Capítulo 3
Aquellas palabras con las que Cruz defendía a Melinda me parecían tan ridículas.

Quince días antes de mi muerte, había llevado una caravana para comerciar con una tribu vecina, en donde los habitantes me habían tratado con gran respeto debido a mi estatus de Luna, haciendo que Melinda se pusiera celosa.

Por lo que, aprovechando que estaba sola, me paró y se burló de mí:

—¿Y qué si eres Luna? El Alfa no siente nada por ti.

Sin embargo, no me molesté en discutir con ella, sino que me limité a encogerme de hombros, mientras me subía al carro. Sinceramente, no esperaba que ella rechazara ir en un carro tirado por un burro que claramente no estaba en buenas condiciones, logrando así que la dejaran atrás, en el desierto.

Cuando Cruz y sus hombres la encontraron, Melinda se encontraba luchando contra un buitre gigante. En ese momento, parecía moribunda, y, como si se encontrara en su lecho de muerte, le dijo a Cruz:

—Solo quise mirarte desde lejos, pero parece que hasta eso es difícil. Espero que Luna pueda cuidar de ti en el futuro, solo así podré descansar en paz.

Mientras Cruz gritaba en agonía con Melinda en brazos, yo observaba desde la multitud, apática e impasible.

Después de todo, con las condiciones físicas de un hombre lobo, incluso el omega más débil podía cazar a la luz de la, y sin dudas éramos más fuertes en comparación con los buitres.

Y Melinda solo había estado tres horas en el desierto.

Sin embargo, fue cuando Cruz me agarró de la oreja y me empujó a un pozo en el desierto cuando ya no pude mantenerme al margen.

—Clara, Melinda no ve de noche, ¿y la dejas vagar sola por el desierto? A su hermana se la llevaron los buitres, siempre tuvo miedo de los pájaros gigantes, ¿sabes el trauma que le has causado? Te voy a demostrar que no estás en posición de hacer lo que quieras solo porque eres Luna. No saldrás de aquí hasta que no admitas tu error.

Después de diez días, seguía sentado en su silla, esperando a que regresara y admitiera dócilmente mi error.

Era una pena que esta vez las cosas no sucedieran como él quería.

—¡Alfa, Luna está muerta! —gritó uno de sus súbditos, haciendo que Cruz se quedara completamente inmóvil.

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