Capítulo 8
Sabiendo que nunca volvería, Cruz empezó a beber todo el día.

Había veces en que se emborrachaba y me reñía por haber acosado a Melinda y me llamaba arpía.

La mayoría de las veces, gritaba mi nombre todo el tiempo, luego entraba corriendo en la cámara de hielo donde estaba almacenado mi cuerpo y besaba mi cadáver ya putrefacto.

Esa imagen hizo que incluso yo, dueña de ese cuerpo, sintiera asco.

Tras los repetidos retrasos de Cruz en ocuparse de los asuntos internos de la tribu debido a su alcoholismo, los ancianos no pudieron soportarlo más y se dirigieron a Melinda con la esperanza de que pudiera persuadir a Cruz para que se pusiera las pilas.

Melinda llegó justo a tiempo para vislumbrar a Cruz acunando mi cadáver, y no podía creerlo, y tampoco pudo evitar vomitar.

—Alfa, ¿qué está haciendo?

Y Cruz se limitó a rodear mi cadáver con sus brazos y a beber sin oír una palabra de lo que ella decía.

Melinda se quedó en la puerta de la cámara durante un buen rato, dudando, pero finalmente en
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