_Bueno tío, creo que por hoy ha sido todo, aprovecha lo que te queda de la tarde y parte de la noche para que empieces a ojear los archivos que llevas en tus manos, en cuanto menos tiempo te lleve interiorizar cada detalle ahí escrito será mejor para ti. –decía Káel mientras se daba vuelta y se introducía nuevamente en el coche.
Mi colega bajó la ventanilla del coche y me dio las últimas indicaciones antes de marcharse del lugar:
_¿ves esa maceta con las flores azules en la entrada? -preguntó Káel mientras señalaba la maceta con el dedo índice de su mano.
_Tendría que estar ciego para no verla. –respondí en tono jocoso.
_nunca se sabe tío –se defendió Káel.
_busca dentro de ella, ahí encontraréis las llaves de la casa, una vez adentro verás un pasillo principal, según me ha indicado Barclay hay tres recamaras en el primer piso, todas están abiertas, te puedes instalar en cualquiera de esas.
_Vale tío, me lo pones en bandeja, pues gracias eh.
_ah y una última cosa -decía Káel mientras empezaba a pisar el acelerador. _paso por ti a las cinco de la mañana, espero estés listo a esa hora capullo, os advierto que al general Carbel no le gusta la impuntualidad -no me dio oportunidad de responder, ya había pisado a fondo el acelerador y se había esfumado en la primera esquina del vecindario.
Caminé hasta la puerta y empecé a rebuscar en la maceta como me lo había indicado Káel, no me tomó mucho tiempo en dar con una pequeña llave color plateado, le removí la tierra de un soplido y la introduje en la cerradura, la puerta cedió sin resistencia alguna.
Si la vista de la casa desde afuera me había impresionado, cuando abrí la puerta quedé con la boca bien abierta de la sorpresa.
Me quedé parado por un par de minutos en la puerta mientras apreciaba cada detalle del interior de la casa, enormes cuadros decorativos adornaban las paredes, en sus lienzos, se podía apreciar varias flores que no recuerdo haber visto nunca antes, en colores tan exóticos que solo pudieron haber sido concebidas bajo las suaves caricias del pincel en mano diestra de un legítimo artista. También observé varios cuadros de dunas de arena en algún desierto desconocido para mí, hubo uno en especial que captó mi atención; se trataba de la imagen de un oasis en medio del gran desierto, había empezado a ponerse el sol, y a orillas del oasis se observaba una mujer esbelta de espaldas, vistiendo un tradicional y exótico traje árabe en color vino, dejando a la vista una hermosa cabellera negra que daba hasta el inicio de sus caderas, lo curioso es que la mujer tenía una mano levantada en un delicado gesto y una pierna ligeramente encogida, sin duda alguna danzaba algún tipo de melodía.
La casa era bastante espaciosa, la sala principal contaba con un formidable juego de sofás y unas mesitas de sala a un costado, una televisión supremamente delgada pero de dimensiones considerables ubicada convenientemente en frente del sofá, el piso era en madera muy fina, se podía apreciar la elegancia en la elección del entablado.
Toda la casa por dentro y gran parte de afuera había sido bañada en un color crema que casi llegaba a blanco. En el costado derecho de la sala se ubicaba una pecera grande, abundante en vida marina, los pececitos dorados revoloteaban en su interior, dando la impresión de ser pequeñas luces artificiales. En el costado izquierdo divisé una grandiosa colección de bonsáis, los diminutos arbolitos orientales daban la sensación de haber entrado en una jungla miniatura.
Una cocina bastante amplia y muy moderna se encontraba más al fondo. Cerré la puerta y decidí seguir ojeando el lugar. Crucé la sala principal y me adentré por el pasillo, efectivamente encontré las tres recamaras que me había indicado Káel, decidí seguir caminando a sabiendas de que en una de esas tres me alojaría, solo quería echar un vistazo a la casa. Seguí avanzando por el pasillo, al final encontré una escalera en forma de caracol que ascendía hasta el segundo piso, empecé a subir los escalones sin más, a medida que me acercaba al final de los escalones, un aroma a tierra húmeda irrumpió mi sentido del olfato, cuando subí por completo me quedé con los ojos bien abiertos de la sorpresa, no podía creer que fuera cierto lo que veía, hasta me di un pellizco para comprobar que no soñaba ese momento, lo que mis ojos habían descubierto era simplemente fascinante: un huerto, sí, un huerto donde pululaba una especie en concreto “tulipanes”, tulipanes de un color rojo vibrante, habían otras especies en alguno que otro rincón, pero, los tulipanes rojos ocupaban casi un 99 por ciento del huerto.
Pasé caminando por el pequeño espacio que había en medio de las hermosas flores, maravillado ante tanta belleza, estiré mis manos con intención de rozar mis dedos en algunos de los inmaculados pétalos, pero, en el instante desistí a la idea, las sublimes flores se veían intachablemente hermosas que no me atreví a perturbar su encanto.
