Por el ruido de la cocina, de a poco se fue despertando. Se encontraba sobre la cama perfectamente tendida y al lado de Ciro, quien claramente estaba dormido y apoyaba su cabeza sobre el brazo de ella. Respiró hondo y lo movió despacio intentando no despertarlo en el proceso y tras conseguirlo, estiró la mano hacia su mesita de luz buscando el teléfono.Miró la hora. Arrugó la frente, consternada. Todavía no era la hora de cenar, ni siquiera la que usaba Logan normalmente para empezar a cocinar. Soltó un suspiro y se puso de pie con lentitud. Dio un último vistazo al pequeño pelirrojo que dormía plácidamente y fue a bajar las escaleras.La sola idea de tener esa hermosa casa para ellos dos, de que no fuera tan solo un alquiler temporal y de tener el dinero suficiente como para ir a la universidad y también guardar un poco para que su hijo también pueda hacerlo, era tan irreal, tan ilusoria, que a veces se preparaba mentalmente para que eso dejara de ser un hecho y se convirtiera en un
La contempló durante un par de segundos, recorrió su cuerpo con la mirada y se percató de la manera en la que se cruzaba de brazos y lo veía con seriedad, con una mirada vacía y hasta agotada. La Ciabel que había conocido tiempo atrás ahora mismo estaría destilando ira. Sin embargo, la de ese momento seguía de pie viéndolo como si ya no tuviera importancia. Eso dolió cien veces más que cualquier golpe. En especial, porque ya sabía la forma en la que se estaba sintiendo, puesto que él mismo la había vivido cuando era un adolescente. La desilusión fue tan grande que hasta los sentimientos fueron capaces de apagarse.Francamente, la entendía. Tragó saliva.—Vine para disculparme —admitió. Dejó a un lado las cosas, limpió sus manos con un trapo y caminó un poco más hacia ella.Se relamió los labios.—¿Disculparte? —inquirió despacio con una sonrisa cínica—¿Exactamente, de qué quieres disculparte ahora, Damián? ¿Por haberme dejado y aceptado la propuesta de tu madre de casarte con otra
En cuanto a la pelinegra, el día entero había sido tortuoso y amargo. Lo único que la había mantenido serena lo suficiente como para no llorar a moco tendido era la presencia de Logan y Ciro en la casa, quienes le hacían compañía o cuando lo ameritaba la dejaban sola.Estaba agotada, tenía los ojos hinchados y todavía ni siquiera se había bañado. A pesar de sentirse desastrosa y traicionada, estaba entre los brazos de la persona responsable de eso. Se preguntó a sí misma si estaba exagerando o no, no lo sabía, no estaba segura, pero de que dolía, lo hacía. Era algo de lo que no podía dudar, en especial tras verlo y sentir ese nudo en la garganta.Al oírlo tomó aire.—Eso suena horrible —susurró.Soltó una risa baja.—Créeme, Clarissa está muy al tanto de eso. Lo lamento, princesa, perdón por no poder darte la vida que te mereces.Cerró los ojos.—Basta. Deja de disculparte por básicamente existir, no es eso lo que deseaba o esperaba de ti. Renunciaste a mí, necesario o no, lo hicist
El acontecimiento la tomó tan de sorpresa que ni después de cenar con Logan y Ciro, darse una ducha, irse a acostar, pudo sacarse de la cabeza todo aquello que se dijeron el uno al otro. Al momento lo repitió una y otra vez en su mente, analizando, intentando entender lo que había sucedido. Si era verdad lo que decía o no, la amaba o solo era una excusa.Empero, así y todo, el cansancio de la noche anterior y el mal descanso que tuvo tras llegar a causa del estrés y la ansiedad hicieron eco en su energía. Haberlo visto fue como un soplo de aire fresco que la dejó relajada, más en calma. No se sentía bien, claro, pero estaba mejor que antes de aclarar las cosas.Muy pocas veces se había sentido tan cuidada y querida como lo había hecho cerca de él durante ese breve lapso en el que estuvieron casados. Incluso después del divorcio, él seguía tan presente como le era posible y no sabía qué pensar.¿Alguna vez se iba a acabar esa dinámica de tira y afloja? La relación que había tenido ti
