La tensión en el aire era tan densa que parecía vibrar con cada palabra y movimiento. La mujer, con una mirada feroz y llena de determinación, mantuvo su postura desafiante mientras observaba a los hombres que la rodeaban, evaluando cualquier posible amenaza. Su voz, aunque controlada, era una amenaza en sí misma:—Si das un solo paso... me aseguraré de sacarte los ojos. Diles a tus hombres que bajen sus armas. ¡Ahora! —ordenó, sin un atisbo de duda en su tono.Carlos sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La amenaza no era vacía, y lo sabía. La seguridad en los ojos de la mujer le decía que ella estaba dispuesta a cumplir lo que prometía. Tragó saliva, notando cómo la presión en la habitación se volvía insoportable. Con la voz temblorosa, pero entendiendo que no tenía otra opción, ordenó:—Bajen... bajen las armas.La voz de Carlos sonó quebrada, casi sumisa. Sus hombres, aunque reacios, obedecieron. Sabían que su líder no era alguien que cediera fácilmente, por lo que la situac
Dentro de la caja de seguridad había una considerable cantidad de dinero en efectivo, pero lo que realmente captó su atención fueron varios sobres sellados con sellos oficiales, joyas costosas, y lo más sorprendentes de todo, un conjunto de documentos incriminatorios que vinculaban a varios nombres poderosos en una red de corrupción y tráficos de influencias. Todos estaban allí, cuidadosamente guardados, como si Carlos hubiera estado acumulando información para chantajear a personas mucho mas peligrosos que él.El silencio se apoderó de la habitación mientras todos procesaban lo que veían. Carlos, sabiendo que estaba en desventaja, esbozó una sonrisa nerviosa.— ¿Ves? Aquí tienes lo que te debo... y más —Analia no dijo nada, pero su mirada lo decía todo. La balanza de poder en la habitación acababa de inclinarse de una manera inesperada, y ahora estaba en manos de ella y de Erick decidir qué harían con esa información y con Carlos. Una cosa era segura: nadie saldría de esa habitació
Carlos tragó saliva, su mente corría en busca de una salida, pero antes de que pudiera responder, una nueva preocupación se apoderó de él.—Un momento… ¿Dijiste compañera? ¿Ella también es…? —Carlos no terminó de formular su pregunta cuando, de repente, el cañón de la pistola de Analia se encontró a solo centímetros de su rostro. La amenaza era inconfundible, y el silencio que siguió solo intensificó el terror en los ojos de Carlos.—Él ya sabe demasiado… debemos matarlo. No queda otra opción —intervino Analia con frialdad, su dedo listo para jalar el gatillo. Había una determinación oscura en sus ojos, una certeza de que eliminar a Carlos era la única solución para evitar complicaciones. El brillo metálico del arma reflejaba la luz tenue de la habitación, aumentando la tensión.Pero antes de que Analia pudiera disparar, Erick se movió con rapidez. Se puso delante de Carlos, interponiéndose entre él y la pistola. Con una mano firme, tomó el arma de Analia y la apartó suavemente. Sus o
Para Analia, la vida de Erick era una constante prueba de supervivencia. Sabía que su compañero estaba expuesto a amenazas a cada momento, no solo por los enemigos externos, sino también por aquellos que decían ser aliados dentro de la propia organización. Erick, con su carácter resuelto y una aparente calma, nunca mostraba sus verdaderas preocupaciones. Pero Analia, que lo conocía mejor que nadie, podía leer en su rostro las señales sutiles de la tensión acumulada. Ella tenía claro que su misión no solo consistía en obtener la información necesaria, sino en proteger a Erick desde dentro, actuando como sus ojos y oídos en el corazón del peligro.El ambiente dentro de la organización criminal era pesado, impregnado de sospecha y desconfianza. Los hombres de Carlos y otros cabecillas estaban siempre vigilantes, con una actitud feroz y desconfiada hacia cualquiera que pudiera parecer una amenaza. Analia, con su habilidad para camuflarse y su talento innato para ganar la confianza de los