Las ventanas rectangulares del lugar permitían el ingreso a una suave brisa que acariciaba mi rostro, los últimos rayos de sol del día se colaban por los espacios de los ventanales, bañando con su esplendor cada pequeño pétalo, dando como resultado un rojo muy vivo y resplandeciente en cada tulipán.
Un sonido bastante peculiar llamó mi atención, seguí avanzando por el hermoso huerto hasta dar con la procedencia del característico e inconfundible sonido. <<lo sabía>> me dije para mis adentros, se trataba de una fuente, una muy peculiar; dos golondrinas de mármol ubicadas en el centro de la fuente se veían de forma diagonal mientras de sus picos salía expedido el preciado líquido, uniéndose ambos chorros en uno solo y produciendo el relajante sonido acuoso al caer al fondo de la fuente.
Seguí curioseando por el paradisiaco lugar, más al fondo divisé una llamativa puerta de fina madera color caoba, sin duda alguna era una cuarta recamara, deduje que se debía tratar de la recamara de la agente Barclay, sentí curiosidad por echar un vistazo en su interior pero… <<humm, tal vez no sea buena idea>> pensé en el momento, así que me devolví al primer piso y escogí la primera recamara para instalarme.
Una habitación bastante sencilla pero acogedora, una cama amplia y dos mesitas de noche, un closet en madera abierto de par en par sin ninguna prenda en su interior, una ventana que daba hacia la calle principal (era un vecindario bastante tranquilo), las casas en su mayoría eran de dos plantas y pululaban los colores claros, no se veían coches aparcados en las calles, la suave briza removía un par de hojas que caían de los árboles anunciando el inicio del otoño, la tranquilidad era inmutable, sin duda alguna era un buen lugar para vivir en armonía.
Cerré la puerta con pestillo y me despojé de mis ropas, caminé hacía la ducha y dejé el agua correr un par de segundos antes de meterme bajo el refrescante chorro. Las cavilaciones llegaron a mi mente de manera fugaz, toda mi vida había dado un giro completamente inesperado, pensar en el futuro a veces se tornaba aterrador, recordar el pasado lo era aún más, al parecer mi mejor opción sería vivir el presente y abstenerme de pensar en distracciones pasadas o futuras, a partir de ese momento decidí no malgastar energías tratando de adivinar un futuro incierto. Si de una cosa estaba seguro era de que no se la pondría fácil a quien quiera que fuese mi enemigo, se lo tendrían que currar a montones para doblegarme, y no le pensaba dar ese gusto. Salí de la ducha envuelto en una cómoda toalla de algodón, me paré frente al espejo y dejé caer la toalla, me quedé observando mi figura por un par de segundos, siempre me había gustado verme al espejo, admiraba mi propio cuerpo, por donde quiera
Capítulo 25.Abrí mis ojos y empecé a ver todo en matices negros y blancos, las imágenes no eran muy claras. Estaba en un desierto rodeado de enormes dunas de arena, no sentía frio ni calor, miedo o alegría, simplemente no sentía, empecé a subir a paso lento por una de las portentosas dunas, al llegar a la cima me miré los pies y me di cuenta de que iba descalzo, noté como los granitos de arena se colaban por el medio de mis dedos, me sentía cómodo, como si fuese una situación de la vida diaria. Seguí caminando por la cima de la duna y de entre la arena empezaron a surgir muchas víboras negras, me detuve y me quedé mirándolas atentamente, sin duda alguna sus intenciones no eran nada buenas. Entonces como si ya supiese qué hacer estiré mi brazo derecho apuntando hacia la arena al lado de mis pies, en ese momento por mi dedo índice empezó a salir una víbora en un perfecto color naranja metálico, sus ojos destellaban en un negro muy profundo, se veía fiera y letalmente peligrosa, se empe
Antes de empezar la instrucción Káel se disculpó por haberse reído de mi infortunio con lo del móvil. _Lo siento tío, sé que te has cabreado por lo del móvil, no pude evitar que me viniera en gracia, pero os aseguro que no es nada personal. _Vale colega, no hay lío, ya se me ha pasado. _Pues bien, ahora sí a lo que vinimos. Hoy empezaremos con algunos conceptos básicos y bastante sencillos para que os vayáis haciendo a una idea de cómo va esto. –empezó diciendo Káel. _Quiero que memoricéis bien esto: “la primera norma en los trabajos que se desarrollan en un servicio de inteligencia es que no hay normas” Recuérdalo siempre Latif, es la base en una operación de inteligencia, “no hay normas” -enfatizo Káel. Yo había traído conmigo una libreta y un bolígrafo, me dispuse a tomar nota de las cosas que me iba explicando mi nuevo colega e instructor. La mañana transcurrió sin percatarme de ello, había estado muy atento a la inducción que estaba recibiendo por parte de Káel, empezaba
La primera semana había transcurrido de acuerdo con el plan de entrenamiento que me había asignado el General. Iniciaba el entrenamiento a las seis de la mañana, tomaba un descanso de cuarenta minutos al medio día y continuaba con una inmersión del idioma árabe por tres horas para luego culminar la tarde en instrucción con el agente Owen, en un arduo estudio de informática aplicada a la inteligencia militar, entrenamiento que por cierto se empezó a tornar muy interesante… Por las noches cuando me encontraba en casa me centraba en dar un rápido repaso de los temas aprendidos durante el día, para posterior presentar un examen ante Káel en casa de Barclay, algo un poco informal, pero de gran ayuda para mi proceso de formación. Después de concluir los exámenes, dedicaba una hora al entrenamiento con pesas en una especie de mini gimnasio que con la ayuda de Káel había conseguido instalar en una de las habitaciones vacías, y claro, Barclay estaba al tanto y había dado su consentimiento.
