No tenía ni la más remota idea del lugar al que había llegado, pero una cosa si era segura y es que nunca antes había estado en ese sitio, un pequeño callejón rodeado a lado y lado por imponentes edificaciones de épocas muy pasadas, sus muros robustos y descoloridos eran el claro indicio de que esas viejas y exóticas obras de arte convertidas en viviendas debieron de haber presenciado el primer beso de cientos de enamorados, la huida de innumerables gibaros cometiendo sus fechorías, el reverdecer de los árboles en cientos de primaveras, los fuegos artificiales en miles de celebraciones, el pasar de generaciones completas… Si esos arcaicos y agotados muros pudieran hablar, doy por hecho que me develarían un vasto repertorio de historias fascinantes… Empecé a caminar en la desconocida urbe, presenciando a cada paso que daba las maravillas arquitectónicas más fascinantes que hubiese visto antes. El tiempo parecía haberse detenido en el lugar, las calles irradiaban un misterioso silenc
Christopher Bansen, comúnmente conocido como “el lobo del aire” Era un capitán retirado del ejército del aire, ahora propietario de un club privado de aviones ultralivianos. Durante sus años de servicio fue piloto de helicópteros “UH-60 Black Hawk” con una vasta experiencia y un alto nivel de pericia volando. Compartimos escenario en diferentes misiones al sur de Somalia, un pequeño país ubicado en el llamado “cuerno de África”, al este del continente Africano, las cosas estaban muy calientes por esos días cuando fuimos enviados en apoyo a las tropas de naciones unidas. Chris fue derribado por un misil SAM-7 (Surface to Air Missile) cuando sobrevolaba lo que parecía ser un campamento improvisado de rebeldes somalíes. Casualidad o destino, no lo sé, el caso es que yo me encontraba en una misión de reconocimiento junto a mi colega observador cuando presenciamos el trágico final de nuestro camarada, dos helicópteros ligeros BO- 105P fuertemente artillados que venían haciéndole de esco
El sitio había sido en definitiva una buena elección, una ostentosa barra construida en fina madera color caoba, luces tenues dando una sensación de relajación inducida muy apropiada para la ocasión. En frente de la barra estaba ubicada una pequeña mesa de madera de dos plazas, me pareció conveniente ubicarnos en esa mesa donde no se escuchara nuestra conversación, justo cuando me disponía a sentarme se abrió la puerta principal del lugar anunciando la llegada de mi camarada. Chris venía cubierto con un gabán de piel color negro y unas botas estilo country del mismo color, parecía el mismísimo vengador del infierno, su metro noventa de estatura y una cabellera más larga de lo que yo la recordaba desde la última vez, le aportaban cierto aire de misticismo, nadie querría meterse en problemas con alguien así. _Así que aquí te escondes maldito eh! – gritó Chris desde la entrada nada más al verme, las personas presentes en el lugar no distinguieron que se trataba de un simple saludo e
_verás Ney, aquel día en Somalia, llevábamos dos horas volando a muy poca altura, lo que nos indujo a un consumo excesivo de combustible, recuerdo bien que cuando despegamos de la base teníamos autonomía de vuelo para 4 horas, nos hacían de escolta dos helicópteros BO-105P con autonomía de vuelo para cinco horas cada uno, después de esas dos horas exigiéndole más de lo habitual a nuestra aeronave la autonomía se nos redujo drásticamente, pasamos de cuatro horas a solo 3 horas de autonomía de vuelo, hacía solo un par de minutos habíamos recibido instrucciones para regresar a la base, iniciamos un viraje ascendente pronunciado para seguir el rumbo que nos llevaría de regreso, y, fue en ese preciso momento mientras sobrevolábamos una montaña de tamaño considerable, cuando divisamos lo que parecía ser un enorme campamento rebelde, mi copiloto y yo no lo podíamos creer, llevábamos horas buscando ese maldito lugar y justo cuando dábamos vuelta para regresar y dar por fallida la misión, apare
