En el accidente automovilístico, cuando los Clent vinieron a verme, el niño que se hacía llamar José tenía un rostro notablemente diferente al del José que conocí. Aquel momento me dejó confundida y abrumada por tantas incógnitas. A la edad de 12 años, recién cumplidos, me encargaba de cuidar a mi madre después de su enfermedad. Siempre la atendí de la mejor manera posible. —¿Madre? Iré a pedirle a los Clent que nos den un poco de arroz. No nos lo pueden negar. —mi madre asintió, y me dirigí hacia su casa. Al llegar, vi a José junto a otro niño. Ambos estaban charlando, pero José parecía alterado. El chico a su lado, al voltearse, me pareció familiar. Con tez canela y ojos marrones, sin duda me impresionaron, mi corazón latía sin control al verlo. —Hola… —dije acercándome a ellos. —Hola… —dijo el niño desconocido. —¿No te acuerdas de mí? —José lo interrumpió y me llevó dentro de la casa. Yo seguía mirando al chico, intentando recordarlo. Por un momento sentí que lo iba a recordar
Desperté en la cama de un hospital con Alessandro a mi lado. Aunque la frescura de la habitación me abrazaba, las pequeñas confusiones en mi mente persistían, nuevas piezas de información se entrelazaban con mis recuerdos previos. Volteé hacia un lado y encontré a Alessandro recostado allí. —¿Qué haces aquí? —dije enojada. —Mejor vete, no quiero verte. —Se levantó y se acercó rápidamente. Tomó mi mano y depositó un beso en ella. —Ahora que sé que estás bien, me retiro. —sonreía, aunque la tristeza se asomaba en sus ojos. —Quiero que me perdones si te hice daño. Se retiró de la habitación. Habían pasado dos días desde que estuve en un sueño profundo. No presentaba ningún golpe significativo. Cuando el doctor entró, le pregunté sobre lo sucedido. —Tuviste suerte de que tu novio te agarrara antes; él fue quien sufrió daños. Tú simplemente te golpeaste la cabeza cuando él te haló antes de caer por las escaleras y diste un pequeño golpe con la pared. Además, con tus antecedentes médico
Desperté, dándome cuenta de que me había quedado dormida, profundamente también. Al abrir bien los ojos, me di cuenta de que estaba a solo centímetros de él. La proximidad me tentaba a hacer muchas cosas, pero recordé que tenía que ir a trabajar y que no podía presentarme con la misma ropa. Así que me apresuré a la oficina de Alessandro, donde tenía acceso a todas las funciones del hotel, las llamadas se dirigían aquí y era fácil hacer todo desde allí. Eran las 12 del mediodía cuando estaba reorganizando el calendario de la semana, un jueves. Una llamada del hotel interrumpió mi concentración. —¿Cómo está, señorita Isabel? —dijo una voz masculina, notándose su enojo. —¿Puede ponerme con el dueño? —Lamentablemente, el Sr. Clent no se encuentra en condiciones de atender su llamada. Pero, si me cuenta, puedo encargarme de su problema. —Bueno, ya que no hay otra opción. —dijo bufando. —Esta mañana solicité el servicio a la habitación, y tardaron 15 minutos, cuando la última vez fueron
El día siguiente era la reunión mensual con los socios, y todos estábamos sentados en la mesa. Compartí las carpetas que contenían el informe y el balance general de la empresa.—Como verán, seguimos a flote. —declaró Alessandro frente a todos.—¡Ah, claro! Tuviste una semana de vacaciones, haciendo nada. ¿Cómo crees que nos puede afectar? —comentó un hombre al final de la mesa.—No fue una semana de vacaciones; tuve un accidente. Ya lo dije, y si lo deseas, puedo traer la justificación médica. —Alessandro me miró y me sonrió. El señor negó con la cabeza, y la reunión comenzó. Sin embargo, el mismo hombre que parecía odiar a la empresa o a Alessandro provocó problemas.—Si estamos tan bien… ¿Por qué tenemos una demanda en nuestra contra? —preguntó, mostrando un papel. Alessandro me miró, y me apresuré a revisar el documento.—Es una demanda de Esteban Lima por calumnias y estafa. —informé suspirando. Este señor realmente nos estaba causando problemas.—Eso lo resolveremos con el aboga