—Oh, sí... claro, estoy bien —respondió en voz baja, con la mente aún enredada en la verdad que lo atormentaba. Clara, visiblemente frustrada, se alejó del lugar, dejándolo solo con sus pensamientos oscuros.Impulsado por la necesidad de verificar lo que había descubierto, Heinst continuó investigando en los archivos confidenciales. Fue entonces cuando encontró una grabación de audio oculta en una carpeta olvidada. El archivo, etiquetado con un código críptico, lo llevó a un punto de no retorno. Al reproducirlo, el sonido nítido de la voz de su padre resonó en la sala. Había una frialdad en su tono mientras hablaba sin remordimientos sobre el "accidente". En la conversación, los padres de Clara eran descritos como un “problema” que debía ser eliminado para asegurar los negocios de la organización. La crudeza y la indiferencia en las palabras de su padre eran aterradoras, y Heinst sintió un nudo en el estómago, asimilando por primera vez la despiadada naturaleza del hombre al que había
—Oh, sí... claro, estoy bien —respondió en un susurro, pero la mentira era evidente en su voz. Clara, frustrada e impotente, se alejó, dejándolo solo con sus demonios.Motivado por la necesidad de confirmar las horribles sospechas que lo atormentaban, Heinst pasó horas revisando documentos y archivos. Finalmente, encontró lo que buscaba: una grabación oculta en una carpeta olvidada. El archivo estaba marcado con un código críptico, pero al reproducirlo, la voz de su padre llenó la habitación. Era fría, calculadora, desprovista de cualquier atisbo de humanidad. En la conversación, se refería a los padres de Clara como un “problema” que debía ser eliminado. La crudeza con la que discutía su destino era insoportable. Heinst sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de la verdadera naturaleza del hombre al que había admirado y seguido ciegamente.Con la rabia ardiendo en su pecho, Heinst dejó la grabación sobre la mesa de su habitación y salió decidido a confrontar a su padre. Sabía q
—No te acerques —le advirtió con firmeza, aunque su voz temblaba por la mezcla de emociones que la consumían. La barrera invisible entre ellos ahora parecía insuperable.El silencio volvió a instalarse, pero esta vez era un silencio cargado de resignación y desesperanza. Ambos sabían que, después de esa revelación, nada volvería a ser igual.Clara, con los ojos aún llenos de lágrimas, lo miró fijamente, buscando algún atisbo de justicia o remordimiento en Heinst. Su voz temblaba al hacer la pregunta que tanto temía:—¿Lo denunciarás, verdad? —se animó a preguntar Clara.La incertidumbre en su tono reflejaba el temor de que Heinst optara por proteger a su padre en lugar de hacer lo correcto. Él, atrapado en un conflicto interno, no supo qué responder de inmediato. Con la mano en su cintura y caminando de un lado al otro, Heinst intentaba encontrar una solución a este dilema que lo destrozaba por dentro. Sabía que cualquiera de las decisiones que tomara afectaría tanto a Clara como a su
Después de asegurarse de que Clara estaba completamente sedada, se levantó y volvió a enfocarse en sus prioridades. Sabía que cada minuto contaba y que tenía que actuar rápido para completar lo que había planeado durante tanto tiempo. Este era su momento para llevar a cabo su estrategia, terminar con aquellos que lo amenazaban y, finalmente, enfrentarse a su propio padre.Pero en algún lugar de su mente, una pequeña voz le recordaba que lo que acababa de hacer no tenía perdón. Sabía que una vez que Clara despertara, nada volvería a ser igual. Sin embargo, esa voz fue rápidamente acallada por la frialdad de su determinación. Para él, no había opción. La única manera de preservar su mundo era tomar decisiones difíciles, sin importar el costo emocional.Con un último vistazo hacia Clara, quien dormía profundamente ajena al caos que se desataba a su alrededor, Heinst salió de la habitación. La puerta se cerró tras él con un suave clic, dejando tras de sí un silencio perturbador y un vacío