Capítulo 25.Abrí mis ojos y empecé a ver todo en matices negros y blancos, las imágenes no eran muy claras. Estaba en un desierto rodeado de enormes dunas de arena, no sentía frio ni calor, miedo o alegría, simplemente no sentía, empecé a subir a paso lento por una de las portentosas dunas, al llegar a la cima me miré los pies y me di cuenta de que iba descalzo, noté como los granitos de arena se colaban por el medio de mis dedos, me sentía cómodo, como si fuese una situación de la vida diaria. Seguí caminando por la cima de la duna y de entre la arena empezaron a surgir muchas víboras negras, me detuve y me quedé mirándolas atentamente, sin duda alguna sus intenciones no eran nada buenas. Entonces como si ya supiese qué hacer estiré mi brazo derecho apuntando hacia la arena al lado de mis pies, en ese momento por mi dedo índice empezó a salir una víbora en un perfecto color naranja metálico, sus ojos destellaban en un negro muy profundo, se veía fiera y letalmente peligrosa, se empe
Antes de empezar la instrucción Káel se disculpó por haberse reído de mi infortunio con lo del móvil. _Lo siento tío, sé que te has cabreado por lo del móvil, no pude evitar que me viniera en gracia, pero os aseguro que no es nada personal. _Vale colega, no hay lío, ya se me ha pasado. _Pues bien, ahora sí a lo que vinimos. Hoy empezaremos con algunos conceptos básicos y bastante sencillos para que os vayáis haciendo a una idea de cómo va esto. –empezó diciendo Káel. _Quiero que memoricéis bien esto: “la primera norma en los trabajos que se desarrollan en un servicio de inteligencia es que no hay normas” Recuérdalo siempre Latif, es la base en una operación de inteligencia, “no hay normas” -enfatizo Káel. Yo había traído conmigo una libreta y un bolígrafo, me dispuse a tomar nota de las cosas que me iba explicando mi nuevo colega e instructor. La mañana transcurrió sin percatarme de ello, había estado muy atento a la inducción que estaba recibiendo por parte de Káel, empezaba
La primera semana había transcurrido de acuerdo con el plan de entrenamiento que me había asignado el General. Iniciaba el entrenamiento a las seis de la mañana, tomaba un descanso de cuarenta minutos al medio día y continuaba con una inmersión del idioma árabe por tres horas para luego culminar la tarde en instrucción con el agente Owen, en un arduo estudio de informática aplicada a la inteligencia militar, entrenamiento que por cierto se empezó a tornar muy interesante… Por las noches cuando me encontraba en casa me centraba en dar un rápido repaso de los temas aprendidos durante el día, para posterior presentar un examen ante Káel en casa de Barclay, algo un poco informal, pero de gran ayuda para mi proceso de formación. Después de concluir los exámenes, dedicaba una hora al entrenamiento con pesas en una especie de mini gimnasio que con la ayuda de Káel había conseguido instalar en una de las habitaciones vacías, y claro, Barclay estaba al tanto y había dado su consentimiento.
