12. Silencio Incomodo

—Estás en Nueva Italia, en mi casa —respondió Heinst, con una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó Clara, sintiendo una mezcla de miedo y enojo.

—Porque quiero que estés conmigo y que seas mi esposa —dijo Heinst, tomando la mano de Clara.

—No puedo hacer eso, Heinst. Tengo mi propia vida y mi propio hijo en camino —dijo Clara, retirando su mano de la de él.

—Lo sé, y por eso quiero cuidar de ti y de nuestro hijo —dijo Heinst, acariciando el vientre de Clara.

Ella lo miró con sorpresa. ¿Cómo era posible que supiera que el bebé era suyo?

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Clara, confundida.

—Porque te conozco, Clara. Sé que no mentirías sobre algo tan importante. Y si lo hicieras no sabrías hacerlo de todos modos —dijo Heinst, con una sonrisa en el rostro.

Clara no sabía qué decir. Se sentía atrapada entre su deseo de huir y su atracción por Heinst. Pero sabía que no podía ceder a sus demandas, no después de todo lo que había pasado.

—Lo siento, Heinst. No puedo casarme c
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