54. Jugando con fuego

La tensión en el aire era tan densa que parecía vibrar con cada palabra y movimiento. La mujer, con una mirada feroz y llena de determinación, mantuvo su postura desafiante mientras observaba a los hombres que la rodeaban, evaluando cualquier posible amenaza. Su voz, aunque controlada, era una amenaza en sí misma:

—Si das un solo paso... me aseguraré de sacarte los ojos. Diles a tus hombres que bajen sus armas. ¡Ahora! —ordenó, sin un atisbo de duda en su tono.

Carlos sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La amenaza no era vacía, y lo sabía. La seguridad en los ojos de la mujer le decía que ella estaba dispuesta a cumplir lo que prometía. Tragó saliva, notando cómo la presión en la habitación se volvía insoportable. Con la voz temblorosa, pero entendiendo que no tenía otra opción, ordenó:

—Bajen... bajen las armas.

La voz de Carlos sonó quebrada, casi sumisa. Sus hombres, aunque reacios, obedecieron. Sabían que su líder no era alguien que cediera fácilmente, por lo que la situac
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