_ ¡joder tío! llegas tarde, llevo aquí parado esperándote dos minutos y treinta y siete segundos, ¿dónde diablos te habías metido? Moveos el trasero y ayudadme a empujar las puertas del hangar. –musitaba Chris en medio de una graciosa rabieta. _vale, vale, lo dices como si hubieran sido horas colega, menuda exageración. –protesté quejándome por la exageración de Chris, a fin de cuentas, solo habían sido dos minutos y un par de segundos. _ ¿ah? ¿Lo decís en serio? ¿Acaso tus instructores nunca te enseñaron una puta m****a sobre la puntualidad? La ostia tío, eso sí que no te lo voy a creer. Me venía muy en gracia la reacción de mi colega, no había cambiado en nada su genio de mil demonios, fue por ello por lo que resultamos siendo tan buenos amigos en el ejército, me divertía presenciar sus rabietas circunstanciales. Con el capitán Christopher Bansen nunca se sabía a qué hora explotaría en uno de sus habituales berrinches. _ ¡joder Chris! Aun sigues siendo el mismo cascarrabias
_Eh, bueno, creo que es aquí donde debo deciros adiós, mi estimado amigo, a partir de este momento vas por tu cuenta, sé que lo lograras y podrás esclarecer todo este lío en el que te han metido esos gilipollas, Ney, yo tengo fe en ti hijo, demuéstrame que no estoy equivocado. -fueron las palabras de mi colega mientras hacía un ademan de despedida con la mano y se disponía a embarcar en su aeronave. _así será Capitán Christopher, así será mi estimado amigo, nunca olvidaré lo que haz echo por mí en este día, sé que volveré para darte las gracias como es debido. -respondí mientras me daba vuelta y empezaba a caminar en búsqueda de una parada de autobús. Nunca me habían gustado las despedidas, especialmente cuando las posibilidades de volver a ver a esa persona eran remotas, me causaba una tristeza que calaba muy adentro de mí, por eso procuraba que fuesen lo más breves posibles. Empecé caminar en dirección a una avenida bastante transitada que pasaba cerca del pequeño aeropuerto
> Finalmente había llegado a la dirección indicada en la agenda, el lugar resulto ser una cafetería bastante vistosa, “Artisa café”, nada mal, yo con el hambre que tenía no podía haber deseado un lugar diferente. El sitio resultó ser bastante informal visto desde afuera, sobre la puerta principal un par de letras grandes talladas en madera con el nombre del lugar, al entrar se podía experimentar una complacencia de los sentidos sumamente acogedora, el delicioso olor a café humeante rebosaba en cada rincón de la estancia, la exquisitez aromática expedida por los panecillos recién horneados me hacía agua la boca, un escandaloso ruido proveniente de mi hambriento estómago nublaba cualquier pensamiento ajeno al ya creciente deseo de comer, bien suelen decir que el segundo cerebro es el estómago, pues ahí estaba yo corroborando esa teoría. Procedí a senta
_Señor Brown, lo estaba esperando, sígame por favor. –pronunció al verme, un hombre vestido de traje de negocios, luciendo una imponente corbata color rojo escarlata, el color de su cabello casi blanco en su totalidad indicaba el paso de los años, una mirada bastante inquietante proveniente de su par de ojos negros daba la sensación de estar siendo vigilado todo el tiempo, a pesar de estar bastante entrado en años mantenía una postura elegante, se podría decir que orgullosa, no pude evitar compararlo con los veteranos de guerra abundantes en historias de combates y cargando sus cientos de condecoraciones y medallas en el pecho. _ ¿nos conocemos? –indagué instintivamente al tío que me había recibido con tanta formalidad. Me había tomado por sorpresa la forma casi automática en como este sujeto con cara de pocos amigos me identificó, mi desconfianza era evidente y mi modo de alerta entró en acción. _ Usted a mí, no, yo a usted, sí. - espetó de forma jocosa y en lo que parecía ser u