—Sí, un gusto Raúl, ¿qué lo trae por aquí? —los ojos de mi madre se abren con asombro, yo siempre voy directo al grano ya que no me gusta perder el tiempo.
—¡Hija! —me reprende.
—Tranquilas, no hay problema. He venido porque me interesa comprar dos caballos y me dijeron que ustedes tenían a la venta, quise aprovechar también para ponerme a la orden —nos dedica una media sonrisa, es tan lindo —regresé de viaje hace unas semanas y nuevamente estoy tomando el control de la hacienda —me tardo unos segundos en contestar, nerviosa aparto mi mirada mientras me coloco el sombrero nuevamente.
—Comprendo, tenemos caballos iberoamericanos, españoles, peruanos y criollos. Si gusta podría venir mañana por la mañana y verlos, para ver si le interesa comprar —su olor es increíble y debo decir que la química es palpable a kilómetros.
—Muy bien, mañana estaré a primera hora por aquí —mi madre lo invita a quedarse a cenar, pero él declina la invitación de la manera más amable explicándole que tiene un compromiso y que mañana con gusto le acepta un almuerzo.
—¡Perfecto! Saludos a tus padres de nuestra parte —dice mi madre.
—Ha sido un placer, ¡buenas noches! —no me quita los ojos de encima.
—¡Buenas noches! —digo en tono seco y camino hacia la cocina, muero de hambre.
Asomo mi cabeza y veo a mi nana haciendo la cena, el olor me está matando. Despacio me acerco a ella y la abrazo por la espalda.
—Perdóname nana, me perdí en el trabajo y no pude venir a la hora del almuerzo —ella solo suspira como si yo ya no tuviera remedio.
—Te me vas a enfermar, trabajas demasiado T**i ¿qué voy a hacer contigo? —sé que se preocupa mucho por mi salud.
—Amarme como hasta ahora —le doy un beso y salgo a mi recámara, no sin antes decirle que me daré un baño para bajar a cenar.
Luego de la cena me encuentro en mi despacho viendo que todo marche bien y que mañana todo salga perfecto. No dejo de pensar en Raúl, recordar su voz me da escalofríos ¿tendrá novia?, ¿estará casado? ¡Qué rayos hago pensando en esas tonterías! Pero lo cierto es que, ese hombre ha capturado mi atención. Escucho la puerta abrirse alzo mi cabeza y veo a mi madre entrar.
—¿Cómo te sientes mi amor? —sé que se preocupa por mi ritmo de trabajo.
—Bien mamita, ya un poco más tranquila Azul está medicado, solo hay que esperar para ver cómo reacciona.
—Ya verás que se recupera ¡Por favor descansa!, es tarde Edith, me preocupa que te enfermes —pone su mano cálida en mi rostro y le doy un beso cariñoso en su palma.
—En unos minutos me iré a descansar, quiero dejar todo listo para mañana, no te preocupes —la abrazo.
—Hija, tú eres lo más importante que tengo, no lo olvides —me da un beso en la frente y sale.
Mi madre es tan dulce, en cambio yo, admito que soy una mujer con carácter fuerte, pero luego de la muerte de mi padre sin darme cuenta me endurecí de más. No soy dulce, ni soy como algunas mujeres que aman el maquillaje, zapatos altos y las marcas caras, mi personalidad es igual a la de mi padre; segura, firme y noble. A mamá le inquieta mi situación sentimental, nunca me ha conocido una relación formal, tuve dos novios, pero no dure más de cinco meses con ellos, me aburría muy rápido y no me gusta jugar. Además, no estoy buscando novio, sé que el indicado llegará en el momento que menos lo espere y si no sucede, estar sola no me molesta en lo absoluto.
Al día siguiente por la mañana me siento cansada, no dormí cuidando a mi Azul las medicinas han funcionado y su recuperación es notoria. Son las 4:30 a.m. cuando voy a ducharme, hoy me espera un día largo. Entro a mi recámara, es grande y acogedora, aún recuerdo cuando papá y yo la decoramos se sorprendió que a mis quince años quisiera una decoración tan elegante y nada juvenil, él reía con mis peticiones "Lo que desee mi princesa" decía complaciéndome, como lo extraño.
