_ ¡joder tío! llegas tarde, llevo aquí parado esperándote dos minutos y treinta y siete segundos, ¿dónde diablos te habías metido? Moveos el trasero y ayudadme a empujar las puertas del hangar. –musitaba Chris en medio de una graciosa rabieta. _vale, vale, lo dices como si hubieran sido horas colega, menuda exageración. –protesté quejándome por la exageración de Chris, a fin de cuentas, solo habían sido dos minutos y un par de segundos. _ ¿ah? ¿Lo decís en serio? ¿Acaso tus instructores nunca te enseñaron una puta m****a sobre la puntualidad? La ostia tío, eso sí que no te lo voy a creer. Me venía muy en gracia la reacción de mi colega, no había cambiado en nada su genio de mil demonios, fue por ello por lo que resultamos siendo tan buenos amigos en el ejército, me divertía presenciar sus rabietas circunstanciales. Con el capitán Christopher Bansen nunca se sabía a qué hora explotaría en uno de sus habituales berrinches. _ ¡joder Chris! Aun sigues siendo el mismo cascarrabias
_Eh, bueno, creo que es aquí donde debo deciros adiós, mi estimado amigo, a partir de este momento vas por tu cuenta, sé que lo lograras y podrás esclarecer todo este lío en el que te han metido esos gilipollas, Ney, yo tengo fe en ti hijo, demuéstrame que no estoy equivocado. -fueron las palabras de mi colega mientras hacía un ademan de despedida con la mano y se disponía a embarcar en su aeronave. _así será Capitán Christopher, así será mi estimado amigo, nunca olvidaré lo que haz echo por mí en este día, sé que volveré para darte las gracias como es debido. -respondí mientras me daba vuelta y empezaba a caminar en búsqueda de una parada de autobús. Nunca me habían gustado las despedidas, especialmente cuando las posibilidades de volver a ver a esa persona eran remotas, me causaba una tristeza que calaba muy adentro de mí, por eso procuraba que fuesen lo más breves posibles. Empecé caminar en dirección a una avenida bastante transitada que pasaba cerca del pequeño aeropuerto
> Finalmente había llegado a la dirección indicada en la agenda, el lugar resulto ser una cafetería bastante vistosa, “Artisa café”, nada mal, yo con el hambre que tenía no podía haber deseado un lugar diferente. El sitio resultó ser bastante informal visto desde afuera, sobre la puerta principal un par de letras grandes talladas en madera con el nombre del lugar, al entrar se podía experimentar una complacencia de los sentidos sumamente acogedora, el delicioso olor a café humeante rebosaba en cada rincón de la estancia, la exquisitez aromática expedida por los panecillos recién horneados me hacía agua la boca, un escandaloso ruido proveniente de mi hambriento estómago nublaba cualquier pensamiento ajeno al ya creciente deseo de comer, bien suelen decir que el segundo cerebro es el estómago, pues ahí estaba yo corroborando esa teoría. Procedí a senta
_Señor Brown, lo estaba esperando, sígame por favor. –pronunció al verme, un hombre vestido de traje de negocios, luciendo una imponente corbata color rojo escarlata, el color de su cabello casi blanco en su totalidad indicaba el paso de los años, una mirada bastante inquietante proveniente de su par de ojos negros daba la sensación de estar siendo vigilado todo el tiempo, a pesar de estar bastante entrado en años mantenía una postura elegante, se podría decir que orgullosa, no pude evitar compararlo con los veteranos de guerra abundantes en historias de combates y cargando sus cientos de condecoraciones y medallas en el pecho. _ ¿nos conocemos? –indagué instintivamente al tío que me había recibido con tanta formalidad. Me había tomado por sorpresa la forma casi automática en como este sujeto con cara de pocos amigos me identificó, mi desconfianza era evidente y mi modo de alerta entró en acción. _ Usted a mí, no, yo a usted, sí. - espetó de forma jocosa y en lo que parecía ser u
