38. Encrucijada

Si no firmas ese documento, las cosas solo empeorarán para ti... y para Clara.

Heinst sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que Erick no estaba mintiendo. Román era un hombre que cumplía sus amenazas, y cada segundo que pasaba, Clara estaba en más peligro. Pero también sabía que firmar ese papel significaría rendirse, renunciar a su amor, y permitir que Román ganara. Era una decisión imposible, una elección entre su propia libertad y el amor de su vida.

Erick, al ver que Heinst no se movía, enderezó su postura y guardó el documento de vuelta en el sobre.

—Te daré tiempo para pensarlo —dijo Erick, su voz tan gélida como el lugar en el que estaban —Pero no demasiado. Román quiere una respuesta pronto, y créeme, no es alguien con quien querrás jugar.

Heinst permaneció en silencio, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. Erick dio un último vistazo a su prisionero antes de girarse y dirigirse hacia la puerta, dejando a Heinst en la oscuridad de su dilema. Mientras se a
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