Al regresar a la mansión, esta estaba a oscuras. Era un día libre para los empleados y un momento en el que aprovechaba para salir a entrenar o ver una buena película. Un día de descanso que había sido inaugurado meses atrás por la pelinegra. Fue directamente a la cocina. Pasaba más tiempo en ese lugar rememorando los momentos que pasó ahí junto con Ciabel que en cualquier otra habitación de la casa. Estaba cansado de francamente, todo. Haberla hecho llorar lo hizo odiarse a sí mismo. Cruzó el umbral y se sorprendió de ver que debajo de una de las luces encendidas estaba Clarissa, bebiendo una copa. Se detuvo mirándola fijamente.—No puedes beber esas cosas con un bebé en camino —la regañó.Estaba sentada sobre un taburete con las piernas cruzadas y la copa. Su mirada era de indiferencia. —¿Y qué más da si lo hago? —inquirió en voz baja mirando a un punto fijo en la pared.Soltó un suspiro.—Es tu hijo el que podría salir perjudicado. Piensa en tus prioridades. Cuida de ese bebé q
Cinco años después.—Mamá.La voz de Ciro la trajo a la realidad. Por unos breves segundos, se había quedado en blanco.Acababan de salir del hospital, de tener la consulta con el médico y estaban en la plaza que solían frecuentar al salir o antes de entrar. Ciro tenía un helado de vainilla y ella un licuado. Logan estaba a metros de ellos con el teléfono en la oreja, alguien del trabajo al parecer lo había llamado y tenía algo que discutir. Admiraba al pelirrojo mayor, no entendía cómo podía ser tan comprometido con su trabajo, tan astuto y al mismo tiempo, pasar tiempo con ellos.—¿Sí, mi amor? —Giró a verlo con una sonrisa radiante que, si Damián la hubiera visto, quedaría flechado como la primera vez que la conoció. Ambos estaban sentados en uno de los bancos de la enorme plaza contemplando el atardecer y al abogado a lo lejos contrastando con la luz del cielo.—Ya no tengo miedo de morir, mamá.Lo miró fijo, congelada, helada por las palabras que acababan de salir de la boca d
Casi todas las mañanas de Damián eran de la misma forma: interesantes. Esto se debía a una sola persona: Demian, un niño criado por Clarissa y él, lleno de vitalidad y energía, curiosidad y amabilidad. Era introvertido, pero no tenía miedo de comunicarse con los demás, todo un caso que los hacía sentirse orgullosos de la persona que estaban ayudando a formar.Había plenitud en la vida de ambos, incluso aunque ninguno de los dos estuviera enamorado del otro. Se amaban de una forma distinta, más amistosa que romántica y eso estaba bien.Se formó una familia peculiar, pero funcionaban bien el uno con el otro. Eso tenía que bastar para lograr lo suficiente. Sentían que pertenecían a un hogar y eso ya era demasiado.Durante esos cinco años Ciabel era la última persona en la que pensaba a la hora de dormir y la primera al despertar. Volver a verla era un acto egoísta, así que había respetado la distancia que la pelinegra puso tiempo atrás. La entendía, no quería herirla ni hacerla llorar,
—Mamá —le llamó la atención Ciro. Estaban delante de la casa, Logan los había dejado allí. Estaban a punto de despedirse de él. Giró a ver a su hijo. —¿Sí, mi amor?—¿Puedo comer el postre que está en la heladera?Asintió divertida. Lo señaló.—No mucho o no podrás dormir bien —advirtió.Este asintió divertido y corrió hacia adentro. —¡Adiós, tío! —gritó a la distancia.La pelinegra miró a Logan. Este estaba fuera, recostado contra el auto, con los brazos cruzados y una sonrisa de diversión en la cara.Alzó las cejas.—¿Qué? Negó.—Nada, es solo que has estado colorada desde que nos despedimos de Damián. Tal vez pescaste un resfriado —se burló.Entrecerró los ojos.—Ja, ja —dijo irónica. Luego su rostro se distorsionó en una mirada de preocupación y escondió la cara en el cuello de él—¿Y ahora qué se supone que voy a hacer? —gimoteó contra su hombro.Rio.—Wow, bueno, primero, poner distancia y respetar mi espacio personal —dijo divertido apartándose con suavidad.Hizo un puchero m