es ahora?Emma, con su habitual picardía, se cruza de brazos.—¿Es como en las películas cuando el chico le dice cosas bonitas a la chica?Gael sonríe ampliamente, mostrando los pequeños huecos entre sus dientes.—¡¿Vamos a tener flores también?! ¡A mamá le gustan las flores!Alexander se agacha para quedar a su altura, el corazón latiéndole fuerte contra el p
La brisa salada de la playa parece desvanecerse demasiado rápido cuando el avión toca tierra firme en la ciudad.El regreso a la realidad pesa sobre los hombros de todos, pero especialmente sobre Alexander.Sentado junto a Isabella en el asiento del jet privado, siente a los trillizos removiéndose inquietos, como si también presintieran que los días de calma han quedado atrás.—¿Volveremos? —pregunta Liam con su voz trémula mientras recoge su mochila.Alexander se gira hacia él, viendo los ojos enormes y brillantes del pequeño. Gael y Emma lo miran igual, aferrados a sus pequeñas maletas, con esa esperanza silenciosa que corta el corazón.Alexander se agacha hasta quedar a su altura y promete, con una voz cargada de emoción:—Claro que sí. Les prometo que la próxima vez nos quedaremos todo un mes entero.Los tres niños sonríen como si acabaran de recibir el regalo más preciado del mundo. Isabella, de pie a un lado, los observa con una ternura que a Alexander casi le arranca un suspiro
El café se le derramó por tercera vez esa mañana. —¡Maldición! —bufó Isabella mientras intentaba limpiar la mancha en su blusa con una servilleta húmeda. Los trillizos habían dejado un caos en la cocina, la niñera había llegado tarde, y su cita con el nuevo empleo no podía ser más inoportuna. Aun así, ahí estaba: parada frente a uno de los rascacielos más imponentes de la ciudad, con una mezcla de nerviosismo, adrenalina y… algo más que no sabía cómo nombrar. Blackwood Enterprises. El nombre retumbaba en su mente desde que aceptó el trabajo como diseñadora dentro del departamento creativo. El sueldo era una bendición, la oportunidad, un sueño. Pero algo dentro de ella vibraba extraño desde que escuchó aquel apellido. Sacudió la cabeza y entró al edificio. Al pisar el mármol brillante del vestíbulo, sus pasos resonaron como una advertencia. El ascensor estaba abierto. Isabella se apresuró, ajustando su bolso y ocultando la mancha de café como podía. Dentro, un hombre con un