Noah sabía que no podía permitir que Clara volviera con su primo, no después de todo lo que había pasado, no después de todo lo que había descubierto. Sus razones eran muchas, pero la principal era una mezcla de posesión y rencor que lo había consumido desde que supo la verdad. No podía perderla, no podía dejar que regresara a una vida de mentiras, aunque eso significara que él debía convertirse en algo que había jurado nunca ser.—No voy a dejarte ir, Clara —dijo finalmente, con una voz firme que no admitía réplica —No volverás con él, ni con nadie más.Sus palabras eran una sentencia, una declaración que dejaba claro que Noah había tomado una decisión definitiva. Mientras Clara lo miraba, buscando una chispa de compasión en sus ojos, Noah sabía que había cruzado una línea. Lo que vendría después, lo que él haría a continuación, sería irreversible, pero estaba dispuesto a cargar con las consecuencias. Su mundo, el mundo en el que Clara había sido su amiga, su confidente, y quizá alg
Clara cerró los ojos, sintiendo cómo su resistencia se desvanecía. La mano de Noah se deslizó por su cuello, dejando un rastro de fuego a su paso. Podía sentir su aliento en su piel, su aroma envolviéndola, y cada caricia que él realizaba por ella era una promesa de placer y pasión.—Noah... —murmuró Clara, su voz apenas un susurro —No puedo... no debería... Amo a Heinst.Las palabras de Clara resonaron en la habitación como un eco distante, pero fueron lo suficientemente fuertes como para detener a Noah, al menos por un breve instante. Sus ojos, oscuros y llenos de furia, se encontraron con los de ella. Por un segundo, un destello de vulnerabilidad pareció atravesar su mirada, pero fue rápidamente consumido por la tormenta de ira que bullía en su interior. Sin embargo, aquel fugaz momento fue suficiente para que Clara comprendiera que el hombre que alguna vez había amado todavía estaba allí, enterrado bajo capas de resentimiento y dolor.Noah retrocedió un paso, como si las palabras
Los últimos vestigios de luz en su mundo se desvanecían, reemplazados por la sombra de Noah y el infierno que había prometido crear para ella.En ese momento, Clara se dio cuenta de que estaba verdaderamente sola. No había nadie que pudiera salvarla de la oscuridad que Noah había desatado, y su corazón, roto y herido, solo podía prepararse para soportar el tormento que estaba por venir.Heinst se encontraba en una situación desesperante, atado a una silla en una celda oscura y opresiva. La cinta adhesiva cubría su boca, impidiéndole emitir cualquier sonido que pudiera alertar a alguien de su paradero. Cada vez que intentaba moverse, las cuerdas que lo sujetaban se clavaban más en su piel, haciéndole sentir el frío metal de las esposas en sus muñecas. Sus ojos recorrían el lugar en busca de alguna posibilidad de escape, pero todo parecía en vano. La desesperación comenzaba a asentarse en su pecho, mezclada con una creciente rabia.Román Russo, un antiguo enemigo de Heinst, había orques
Si no firmas ese documento, las cosas solo empeorarán para ti... y para Clara.Heinst sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que Erick no estaba mintiendo. Román era un hombre que cumplía sus amenazas, y cada segundo que pasaba, Clara estaba en más peligro. Pero también sabía que firmar ese papel significaría rendirse, renunciar a su amor, y permitir que Román ganara. Era una decisión imposible, una elección entre su propia libertad y el amor de su vida.Erick, al ver que Heinst no se movía, enderezó su postura y guardó el documento de vuelta en el sobre.—Te daré tiempo para pensarlo —dijo Erick, su voz tan gélida como el lugar en el que estaban —Pero no demasiado. Román quiere una respuesta pronto, y créeme, no es alguien con quien querrás jugar.Heinst permaneció en silencio, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. Erick dio un último vistazo a su prisionero antes de girarse y dirigirse hacia la puerta, dejando a Heinst en la oscuridad de su dilema. Mientras se a