Aún no daban señal de vida los matutinos rayos del sol y yo ya estaba de pie en la puerta principal esperando por mi colega. A las cinco y veintiocho minutos llegó Káel. _Baia Baia, que curioso verte listo tan temprano tío, así que la curiosidad te pudo eh. ¡Venga vámonos! -la expresión divertida en el rostro de mi colega me venía en gracia, hacía ya varios días que no veía nada diferente a las áreas de entrenamiento y las instalaciones en general de Aura, el hecho de pensar que visitaría un lugar desconocido hasta el momento me daba ese aire de incertidumbre y emoción. Me introduje casi que por instinto en el asiento del copiloto y sin pronunciar palabra Káel pisó el acelerador a fondo, no había muchos vehículos que transitaran las calles de la ciudad a esa hora, por lo que nuestra marcha se vio interrumpida en muy pocas ocasiones por alguna que otra luz de tránsito en rojo. Después de treinta minutos el vehículo aminoró la marcha y Káel empezó a co
De pie en la terraza de un sexto piso, apoyando mis manos sobre el barandal observando como cae la tarde en la incansable ciudad, dejando mi mirada perderse en el vasto horizonte. Tal vez sea lo más bonito que he podido tener en meses. La suave y cálida brisa rosando mis brazos descubiertos mientras disfruto este hermoso espectáculo visual llamado “ocaso”. No había imaginado antes que estar aquí disfrutando de mi propia compañía fuese tan placentero, respiro profundo, siento el aire fresco de la tarde llenando mis pulmones, me doy cuenta que he alcanzado muchas de las metas que me había propuesto un par de años atrás. Podría decirse que, a pesar de las circunstancias tan adversas, tengo todo lo que un hombre a mi corta edad desearía tener, un amor incondicional, una vida acomodada, un trabajo que me apasiona... Pero... recuerdo el motivo que me trajo a este sexto piso y siento como se estruja mi corazón de tristeza. Sé que el amor requiere de sacrificios, pero se vuelve impensable
¿Alguna vez pensaste que las casualidades no son más que procesos aleatorios cuyo resultado es cuestión del azar? Yo también lo creía así hasta hace algún tiempo…y vaya que no podría estar más equivocado… “La casualidad no es, ni puede ser más que una causa ignorada de un efecto desconocido” Voltaire Todo comenzó hace un par de años en el hermoso aeropuerto de “JEREZ” … Allí estaba yo, sentado, mirando caer las lúgubres y frías gotas de lluvia, frustrado por aquel vuelo que al parecer ya se había tardado más de lo previsto. Sin saberlo, sería la demora más gratificante que hubiese podido imaginar. Mi mirada se hallaba fija y en instantes divagando ante la imagen borrosa que se podía apreciar fuera del aeropuerto, producto de la torrencial tormenta. Mi mente invadida por cientos de pensamientos parecía trabajar a mil por hora, me olvidé por completo del tiempo y sin darme cuenta me había sumido profundamente en mis propios pensamientos. Mi visión fue interrumpida repentinamente
Me sentí un poco contrariado conmigo mismo, mi cuerpo nunca me había respondido de esa manera al tacto con ninguna otra mujer, y el no saber por qué me estaba sucediendo ese día me confundía aún más, hasta llegué a pensar que tal vez era alguna especie de efecto secundario por el hambre que tenía, tal vez eso me producía sensibilidad al tacto, o… sería el frío que hacía en el momento, sí, quizá eso era…Sé que fue algo tonto pensarlo, no estaba seguro de que era lo que me sucedía ese día. Aun no me cabía en la cabeza la idea de que fuera Lauren quien me produjera esa extraña sensación, lo peor es que era una reacción involuntaria, mi propio cuerpo me ponía al descubierto, eso me inquietaba aún más. me lo repetía a mí mismo una y otra vez sin que ella me notase distraído e inmerso en mis propios pensamientos. Era una lucha interna entre mi cuerpo, mis pensamientos y la razón. _ Y... ¿cuándo es que cumples años? –preguntó Lauren sacándome inmediatamente de mis pensamientos. Me l
En la guardia del regimiento (puerta principal)… _Pero miren nada más quien llego, el instructor de instructores, Neythan, ¿como te fue en tus vacaciones capullo?. _ ¡Hey Derek!, venga ese abrazo colega y gracias por el recibimiento. -Era mi gran amigo, como un hermano para mí, a quien confiaba mis secretos, nadie sabía tanto de mí como mi camarada de regimiento, el cabo Derek Zeneger. Como siempre me esperaba con una grata sonrisa de recibimiento. _ Ayudadme con estas maletas tío, pesan más que un matrimonio a la fuerza._ ¿Estás de broma?, por si no os habéis dado cuenta me acabo de hacer el manicure, al parecer tendremos mucho de qué hablar eh!_ ¡Anda ya! Menuda mariconaza, me importa un comino tu maniculada, cárgate la más pesada cabron. _ Y ahí estábamos descojonados de la risa por las gilipolleces que decía Derek._ ¡joder! ¡Que morro tiene este tío!, ¿No os provoca algo más su majestad? – soltó Derek con fingida cara de asombro y aguantando una carcajada que no demoró muc