Pongo música para relajarme, suena bajito "Massive Attack" con la canción "Teardrop", abro mi armario en busca de ropa cómoda y elijo; un jean oscuro ajustado, una camisa de botones color blanca, aunque sé que después del mediodía acabará oscura y unas botas cafés. Me meto a la ducha sintiendo como el agua fría cae por mi cuerpo y no entiendo por qué sus ojos color miel vienen a mi mente, lo veré dentro de unas horas y mi expectativa crece poco a poco. Salgo de la ducha, me peino mi largo cabello húmedo, cepillo mis dientes, me cambio y salgo a desayunar.
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Entro muy temprano a la cocina, ya todos están comiendo y se hace un silencio sepulcral al verme.
—¡Buenos días y provecho! —les digo a todos.
—¡Buenos días, señorita Edith! —contesta la mayoría.
Observo que no hay espacio en el comedor está lleno, molesta sigo de largo hasta llegar al comedor familiar, no me gusta comer sola. Papa y yo, siempre desayunábamos juntos, me siento y clementina me sirve el desayuno, no para de hablar no sé cómo lo hace.
Más tarde trabajando en las caballerizas estoy dándole instrucciones a Marcio, cuándo veo a Ignacio a lo lejos que viene con Raúl, se ve guapísimo lo miro rápidamente; viste un jean oscuro, camisa azul y botas negras, su pelo negro corto peinado hacia atrás y esa barba que adorna de manera perfecta su cara, mirarlo por horas resultaría tan fácil.
—¡Hola Edith! ¿me muestras los caballos? —directo al grano, sin un buenos días ni nada. Sonrió mientras mastico una hojita de menta.
—¡Buenos días! Por supuesto, sígame —le indico con la mano.
Luego de ver todos los caballos, elige unos cuantos y le confirmo que por la tarde estarán en su hacienda agradeciéndole por la compra.
—¿Siempre eres así? —pregunta de golpe y yo sonrío.
—¿Así? ¿Así cómo? —me molesta su pregunta, pero no lo demuestro.
— Fría, actúas como si te hiciera perder tu valioso tiempo —parece que a alguien le gusta demandar atención.
—Así son los negocios, fríos, por eso siempre los hago bien —me ve de una manera que me inquieta, decidido se acerca mucho más de lo debido y yo no me muevo de mi sitio.
—Tienes razón Edith, tal vez si no hablamos de negocios te conozca un poco más —su boca me incita a darle un beso y saber cuál es su sabor.
—No sabía que estaba interesado en conocerme —digo sin más, aunque, en el fondo debo admitir que me alegra.
—¿Tú no a mí? —pregunta en tono de coquetería.
—Bueno, quizás, es bueno conocer a tus clientes —contesto sonriendo.
—¡Vaya! Al fin una sonrisa —siento calor en mis mejillas.
—¡Raúl, bienvenido! —expresa mi madre, mientras camina hacia nosotros.
—¡Un gusto doña Laura! Tienen una hacienda muy bonita —se da la vuelta para saludarla.
—¡Gracias, hijo! ¿Ya tomaron café? —café, justo lo que necesito.
—Aún no, pero me gustaría ¿eres amante del café? —me pregunta interesado.
—La verdad no soy amante del café, pero un día como hoy me ayudará a mantenerme despierta —él se asombra, supongo que es raro que no sea amante del café y más siendo hacendada, pero la verdad es que ni yo misma entiendo porque no lo soy, es decir, su sabor me gusta, pero podría vivir sin tomarlo. Va a decirme algo cuando mamá se adelanta y lo interrumpe.
—¿Te quedarás de manera definitiva o seguirás viajando?
—Me quedo de manera definitiva, cada día encuentro más motivos para quedarme —me mira de reojo y sonríe.