Aún no daban señal de vida los matutinos rayos del sol y yo ya estaba de pie en la puerta principal esperando por mi colega. A las cinco y veintiocho minutos llegó Káel. _Baia Baia, que curioso verte listo tan temprano tío, así que la curiosidad te pudo eh. ¡Venga vámonos! -la expresión divertida en el rostro de mi colega me venía en gracia, hacía ya varios días que no veía nada diferente a las áreas de entrenamiento y las instalaciones en general de Aura, el hecho de pensar que visitaría un lugar desconocido hasta el momento me daba ese aire de incertidumbre y emoción. Me introduje casi que por instinto en el asiento del copiloto y sin pronunciar palabra Káel pisó el acelerador a fondo, no había muchos vehículos que transitaran las calles de la ciudad a esa hora, por lo que nuestra marcha se vio interrumpida en muy pocas ocasiones por alguna que otra luz de tránsito en rojo. Después de treinta minutos el vehículo aminoró la marcha y Káel empezó a co
De pie en la terraza de un sexto piso, apoyando mis manos sobre el barandal observando como cae la tarde en la incansable ciudad, dejando mi mirada perderse en el vasto horizonte. Tal vez sea lo más bonito que he podido tener en meses. La suave y cálida brisa rosando mis brazos descubiertos mientras disfruto este hermoso espectáculo visual llamado “ocaso”. No había imaginado antes que estar aquí disfrutando de mi propia compañía fuese tan placentero, respiro profundo, siento el aire fresco de la tarde llenando mis pulmones, me doy cuenta que he alcanzado muchas de las metas que me había propuesto un par de años atrás. Podría decirse que, a pesar de las circunstancias tan adversas, tengo todo lo que un hombre a mi corta edad desearía tener, un amor incondicional, una vida acomodada, un trabajo que me apasiona... Pero... recuerdo el motivo que me trajo a este sexto piso y siento como se estruja mi corazón de tristeza. Sé que el amor requiere de sacrificios, pero se vuelve impensable
¿Alguna vez pensaste que las casualidades no son más que procesos aleatorios cuyo resultado es cuestión del azar? Yo también lo creía así hasta hace algún tiempo…y vaya que no podría estar más equivocado… “La casualidad no es, ni puede ser más que una causa ignorada de un efecto desconocido” Voltaire Todo comenzó hace un par de años en el hermoso aeropuerto de “JEREZ” … Allí estaba yo, sentado, mirando caer las lúgubres y frías gotas de lluvia, frustrado por aquel vuelo que al parecer ya se había tardado más de lo previsto. Sin saberlo, sería la demora más gratificante que hubiese podido imaginar. Mi mirada se hallaba fija y en instantes divagando ante la imagen borrosa que se podía apreciar fuera del aeropuerto, producto de la torrencial tormenta. Mi mente invadida por cientos de pensamientos parecía trabajar a mil por hora, me olvidé por completo del tiempo y sin darme cuenta me había sumido profundamente en mis propios pensamientos. Mi visión fue interrumpida repentinamente
Me sentí un poco contrariado conmigo mismo, mi cuerpo nunca me había respondido de esa manera al tacto con ninguna otra mujer, y el no saber por qué me estaba sucediendo ese día me confundía aún más, hasta llegué a pensar que tal vez era alguna especie de efecto secundario por el hambre que tenía, tal vez eso me producía sensibilidad al tacto, o… sería el frío que hacía en el momento, sí, quizá eso era…Sé que fue algo tonto pensarlo, no estaba seguro de que era lo que me sucedía ese día. Aun no me cabía en la cabeza la idea de que fuera Lauren quien me produjera esa extraña sensación, lo peor es que era una reacción involuntaria, mi propio cuerpo me ponía al descubierto, eso me inquietaba aún más. me lo repetía a mí mismo una y otra vez sin que ella me notase distraído e inmerso en mis propios pensamientos. Era una lucha interna entre mi cuerpo, mis pensamientos y la razón. _ Y... ¿cuándo es que cumples años? –preguntó Lauren sacándome inmediatamente de mis pensamientos. Me l