_ ¿podría saber con quién estoy hablando? –Solté mi pregunta en busca de una respuesta que me ayudara a disipar tantas dudas, tal vez fue un poco inoportuna, pero… ya la había hecho, muy tarde para arrepentimientos. “Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida” Proverbio chino Mi anfitrión detuvo la marcha y se dio media vuelta para verme directamente a los ojos, su rostro inmutable no mostraba señales de expresión alguna, me escudriñó por un par de segundos como queriendo amedrentarme con ese simple gesto. Pues bien, si amedrentarme quería tendría que hacer mucho más que solo verme a los ojos para conseguirlo. Clavé mi mirada en la suya aceptándole el reto de la amenaza visual, esa que no requiere de palabras para ser comprendidas, el tipo pareció comprender el mensaje y decidió darse vuelta para seguir avanzando hacía su oficina. Para mi desgracia debería seguirle, empezaba a sentir cierta humillación, en otros tiem
_Pero… ¿explíqueme como es que me pueden sacar de toda esta trifulca que se ha desatado en mi contra? –inquirí con ápice de incredulidad en el tono de voz. _antes de correr debe aprender a caminar señor Brown, no se apresure, le doy mi palabra de que si nos ayuda y todo resulta como lo esperamos, yo personalmente lo ayudaré a librarse de quienes lo persiguen y todo el lío que trae encima, ¡ah!, y una cosa más, por si le sirve de consuelo, yo sé que usted no tuvo nada que ver con los desertores. Sirve de consuelo mis bolas, dudaba que realmente supiera de mi inocencia o no, todo era un juego psicológico para ponerme de su lado y hacerme confiar sin recelos, deseaba hacer un millón de preguntas para muchas de las cuales sabía bien que no habría respuesta, así que solo me limité a asentir con la cabeza mientras me tragaba mentalmente el sermón que se me había ocurrido, sabía que no era el momento de objetar nada… _podría dejar de llamarme “Señor”, con que me llame por mi apellido o
La primera cosa del lujoso lugar que captó mi atención, fue una fotografía sobre el escritorio de mi anfitrión, se le podía apreciar portando su uniforme militar en lo que sin duda alguna era una ceremonia de ascensos, las inconfundibles insignias que adornaban las hombreras de su uniforme me dieron un claro indicio de la persona con que estaba tratando, había acertado en bautizarlo con el nombre de "General" desde el comienzo. _y aquí está -musitó mi anfitrión mientras descargaba una pesada carpeta color ambarino sobre su escritorio, por los costados de la misma se podían apreciar una cantidad considerable de documentos en su interior, debería ser algo importante, supuse. _ ¿le molestaría si a partir de este momento le llamo “general”? –pregunté sin apartar un solo instante la vista de la carpeta, mi curiosidad crecía a pasos agigantados. _Veo que es un buen observador, cabo, eso también le será de ayuda en este trabajo, y en cuanto a su pregunta, no tengo problema en que me llam
Me alojarían en la casa de una tal "agente Barclay", era un lugar propicio para mantener mi confidencialidad, aunque, no sabía bien si eso sería un problema o me favorecería de alguna manera, lo cierto era que tendría un techo donde pasar la noche, nuevamente fue la voz del general la que me espabiló de mis lagunas mentales. _¿tiene con usted sus tarjetas de banco, agente Latif?-preguntó el general viéndome directo a los ojos. _emmm, claro, es decir, sí señor. -No me esperaba que me fuesen a terminar cobrando por los días de entrenamiento, me había tomado por sorpresa, sin embargo decidí entregarle mis tarjetas sin objeciones, solo esperaba que no fuera a costarme un ojo de la cara, necesitaba conservar mis ahorros. _Realizaremos un par de transacciones ficticias-agregó el general, debió notar la preocupación reflejada en mi rostro y continuó su explicación: _haremos compras en tiendas y registros de hoteles en China, Inglaterra, América del sur y Rusia, les daremos un poco de trab