—Doña Helena debe estar feliz, me alegro por ella le debo una visita salúdala de nuestra parte —él asiente.
Nos sentamos en la mesa que hay en el jardín, la vista es hermosa y el clima perfecto. Hablamos los tres por más de una hora sobre la hacienda y negocios, llega la hora del almuerzo y pasamos al comedor, me siento nerviosa porque él no me quita la mirada de encima. Mi madre se muere en atenciones comemos tranquilos entre risas y bromas. El tema social aparece y hablamos sobre fiestas y bares de la ciudad, no es mi tema favorito ya que no salgo mucho, no conozco lugares.
—¿Te gustaría salir el sábado? —me pregunta sin pena, sorprendida y dudosa no sé qué decir.
—¡Vamos, acepta! Así te distraes un poco —interviene mi madre, me conoce sabe que puedo rechazarlo.
—Está bien, el sábado —contesto no muy segura, no creo que haya tomado la mejor decisión, luego de eso él se despide no sin antes pedirme mi número, se lo doy y hace que le marque.
"En ocasiones, puedes sentirte que vives como si estuvieras en medio de una tormenta que azota el mar. Todo es un caos, las olas de hasta siete metros de altura mueven tu pequeño barco de un lado a otro y no tienes más opción que ser fuerte para poder sobrevivir".
Regreso a trabajar por la tarde, cuando escucho los gritos de mi amiga Renata ¡Dios! ella es como cien personas metidas en una sola, pero es incondicional por eso hemos forjado una amistad de más de diez años.—¡Titiiiiii holaaaaaa! ¿por qué demonios
Llegamos a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, todo es de madera y se ve muy fino, pedimos nuestra comida y conversamos de todo un poco. Es muy fácil platicar con él de temas triviales, pero no habla nada de su vida, es muy reservado, decido no forzar nada y disfruto de la deliciosa comida. Es domingo y no quiero salir de la cama, me estiro entre las sábanas aún siento sus besos sobre mis labios, pero debo pensar con la cabeza fría porque fue un beso y nada más. Mi nana llama a la puerta.—Pasa nana —entra y en sus manos tiene una charolCapítulo 3. Soñadora
—Hija, desde la partida de tu padre, tu apetito prácticamente desapareció; si no fuera por nana Thelma y por mí no comerías, es como si te refugiaras únicamente en el trabajo. Sabes que estoy aquí y siempre lo estaré, quiero verte feliz —veo preocupación en sus ojitos cafés, me abraza amo su calor.—Lo siento mamá, no me doy cuenta y sé que estás para mí. Eres mi ancla sabes, yo trato de volver a ser la misma, pero papá se llevó la mitad de mí y si yo quedé as&iacu
—¡Hola Edith! ¿Cómo estás? — se dirige solo hacía a mí a pesar de que conoce a Renata, iba a contestar, pero Renata se adelanta.—Estamos bien Mariana ¿y tú? —ella arquea una ceja, ignora a Renata y vuelve a dirigirse a mí.
A la hora de despedirnos le dice a Beto que él me dejará en casa y que no se preocupe, Beto me ve esperando mi aprobación, le digo que sí con un gesto. Nos despedimos de todos y él me abre la puerta de su auto.—¡Gracias, que amable! —la noche es perf
Renata entra a despedirse, tiene que volver al consultorio y yo sigo mi día poniéndome a trabajar. Todos los lunes Guillermo, mamá y yo nos reunimos para hablar de lo administrativo de la hacienda, revisamos cuentas, informes económicos, etc. Guillermo aún no llega, así que solo estamos mamá y yo, aprovecho para comentarle algunas cosas de lo que ha pasado con Raúl, no se sorprende tal pareciera que ya se lo imaginaba.
Me detengo a lo largo y lo observo, él está sentado escribiendo en su celular, sigo mi camino hasta él, escucha el sonido de mis tacones y alza su mirada.—Hola bonita —me recorre de pies a cabeza, él luce guapísimo como siempre. Lleva una camisa de b