Un murmullo de voces lleno la iglesia, mientras todos contemplaban el caos en el que se había transformado aquella boda.—¡Tráela de regreso, Fabián!Había solicitado Orena a su hijo, pero este la había ignorado por completo.La mujer supo entonces que Diana no regresaría para casarse y esto la hizo explotar en cólera, mientras escuchaba una serie de reclamos por parte de los Russo.—Tu hija es una estúpida —bramaba el patriarca de la familia Russo—. ¿Cómo se atreve a someternos a semejante humillación delante de todo el mundo?—Lo lamento mucho —se disculpaba la mujer en voz baja—. Seguramente los nervios le han jugado una mala pasada. Ella volverá para casarse, les aseguro.—¿Y quién dice que mi hijo va a casarse con ella después de semejante escándalo? —se negó rotundo.—Por favor… —suplicó Orena por otra oportunidad para llevar a cabo aquella unión. Parecía incluso dispuesta a amarrar a su hija a una silla y hacerla firmar los papeles bajo coacción.—Todos ustedes son escoria —res
La confesión tomó a Fabián por sorpresa, era evidente que no se esperaba escuchar semejante revelación. Sin embargo, se mantuvo impávido, no demostró su asombro ni su desaprobación. Diana se separó ligeramente de su hermano para mirarlo a los ojos y comprobar entonces si estaba enojado. Pero no se encontró con nada en su semblante. Estaba en blanco. —¿No estás enojado? —le preguntó con temor de que la respuesta fuera afirmativa. Esperaba una oleada de gritos y rechazo, pero su hermano decidió no reaccionar igual que su madre. La mano de Fabián le acarició la mejilla y entonces la interrogó en un tono suave: —¿Amas a ese hombre?Diana se encontró haciéndose esa misma pregunta en su mente y la respuesta la dejó un poco aturdida. Porque era un sí. Lo amaba. No sabía cuándo sucedió ni cómo, pero eso era lo que sentía. Y ese amor era tan poderoso que no le habían importado las represalias de haber huido de un matrimonio. Lo único que deseaba era pararse delante de la humilde
Horacio se la quedó mirando fijamente a la espera de una explicación un poco más convincente, que el hecho de que había ido hasta su casa para pedirle matrimonio.Aquello no podía ser cierto. Se negaba a creer una locura semejante.—Tu madre tiene razón —comenzó Diana con el corazón palpitando arrítmicamente—. Estoy aquí porque… deseo que nos casemos.—¿Y por eso llevas un vestido de novia, Diana? Tenía entendido que te casabas hoy, aunque, evidentemente, eso no era conmigo —la aspereza de su voz no pasó desapercibida para nadie.La joven tragó saliva, mientras la madre de Horacio carraspeaba incómoda. —Lo mejor será que pasen, jovencitos —dijo la mujer mayor con un tono dulce, pero severo—. Sin duda tienen muchas cosas de qué hablar. Así que no pretenderán hacerlo en medio de la calle, ¿cierto?Horacio no se negó, así que Diana interpretó esto como que su presencia en su hogar no le molestaba del todo, lo cual era un buen inicio.Entendía perfectamente que pudiese estar disgustado,
Ese día se llevaría a cabo la primera audiencia del caso de custodia de sus hijos. Natalia se sentía un poco ansiosa, pero segura. Sabía que todo estaría bien. Roberto no tenía absolutamente ningún argumento que usar en su contra y eso le tranquilizaba bastante. —Realmente me gustaría acompañarte —le había dicho su esposo, mostrando su deseo de brindarle apoyo en un día tan importante. —No es necesario —se negó Natalia con una sonrisa en los labios—. Ya te dije que todo irá bien, mejor ve y firma ese contrato por el que has estado trabajando todos estos meses. Natalia sabía que ese día también era significativo para él, así que no quería arruinarlo, no por algo que se resolvería fácilmente a su parecer.—Creo que esto es más importante que cualquier otra cosa —le señaló él—. Además, solamente tendría que hacer unas cuantas llamadas para acordar una nueva fecha. Seguramente no tendría mayores repercusiones por esto, sin embargo, la idea de dejarte sola no me agrada para nada —most
