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Natalia observó con lentitud como el juicio iniciaba. En ese momento se sentía como si estuviera dentro de una botella con tapa. Todo giraba a su alrededor, de una manera lenta y asfixiante. El abogado de Roberto se levantó entonces para comenzar con su alegato. Parecía ser un hombre sagaz, con traje a medida y una mirada que parecía decirle: te voy a devorar viva. Ese sujeto no tenía escrúpulos, se movía por el dinero y estaba segura de que comenzaría a decir puras mentiras. —Honorables, señores del jurado —se giró con gracia hacia los mencionados—, nos encontramos hoy aquí porque mi cliente, el señor Buendía, busca lo mejor para sus hijos. Lamentablemente, desde que la señora Arison se ha casado, sus prioridades han cambiado drásticamente. Las manos de Natalia se empuñaron en su regazo. ¿Cómo se atrevía a usar un argumento tan burdo? —Ella ya no atiende a los niños como debería, y su nuevo marido ha pasado a ser más importante en su vida —soltó con dramatismo
—Esta acusación es muy preocupante, señor Buendía, ¿tiene algo que decir en su defensa? —preguntó el juez con una ceja alzada, esperando por las palabras del aludido. —Sí, por supuesto que sí —la voz de Roberto salió ligeramente histérica—. Es evidente que todo esto es falso. ¡Un montaje! —señaló sin rodeos, a estas alturas del partido parecía no importarle a quién se llevaba por el medio. —Claro, me imagino —bufó Fabián desde su posición cerca de la puerta—. El mismo tipo de montaje que pretendías armarle a Natalia, ¿cierto? En ese momento, los ojos de Roberto se encontraron con los de Fabián en medio de una batalla silenciosa que pareció llenar toda la sala de una tensión sofocante. Los dos hombres parecían a punto de darse puñetazos en cualquier instante. —Responda a la pregunta, señor Buendía —apremió el juez al notar la energía negativa que desprendía de los dos hombres—. ¿Pretendía armarle una trampa a la madre de sus hijos? ¿Esa era su intención? —No —fue una respuesta co
La sensación de calidez que se extendió por todo su cuerpo desde que Fabián apareció en el tribunal no desapareció en el resto del día, por el contrario, se intensificó más y más con cada segundo en su compañía.—¿Cómo supiste lo de Sánchez?Natalia no pudo evitar sacar el tema a colación, porque realmente le intrigaba bastante.Su marido se enderezó en el sofá y la miró, la miró de aquella forma que le hacía temblar las piernas y que le provocaba un estremecimiento satisfactorio en todo el cuerpo.Era una mirada intensa y abrasadora.—¿En realidad creíste que iba a permitir que mi esposa se enfrentara sola a un sujeto tan desalmado como Roberto? —le preguntó con un ligero tono amenazante, como si la sola idea de haber pensado que la dejaría desprotegida le molestara bastante.Natalia se mordió el labio inferior, sintiendo un ligero cosquilleo en su zona íntima. No pudo evitar juntar los muslos, ansiosa. No había pasado desapercibida la manera posesiva en la que había dicho “mi espos
Se quedaron en silencio por un instante, mientras los latidos de sus corazones retumbaban en sus oídos. Acababan de hacer el amor y había sido fantástico. Pero… La mente de Natalia repitió una y otra vez la declaración que acababa de hacerle Fabián. Le había dicho que deseaba embarazarla. Aquel tema no lo habían tocado hasta la fecha y… ella no quería más bebés. Al menos no todavía. —Fabián, yo… no quiero —comenzó a decir entrecortadamente. Su corazón parecía una locomotora que había perdido los frenos y que estaba a punto de encaminarse a una muerte inminente—. No todavía. Los niños son pequeños. Quiero estudiar. No puedo cuidar de más niños. Yo… —Entiendo —dijo su esposo, aunque por su tono de voz parecía que realmente no lo había entendido. —Nunca pensé que tendría la oportunidad de superarme y ahora que está al alcance de mis manos, deseo hacer mi mejor esfuerzo para conseguirlo. Quiero graduarme de la universidad, ser una profesional, quiero que mis hijos vean a su madre