Desde que inicié la labor de recopilar pruebas e información de diversos testigos, no había conocido el descanso nocturno. A las 4 a. m. de esta mañana, desperté, habiendo caído dormida por escasos treinta minutos sobre mi escritorio. No me había dignado a regresar a casa, y mis compañeros del hotel fueron los que se encargaron de proveerme alimentos. Al fijar la mirada en el reloj, que marcaba las 6 a. m., observé la entrada de César, el joven responsable en ocasiones de las entregas en las habitaciones; curiosamente, él fue quien llevó al señor Esteban su desayuno.—Buenos días, Srta. Isabel. ¿Se adelantó hoy? —expresó mientras sostenía en sus manos una bandeja con mi desayuno.—No, también me quedé. Estoy considerando ir a casa por algo de ropa y de ahí al juzgado.—Creo que está invirtiendo demasiado pensamiento en esto. Y según lo que se comenta, no confían en usted. Pero yo sí confío. Además, le traigo algo que le será útil; es algo que no estaba presente en las pruebas que le e
El magistrado atendió con detenimiento toda la evidencia presentada para luego tomar la palabra:—Después de examinar todas las pruebas presentadas, es evidente que las acusaciones de estafa y calumnias contra el Sr. Esteban carecen de fundamento. El recibo presentado por el Sr. Esteban incluye cargos legítimos por servicios adicionales y daños causados durante su estancia. —Dirigió su mirada hacia mí con una ligera inclinación de cabeza.—Las pruebas en video presentadas por la defensa del hotel son contundentes y refutan las alegaciones del Sr. Esteban. Las acciones inapropiadas registradas en el restaurante y la piscina están debidamente documentadas. —Luego, se volvió hacia el abogado del Sr. Esteban.—En cuanto al video presentado por la defensa, queda claro que el Sr. Esteban intentó manipular la situación mostrando solo una parte del incidente. El video original revela una historia diferente y deja claro que la demora en la entrega de la habitación se debió a acciones de alta d
Alessandro se sorprendió al escuchar el apodo "Sandro", un recordatorio de un pasado compartido lleno de complicidad. En ese instante, con la mayoría de mis recuerdos recobrados tras el golpe en la cabeza, comprendí que mi madre no estaba enferma, sino afectada por un antiguo accidente sin culpables. Me percaté de que desde mi infancia, mi corazón había elegido a Sandro, siempre presente en mi vida. Sentados en el restaurante, regalándome sonrisas, Alessandro tomó mi mano, sus ojos marrones reflejaban una conexión profunda que se había forjado desde mi niñez. —Mi madre vendrá esta semana y se quedará en su casa, en la playa, ya sabes dónde —anunció, sugiriendo que lo acompañara. Además, me invitó a almorzar, como si quisiera compartir más momentos juntos. Tragué saliva, debatiéndome sobre la conveniencia de aceptar la invitación, cuando él tomó mi mano. —Hay algo que quiero contarte —expresó. —Mi hermano y yo siempre hemos tenido diferencias, más allá de la edad. Cuando mi padre es
Alessandro y yo llegamos a la casa de doña Gertrudis, donde fui recibida con los brazos abiertos y un torrente de besos cariñosos. La señora Gertrudis, entre risas y gestos afectuosos, me examinó de arriba a abajo. —¡Qué alegría verte de nuevo! —exclamó, sosteniendo mis manos mientras continuaba su examen. —Me mira como si no me hubiera visto en años. —comenté entre risas. —¡Ay, querida! Ha pasado tanto tiempo. Desde tus quince años, no he tenido la oportunidad de verte. —recordó, mientras sacaba dulces del horno. —¿Me ayudas? En la mesa de allá tienes la cristalería que pondré. ¡Siéntete como en casa! —invitó, y con esas palabras, sentí la calidez y hospitalidad que siempre me brindó en ese hogar. Caminé hacia el mueble y, en ese momento, lo vi: el niño que mi memoria no lograba recordar completamente, el mismo que confundí con José tras el accidente que se llevó a mi padre. Alessandro pasó a mi lado. —¿Te ayudo? —ofreció, tomando algunas piezas de cristalería. —¿Quién es? —pre