Natalia observó con lentitud como el juicio iniciaba. En ese momento se sentía como si estuviera dentro de una botella con tapa. Todo giraba a su alrededor, de una manera lenta y asfixiante. El abogado de Roberto se levantó entonces para comenzar con su alegato. Parecía ser un hombre sagaz, con traje a medida y una mirada que parecía decirle: te voy a devorar viva. Ese sujeto no tenía escrúpulos, se movía por el dinero y estaba segura de que comenzaría a decir puras mentiras. —Honorables, señores del jurado —se giró con gracia hacia los mencionados—, nos encontramos hoy aquí porque mi cliente, el señor Buendía, busca lo mejor para sus hijos. Lamentablemente, desde que la señora Arison se ha casado, sus prioridades han cambiado drásticamente. Las manos de Natalia se empuñaron en su regazo. ¿Cómo se atrevía a usar un argumento tan burdo? —Ella ya no atiende a los niños como debería, y su nuevo marido ha pasado a ser más importante en su vida —soltó con dramatismo
—Esta acusación es muy preocupante, señor Buendía, ¿tiene algo que decir en su defensa? —preguntó el juez con una ceja alzada, esperando por las palabras del aludido. —Sí, por supuesto que sí —la voz de Roberto salió ligeramente histérica—. Es evidente que todo esto es falso. ¡Un montaje! —señaló sin rodeos, a estas alturas del partido parecía no importarle a quién se llevaba por el medio. —Claro, me imagino —bufó Fabián desde su posición cerca de la puerta—. El mismo tipo de montaje que pretendías armarle a Natalia, ¿cierto? En ese momento, los ojos de Roberto se encontraron con los de Fabián en medio de una batalla silenciosa que pareció llenar toda la sala de una tensión sofocante. Los dos hombres parecían a punto de darse puñetazos en cualquier instante. —Responda a la pregunta, señor Buendía —apremió el juez al notar la energía negativa que desprendía de los dos hombres—. ¿Pretendía armarle una trampa a la madre de sus hijos? ¿Esa era su intención? —No —fue una respuesta co
La sensación de calidez que se extendió por todo su cuerpo desde que Fabián apareció en el tribunal no desapareció en el resto del día, por el contrario, se intensificó más y más con cada segundo en su compañía.—¿Cómo supiste lo de Sánchez?Natalia no pudo evitar sacar el tema a colación, porque realmente le intrigaba bastante.Su marido se enderezó en el sofá y la miró, la miró de aquella forma que le hacía temblar las piernas y que le provocaba un estremecimiento satisfactorio en todo el cuerpo.Era una mirada intensa y abrasadora.—¿En realidad creíste que iba a permitir que mi esposa se enfrentara sola a un sujeto tan desalmado como Roberto? —le preguntó con un ligero tono amenazante, como si la sola idea de haber pensado que la dejaría desprotegida le molestara bastante.Natalia se mordió el labio inferior, sintiendo un ligero cosquilleo en su zona íntima. No pudo evitar juntar los muslos, ansiosa. No había pasado desapercibida la manera posesiva en la que había dicho “mi espos
Se quedaron en silencio por un instante, mientras los latidos de sus corazones retumbaban en sus oídos. Acababan de hacer el amor y había sido fantástico. Pero… La mente de Natalia repitió una y otra vez la declaración que acababa de hacerle Fabián. Le había dicho que deseaba embarazarla. Aquel tema no lo habían tocado hasta la fecha y… ella no quería más bebés. Al menos no todavía. —Fabián, yo… no quiero —comenzó a decir entrecortadamente. Su corazón parecía una locomotora que había perdido los frenos y que estaba a punto de encaminarse a una muerte inminente—. No todavía. Los niños son pequeños. Quiero estudiar. No puedo cuidar de más niños. Yo… —Entiendo —dijo su esposo, aunque por su tono de voz parecía que realmente no lo había entendido. —Nunca pensé que tendría la oportunidad de superarme y ahora que está al alcance de mis manos, deseo hacer mi mejor esfuerzo para conseguirlo. Quiero graduarme de la universidad, ser una profesional, quiero que mis hijos vean a su madre