Se tomó un momento para procesar las palabras de Román antes de responder, sabiendo que cualquier debilidad en su voz podría ser utilizada en su contra.—¿Lástima por él? Claro que no... —comenzó Noah, tratando de mantener su voz firme —Pero ella está aquí, y también él... No puedes subestimar a Heinst —añadió con un tono más sombrío, su mirada se endureció al mencionar a Clara y Heinst en la misma frase. La preocupación por la seguridad de Clara se mezclaba con el odio hacia su rival, y la posibilidad de que todo esto pudiera salirse de control lo atormentaba.Román esbozó una ligera sonrisa al ver la lucha interna en Noah, pero su expresión no cambió mucho. Se levantó de su asiento, dando un par de pasos hacia Noah, sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de desafío y satisfacción.—Noah, he lidiado con hombres como Heinst toda mi vida. Sé exactamente de lo que es capaz. Pero no olvides de lo que soy capaz yo —respondió Román, su voz baja pero llena de amenaza —Clara es mi hija, y
Noah lo sabía, lo sentía en cada fibra de su ser. Entendía que el juego que estaba a punto de jugar con Román no era solo un acto de sobrevivencia; era una apuesta en la que, si lograba ganar la confianza del verdadero padre de Clara, podría asegurar algo que deseaba más que cualquier riqueza o poder, podría asegurarse de que Clara le perteneciera por completo. A este punto, ni siquiera el control de la empresa, el dinero o el poder eran lo que codiciaba. Todo eso había perdido su significado para él. Su único deseo, su única obsesión, era tenerla a ella. Clara.Pero no era una tarea fácil. Clara no era una mujer que se doblegara fácilmente, ni siquiera bajo la presión de las circunstancias más extremas. Había perdido tanto, había sido traicionada y herida de maneras que ningún ser humano debería soportar, y sin embargo, ahí estaba, resistiendo. Ahora, por un giro cruel del destino, todo lo que había perdido había vuelto a sus manos, pero de una manera que sabía que era temporal, una
No después de todo lo que había pasado. Sabía que Clara era fuerte, que no se dejaría vencer fácilmente, pero también sabía que estaban enfrentándose a enemigos que no tenían escrúpulos, que harían cualquier cosa para mantener el control.El ambiente en la sala de control era sombrío, cada sonido parecía amplificado por la tensión que colgaba en el aire. Lucas intercambiaba palabras rápidas con los demás, revisando informes, buscando patrones, cualquier cosa que pudiera guiarlos. Sabía que estaban luchando contra el tiempo, y que cada minuto que pasaba sin encontrar una pista significativa los acercaba más a un desenlace que prefería no imaginar. Pero no permitiría que el miedo lo dominara. Estaba decidido a encontrarlos, a traerlos de vuelta con vida, y no descansaría hasta lograrlo.Finalmente, una señal captada en una de las grabaciones llamó su atención. No era mucho, solo una pequeña anomalía en un patrón de movimiento, pero para Lucas, era suficiente para reavivar la esperanza.
Las palabras de Clara resonaron en la habitación, y Erick se quedó en silencio, sus ojos fijos en los de ella. La lucha interna era evidente en su expresión; sus cejas se fruncieron mientras procesaba lo que ella le decía. Clara, con el corazón en un puño, pensó que lo había convencido. Lo observó dar un paso hacia adelante, su mano temblando ligeramente mientras tomaba la suya, un gesto que revelaba la grieta en la lealtad que había sostenido durante tanto tiempo.—No puedo seguir haciendo esto —susurró Erick, con un tono que evidenciaba su arrepentimiento —Te sacaré de aquí, Clara. No puedo permitir que Román siga manipulándote de esta manera.Con manos temblorosas, comenzó a liberar a Clara de sus ataduras, cada movimiento impregnado de la urgencia de un hombre que finalmente había decidido hacer lo correcto. Clara sintió un atisbo de alivio al notar la determinación en los ojos de Erick, pero la tensión seguía presente, como una sombra ineludible.Justo cuando Erick estaba a punto