Espero estén disfrutando de su domingo de DESCANSO :)
Los ojos adormilados de Natalia se encontraron con los primeros rayos de sol que se colaban por la ventana. La mujer observó la diminuta luz y pensó en todo lo que se le avecinaba para ese día. El juicio continuaba. Pero esta vez no iba desprotegida. Los abogados de su esposo estaban completamente preparados para garantizarle una inminente victoria. Esta vez sería Roberto quien se vería obligado a guardar silencio, impotente, mientras bajaba la cabeza, y se tragaba todo su veneno.Sus amenazas no surtirían ningún efecto.“Te daré esta última oportunidad para dialogar. Si no llegamos a un acuerdo, entonces te quitaré a los niños y me aseguraré de que no los vuelvas a ver más, ¿me oyes?”, recordó sus frías palabras. ¿Cómo se atrevía a amenazarla? ¿Con qué derecho?Roberto estaba completamente loco. Ya no le quedaban dudas de eso. Era increíble que hubiera dormido al lado de ese hombre y jamás hubiera notado esos rasgos desquiciados que ahora revelaba con tanto descaro.A estás
Fabián se levantó inmediatamente de su asiento al escuchar el nombre de su madre, siendo llamada como testigo. Observó entonces hacia la puerta de entrada del tribunal y la vio ingresar con altivez.Iba reluciente.Parecía haber puesto especial empeño en su atuendo, en ese vestido rojo de diseñador que, de no ser por él, no pudiera ni siquiera costearse, pero aun así había decidido ignorar su solicitud y desafiarlo.Los ojos de Orena se encontraron con los suyos en ese momento y parecían retarlo: atrévete a elegirla por encima de mí.La mujer no había sido la madre más amorosa del mundo, pero al menos recordaba que lo había cuidado con esmero aún por encima de sus frivolidades.Su deseo no era hacerla a un lado. Amaba a su madre, pero esto, sin duda, era algo que debía de decidir al ver que sus palabras anteriores habían caído en saco roto. A Orena no le interesaba convivir con Natalia, ella simplemente la quería fuera, quería que se divorciara. Sin embargo, eso no iba a suceder.Y a
—Señor Juez, me gustaría también hacerle una serie de preguntas a la señora Orena, si me lo permite —solicitó el abogado de Natalia colocándose nuevamente de pie.—Concedido —accedió el juez.El hombre se aproximó con calma hacia donde se encontraba la testigo, mientras sopesaba seriamente sus próximos movimientos.Debía de ser cuidadoso, puesto que la parte acusadora había sabido muy bien cómo tejer sus mentiras, así que debía desbaratarlas una a una. —Sé que acaba de contarle a la sala de este tribunal como sucedió todo, pero me gustaría oír su relato una vez más —pidió con un tono desinteresado.Orena no disimuló ni un poco su fastidio.No estaba preparada para tantas preguntas innecesarias.Únicamente había memorizado unas cuantas palabras y pretendía decirlas para luego irse.—Como ya comenté antes —su voz pasó de ser suave a áspera—. Natalia me empujó por las escaleras cuando discutía con mi hija Diana.—¿Entonces discutía usted con su hija? —repitió sus últimas palabras.Orena
Diana se encontró con la mirada despectiva de su madre y su corazón se sintió inmediatamente triste. Podía leer en su cara el rechazo. Parecía querer reclamarle entre gritos: ¿Cómo fue que diste a dar con ese hombre? ¿Lo has visto siquiera? Lo que no sabía su madre era que desde que se casó con Horacio se sentía la mujer más feliz del mundo. Su vida había cambiado mucho, sí, pero no echaba de menos ninguna de esas cosas superficiales a las que estaba tan acostumbrada antes. Además, su hermano tampoco la había abandonado, les regaló una hermosa casa y hasta un auto. Parte de su fortuna estaba en su cuenta bancaria y podía hacer uso de ella cuando quisiera, la diferencia era que prefería ese nuevo estilo de vida. Uno más sencillo, alejado de las apariencias. Su suegra era una mujer encantadora y se había complacido muchísimo cuando la llevó a comprar su nueva silla de ruedas. Luego fueron a comprar ropitas para el bebé y la sonrisa de la mujer brillaba más y más con
