El día siguiente era la reunión mensual con los socios, y todos estábamos sentados en la mesa. Compartí las carpetas que contenían el informe y el balance general de la empresa.—Como verán, seguimos a flote. —declaró Alessandro frente a todos.—¡Ah, claro! Tuviste una semana de vacaciones, haciendo nada. ¿Cómo crees que nos puede afectar? —comentó un hombre al final de la mesa.—No fue una semana de vacaciones; tuve un accidente. Ya lo dije, y si lo deseas, puedo traer la justificación médica. —Alessandro me miró y me sonrió. El señor negó con la cabeza, y la reunión comenzó. Sin embargo, el mismo hombre que parecía odiar a la empresa o a Alessandro provocó problemas.—Si estamos tan bien… ¿Por qué tenemos una demanda en nuestra contra? —preguntó, mostrando un papel. Alessandro me miró, y me apresuré a revisar el documento.—Es una demanda de Esteban Lima por calumnias y estafa. —informé suspirando. Este señor realmente nos estaba causando problemas.—Eso lo resolveremos con el aboga
Desde que inicié la labor de recopilar pruebas e información de diversos testigos, no había conocido el descanso nocturno. A las 4 a. m. de esta mañana, desperté, habiendo caído dormida por escasos treinta minutos sobre mi escritorio. No me había dignado a regresar a casa, y mis compañeros del hotel fueron los que se encargaron de proveerme alimentos. Al fijar la mirada en el reloj, que marcaba las 6 a. m., observé la entrada de César, el joven responsable en ocasiones de las entregas en las habitaciones; curiosamente, él fue quien llevó al señor Esteban su desayuno.—Buenos días, Srta. Isabel. ¿Se adelantó hoy? —expresó mientras sostenía en sus manos una bandeja con mi desayuno.—No, también me quedé. Estoy considerando ir a casa por algo de ropa y de ahí al juzgado.—Creo que está invirtiendo demasiado pensamiento en esto. Y según lo que se comenta, no confían en usted. Pero yo sí confío. Además, le traigo algo que le será útil; es algo que no estaba presente en las pruebas que le e
El magistrado atendió con detenimiento toda la evidencia presentada para luego tomar la palabra:—Después de examinar todas las pruebas presentadas, es evidente que las acusaciones de estafa y calumnias contra el Sr. Esteban carecen de fundamento. El recibo presentado por el Sr. Esteban incluye cargos legítimos por servicios adicionales y daños causados durante su estancia. —Dirigió su mirada hacia mí con una ligera inclinación de cabeza.—Las pruebas en video presentadas por la defensa del hotel son contundentes y refutan las alegaciones del Sr. Esteban. Las acciones inapropiadas registradas en el restaurante y la piscina están debidamente documentadas. —Luego, se volvió hacia el abogado del Sr. Esteban.—En cuanto al video presentado por la defensa, queda claro que el Sr. Esteban intentó manipular la situación mostrando solo una parte del incidente. El video original revela una historia diferente y deja claro que la demora en la entrega de la habitación se debió a acciones de alta d
Alessandro se sorprendió al escuchar el apodo "Sandro", un recordatorio de un pasado compartido lleno de complicidad. En ese instante, con la mayoría de mis recuerdos recobrados tras el golpe en la cabeza, comprendí que mi madre no estaba enferma, sino afectada por un antiguo accidente sin culpables. Me percaté de que desde mi infancia, mi corazón había elegido a Sandro, siempre presente en mi vida. Sentados en el restaurante, regalándome sonrisas, Alessandro tomó mi mano, sus ojos marrones reflejaban una conexión profunda que se había forjado desde mi niñez. —Mi madre vendrá esta semana y se quedará en su casa, en la playa, ya sabes dónde —anunció, sugiriendo que lo acompañara. Además, me invitó a almorzar, como si quisiera compartir más momentos juntos. Tragué saliva, debatiéndome sobre la conveniencia de aceptar la invitación, cuando él tomó mi mano. —Hay algo que quiero contarte —expresó. —Mi hermano y yo siempre hemos tenido diferencias, más allá de la edad. Cuando mi padre es