Los ojos adormilados de Natalia se encontraron con los primeros rayos de sol que se colaban por la ventana. La mujer observó la diminuta luz y pensó en todo lo que se le avecinaba para ese día. El juicio continuaba. Pero esta vez no iba desprotegida. Los abogados de su esposo estaban completamente preparados para garantizarle una inminente victoria. Esta vez sería Roberto quien se vería obligado a guardar silencio, impotente, mientras bajaba la cabeza, y se tragaba todo su veneno.Sus amenazas no surtirían ningún efecto.“Te daré esta última oportunidad para dialogar. Si no llegamos a un acuerdo, entonces te quitaré a los niños y me aseguraré de que no los vuelvas a ver más, ¿me oyes?”, recordó sus frías palabras. ¿Cómo se atrevía a amenazarla? ¿Con qué derecho?Roberto estaba completamente loco. Ya no le quedaban dudas de eso. Era increíble que hubiera dormido al lado de ese hombre y jamás hubiera notado esos rasgos desquiciados que ahora revelaba con tanto descaro.A estás
Fabián se levantó inmediatamente de su asiento al escuchar el nombre de su madre, siendo llamada como testigo. Observó entonces hacia la puerta de entrada del tribunal y la vio ingresar con altivez.Iba reluciente.Parecía haber puesto especial empeño en su atuendo, en ese vestido rojo de diseñador que, de no ser por él, no pudiera ni siquiera costearse, pero aun así había decidido ignorar su solicitud y desafiarlo.Los ojos de Orena se encontraron con los suyos en ese momento y parecían retarlo: atrévete a elegirla por encima de mí.La mujer no había sido la madre más amorosa del mundo, pero al menos recordaba que lo había cuidado con esmero aún por encima de sus frivolidades.Su deseo no era hacerla a un lado. Amaba a su madre, pero esto, sin duda, era algo que debía de decidir al ver que sus palabras anteriores habían caído en saco roto. A Orena no le interesaba convivir con Natalia, ella simplemente la quería fuera, quería que se divorciara. Sin embargo, eso no iba a suceder.Y a
—Señor Juez, me gustaría también hacerle una serie de preguntas a la señora Orena, si me lo permite —solicitó el abogado de Natalia colocándose nuevamente de pie.—Concedido —accedió el juez.El hombre se aproximó con calma hacia donde se encontraba la testigo, mientras sopesaba seriamente sus próximos movimientos.Debía de ser cuidadoso, puesto que la parte acusadora había sabido muy bien cómo tejer sus mentiras, así que debía desbaratarlas una a una. —Sé que acaba de contarle a la sala de este tribunal como sucedió todo, pero me gustaría oír su relato una vez más —pidió con un tono desinteresado.Orena no disimuló ni un poco su fastidio.No estaba preparada para tantas preguntas innecesarias.Únicamente había memorizado unas cuantas palabras y pretendía decirlas para luego irse.—Como ya comenté antes —su voz pasó de ser suave a áspera—. Natalia me empujó por las escaleras cuando discutía con mi hija Diana.—¿Entonces discutía usted con su hija? —repitió sus últimas palabras.Orena
Diana se encontró con la mirada despectiva de su madre y su corazón se sintió inmediatamente triste. Podía leer en su cara el rechazo. Parecía querer reclamarle entre gritos: ¿Cómo fue que diste a dar con ese hombre? ¿Lo has visto siquiera? Lo que no sabía su madre era que desde que se casó con Horacio se sentía la mujer más feliz del mundo. Su vida había cambiado mucho, sí, pero no echaba de menos ninguna de esas cosas superficiales a las que estaba tan acostumbrada antes. Además, su hermano tampoco la había abandonado, les regaló una hermosa casa y hasta un auto. Parte de su fortuna estaba en su cuenta bancaria y podía hacer uso de ella cuando quisiera, la diferencia era que prefería ese nuevo estilo de vida. Uno más sencillo, alejado de las apariencias. Su suegra era una mujer encantadora y se había complacido muchísimo cuando la llevó a comprar su nueva silla de ruedas. Luego fueron a comprar ropitas para el bebé y la sonrisa de la mujer brillaba más y más con