Cuando Natalia se separó del abrazo de Fabián, observó con asombro como la espalda de Roberto se alejaba. El hombre caminaba a paso firme, sin detenerse siquiera a escuchar las palabras de su abogado, quien trataba de seguirlo y justificar su fracaso. No pudo evitar fruncir el ceño al percatarse de que acababa de marcharse sin mediar palabra. El Roberto que conocía no hubiera perdido la oportunidad de armar una escena y explotar en cólera delante de todos. Este, sin embargo, se acababa de ir en completo silencio. Eso era muy extraño. Sentía que se estaba perdiendo de algo. ¿Pero de qué? —No te preocupes por Roberto. No volverá a molestarte —le aseguró su esposo, quien se encontraba a su lado, pero, por alguna razón, no se sentía tan convencida como él. —Eso espero —dijo con voz dudosa. De repente, notó que su esposo se alejaba y Natalia no pudo evitar sentirse preocupada, cuando detalló que los pasos del hombre se dirigían hacia su progenitora. Contuvo la respiración
—Fabián, quizás si intentas hablar con tu madre… —Trató Natalia de hacerlo entrar en razón, no quería ser la culpable de la ruptura de la relación entre un hijo y su madre.—Ella no cambiará de parecer, Natalia. Te quiere fuera de mi vida y te hará las cosas difíciles hasta que lo consiga. Prefiero evitar que eso pase —contestó su esposo un poco exasperado por el comportamiento irracional de su progenitora. Su mano se movía ágilmente en el volante y su mirada estaba fija en la carretera, pero de repente, su vista se giró hacia ella y vio la suavidad reflejarse en esos ojos tan bonitos que le recordaban al mar—. Quiero formar una familia contigo, Natalia —declaró—. Y para eso debo hacerte respetar delante de ella. Si un día decide aceptarte, será bienvenida. Pero hasta entonces, la quiero fuera.Natalia no pudo evitar sentirse sorprendida y conmovida a partes iguales. Nunca hubiera imaginado que este hombre la defendería de tal forma.La amaba y, más allá de decírselo con palabras, se
Los ojos de Orena se llenaron de lágrimas a medida que más recordaba momentos de su juventud. Tenía diecisiete años cuando su padre anunció que la empresa de su familia estaba a punto de entrar en una situación de la que era imposible salir. —Pronto tendrás que mudarte a una nueva casa, Orena —le había dicho Claudio Arteaga con lágrimas en los ojos. —¿Por qué, papá? ¿Qué ocurre? —la angustia se apoderó de su voz, al tiempo en que sus manos temblaban. Tenía miedo, mucho miedo. —Lo que pasa, hija, es que —le costaba decir las palabras, no sabía cómo informarle a su pequeña todo lo que se le avecinaba—. La empresa... ha caído en quiebra —soltó. El patrimonio de su familia se acababa de ir a la basura por sus malas decisiones—. Hemos perdido prácticamente todo. Y para empeorar las cosas, la casa será embargada en los próximos días.—¿Qué?Los ojos de Orena se abrieron muy grande, no podía creer lo que acababa de escuchar. —Cometí errores, hija —para ese momento las lágrimas caían com
Orena perdió la cuenta de todos los intentos de Darío por impedir esa boda. La discusión que presenció en el despacho de Augusto Arison, fue el inicio de una serie de sucesos que le dejaron un agrio sabor de boca. Padre e hijo se enzarzaron en una disputa que terminó con el puño de Augusto clavado en la mejilla derecha de su único hijo. —Te casarás con ella y punto —vociferó el hombre fuera de sus casillas, mientras sujetaba el cuello de la camisa del muchacho y lo empujaba contra una mesa aledaña.Orena jadeó, horrorizada, estuvo a punto de decirle que no, que ella tampoco deseaba ese compromiso y que por favor lo soltará, pero sabía en su interior que aquello no era cierto. Siempre había fantaseado con casarse con Darío, ¿con quién más se casaría sino con él?Así que se quedó callada como la egoísta que era.Albergaba la esperanza de que con el tiempo, Darío aceptará su destino, justo como ella lo había hecho cuando sus padres le informaron de su mala fortuna.Pero el tiempo pasó