Alessandro y yo llegamos a la casa de doña Gertrudis, donde fui recibida con los brazos abiertos y un torrente de besos cariñosos. La señora Gertrudis, entre risas y gestos afectuosos, me examinó de arriba a abajo. —¡Qué alegría verte de nuevo! —exclamó, sosteniendo mis manos mientras continuaba su examen. —Me mira como si no me hubiera visto en años. —comenté entre risas. —¡Ay, querida! Ha pasado tanto tiempo. Desde tus quince años, no he tenido la oportunidad de verte. —recordó, mientras sacaba dulces del horno. —¿Me ayudas? En la mesa de allá tienes la cristalería que pondré. ¡Siéntete como en casa! —invitó, y con esas palabras, sentí la calidez y hospitalidad que siempre me brindó en ese hogar. Caminé hacia el mueble y, en ese momento, lo vi: el niño que mi memoria no lograba recordar completamente, el mismo que confundí con José tras el accidente que se llevó a mi padre. Alessandro pasó a mi lado. —¿Te ayudo? —ofreció, tomando algunas piezas de cristalería. —¿Quién es? —pre
Estaba en la cocina, esperando a que la leche calentara lo suficiente para preparar el chocolate. Mientras tanto, abrí un paquete de malvaviscos. Alessandro estaba sentado en la mesa del comedor, a solo unos pasos de distancia, observándome con una mano apoyada en la quijada.—¿Pasa algo? —pregunté mientras removía la leche.—Nada, solo que no esperaba que algo como esto me sucediera. —rió.—¿A qué te refieres?—Eres Isabel, la chica que he soñado desde niños. Primero trabajaste como secretaria, y ahora resulta que eres una excelente abogada. —comentó mientras yo reía ante su reflexión. Se acercó a mí mientras revolvía la leche, y en un instante, me tomó de la cintura y me atrajo hacia él. Su embriagadora fragancia nubló mi mente, sus fuertes brazos me rodearon, y por un momento olvidé todo a mi alrededor. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, y él me levantó en el aire, con mis piernas envolviendo su cintura.—Desde que te vi esa noche, supe que algo en ti me pertenec
A la mañana siguiente, estaba frente al espejo, tratando de elegir un vestido adecuado para el desayuno. Me observaba una y otra vez, dudando si la persona reflejada en él era realmente yo. No había experimentado tanta felicidad en mucho tiempo. De repente, escuché el timbre de mi puerta. Tomé mis cosas y me apresuré hacia la entrada. Allí estaba él, sonriendo con un ramo de rosas en la mano. Le planté un beso en los labios y él respondió con una sonrisa.—¿Estás lista para hoy? —preguntó, levantando su brazo para que me apoyara.—¡Más que lista! —respondí emocionada. Nos dirigimos al coche, y el trayecto hacia el lugar del desayuno parecía más largo de lo esperado. Estaba preocupada por llegar tarde al trabajo, aunque quizás a él no le importara tanto, para mis colegas sería injusto que me ausentara sin recibir algún castigo. Observé a Alessandro al volante y me di cuenta de que se veía aún más atractivo conduciendo de lo que había notado antes. Recordé la primera vez que lo vi, no c
Después de salir del restaurante, luego del desayuno, tuvimos a una Lindsay emocionada detrás de nosotros. —¡Querida Isabel! —exclamó mientras corría tras nosotros—. Quería darte esto. —me entregó un sobre, y al voltearlo vi sus nombres impresos. —No falten, será una noche espectacular. —era una invitación a su boda. Me reí y le agradecí por el gesto. Subí al auto y miré a Alessandro con casi odio. —Arreglas esto. No pienso… —no terminé de hablar cuando él intervino. —Iremos. No podemos faltar, necesitamos tomar ideas para nuestra boda. —me guiñó el ojo y arrancó el auto. —¿No entiendes en lo que nos estamos metiendo? —dije con recelo. —Quizás no, pero estoy seguro de que te quiero a ti en mi vida. —arrancó el auto y me quedé pensando todo el trayecto hasta que noté que estábamos llegando al hotel. —¡Déjame a una calle del hotel! No quiero que los empleados vean que… —él tenía una expresión seria. Se detuvo a una distancia moderada, y me bajé, continuando a pie. Sabía que no le