Capítulo 4
Atentamente, observé la reacción de Cruz para ver si aún le quedaban un ápice de compasión por mí.

Sin embargo, él solo se limitó a fruncir ligeramente el ceño, mientras preguntaba:

—¿Cómo que Clara está muerta?

—Sí —asintió el súbdito, sin atreverse a alzar la cabeza y mirarlo directo a los ojos—, Luna... lleva diez días en un pozo profundo, sin comida, ni agua... Ella... Bueno, es normal que no sobreviviera.

—Está fingiendo —repuso Cruz, como si acabara de escuchar un chiste ridículo—. Si está muerta de verdad, llama a un sacerdote para que le haga una ceremonia religiosa, antes de arrojar su cuerpo al mar. Así comprenderá lo que pasa cuando uno finge su muerte.

Sin querer continuar viendo cómo Cruz me decepcionaba cada vez más, intenté tomar el control de mi alma y flotar hacia arriba. Pero, por mucho que lo intenté, al final, Cruz volvió a atraerme.

Con el tiempo me di cuenta de que no era él quien mantenía mi alma atrapada, sino la pulsera del Alma de Lobo que llevaba en su muñeca; la cual estaba tejida con hueso de lobo y alambre de plata. Una reliquia de mi padre y una muestra de mi amor por Cruz.

Antes era una pobre chica como Cenicienta.

Mi padre era el Alfa de la manada Starlight, quien, después de que mi madre muriera por una devastadora enfermedad, se casó con otra mujer, que trajo consigo a sus hijos, los cuales siempre me acosaban para divertirse cuando mi padre estaba de viaje.

Cuando tenía doce años, fue Cruz, que justo pasaba por allí, quien me salvó cuando me vi acorralada una vez más por aquellos chicos.

Más tarde, iba cada vez que podía a la manada Blackclaw para observarlo en silencio, notando que, como yo, él también sufría de acoso por parte de sus hermanos.

Poco a poco, me fui enamorando de él, por lo que, cuando la Diosa de la Luna profetizó que él y yo estábamos destinados a ser pareja, casi se me salió el corazón del pecho.

Ignorando el disgusto en sus ojos, no pude evitar una oleada de felicidad. Me moría de ganas de prometerme con él.

En ese momento, no había comprendido que la voluntad de Cruz de casarse conmigo tenía más que ver con Alma de Lobo que con otra cosa.

Con la pulsera, había sido capaz ganarse la confianza y la ayuda de los hombres de mi padre sin ningún problema.

Antes de conseguir que se la entregara, Cruz se había portado demasiado bien conmigo. Cada noche me ponía un vaso de agua en la mesilla de noche, y cada vez que iba a buscarme traía con él un enorme ramo de flores.

Estos detalles, aunque pequeños, hicieron que me enamorara aún más de él y que, como una tonta, le ofreciera de buen grado mi pulsera.

Con la ayuda de Alma de Lobo, Cruz había derrotado rápidamente a sus otros hermanos y se había convertido en el Alfa de la manada Blackclaw.

¿Acaso no había sido más que un peón en su juego?

No, no me parecía que fuera así.

No era estúpida.

Esas sonrisas cariñosas que de vez en cuando se le escapaban durante nuestro día a día juntos, el cariño que me seguía dando incluso después de entregarle la pulsera.

Todo indicaba que Cruz también sentía algo por mí.
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