Alguien carraspea. Ambas levantamos la mirada del portafolio y las anotaciones que hemos hecho.Luc está al lado de Tristán, parece tenso y serio. Más aún de lo que estaba cuando salió de aquí, en cuanto a Tristán, mantiene la misma sonrisa amable. ¿De qué habrán hablado?—Claire, deberíamos irnos — me dice con seriedad, acercándose a mí.Frunzo ligeramente la frente y doy un vistazo a mi reloj de pulsera. Rayos, han pasado cuatro horas y no me había dado ni cuenta. —¿Ya? — pregunta Edith con alarma y decepción —. Pero si la estaba pasando bien…Se levanta y va donde su novio quién la recibe con los brazos abiertos. —Debemos marcharnos. Se nos ha hecho tarde — comienzo a guardar mis cosas y Luc me ayuda. Al parecer él tiene más urgencias que yo en salir de aquí —. Tendré las prendas listas a mitad de semana, puedo enviarlas a tu dirección o puedes pasarte por la boutique para hacer una prueba. Recomiendo realizar lo último, así podremos estar cien por ciento seguras de que te sien
—¿Cómo era mi novio en sus años jóvenes? — pregunta Edith, desde el otro lado de la mesa. Tristán oculta su sonrisa, justo detrás del borde de la copa de vino, antes de dar un sorbo. —Me haces sentir un anciano — reclama él con humor. —Lo eres. Mayor, gruñón, mandón…, y muy sexi — contesta Edith y se encoje de hombros graciosamente, antes de volver la mirada expectante hacia nosotros. Luc y yo estamos sentados lado a lado, en la alargada mesa del comedor. Es un sitio espacioso, impregnado de colores cálidos al igual que el resto que hemos visto. Definitivamente nos quedamos a cenar, una decisión que causó el cabreo de Luc, que ocultó - y está ocultando -, bajo la fachada de tipo encantador que deja suspirando a Edith de vez en cuando. Es el efecto Cox, que ha perfeccionado a través de sus años de artista. Me entretiene que en cuando le dedico una mínima mirada o sonrisa, su semblante se vuelva algo más duro. ¡Dios! No me sentía tan bien de cabrearlo, desde hace mucho, mucho tiem
La urgencia de su voz me descoloca, al igual que la tormenta y miedo en sus ojos mientras estudia mi rostro y acuna mis mejillas. Su mirada azul está repleta de inquietud, mientras acaricia con los pulgares. Parpadeo confundida por ello. Por su reacción y mi propio dolor, el mismo que apretuja mi pecho y que va disminuyendo con el vigor de un recuerdo que no logro atrapar. Un recuerdo que los envuelve a los dos y que se disuelve en mis dedos perdiéndose en la parte oscura de mi memoria. —¿Claire, estás bien? Alzo ligeramente la cabeza y veo a Edith cerca de mí, a unos pasos de distancia, mirándome con preocupación. Asiento torpemente, mientras me incorporo en la silla y cuadro los hombros. Luc deja caer las manos, pero no se aparta, sigue estudiándome inquieto. —Lo siento — me disculpo bajito —. Solo fue dolor de cabeza. Ella asiente y Tristán detiene sus palabras al otro lado de la línea para mirarme. —¿Segura que no quieres ir al hospital? — pregunta, con el móvil aún en la o
Me muerdo el labio inferior y doy un pasito atrás, sorprendida. Mis manos se esconden tras mi espalda. He sido pillada in fraganti y siento el calor subir por mi pecho e inundar mi cara. Él ladea el rostro, acorta la distancia con el ventanal, hace a un lado el visillo translúcido y abre. Trago con fuerza cuando él sale y se recarga en el marco, con los brazos cruzados y la mirada curiosa, brillante y oscura. —¿No te sentías mal? — cuestiona, con una ceja alzada. —Te dije que estaba perfectamente — alzo la barbilla y desvío la mirada. Ahora mi mente se lo imagina quitándose el cinturón y luego desabrochando el botón para luego bajar lentamente el cierre del pantalón. Trago con fuerza.—Entonces, ¿me estabas espiando por qué…? — descruza una mano y hace un ademán para que prosiga. —Solo estaba explorando el jardín — contesto. Y en un intento de sacarlo de encima, agrego —; Sin ánimos de ofender, pero no eres algo demasiado agradable como para querer mirar.Él alza ambas cejas asom
Tengo las manos de Conrad sobre mis hombros, que me ayuda a caminar a ciegas por el pasillo del restaurante donde me han citado hoy. Mi madre me ha ordenado venir, algo que no me causó extrañeza. Aunque sí el hecho de que nada más llegar, el hijo de Elizabeth, una amiga de mi madre, me recibió con un ramo de rosas rojas perfumadas, una sonrisa soberbia que pretendía ser amable y una venda negra. También alabó mi vestido y lo hermosa que me veía esa noche, no pasé desapercibida la mirada obscena con la que recorrió mi cuerpo.No confiaba en él lo suficiente para dejarme guiar por todo el lugar, en especial teniendo en cuenta que este sitio también es un hotel. Siempre hubo algo en él que no me agradó, aunque sospechaba que se debía a que era tan arrogante como todos los que me rodeaban. Al final, luego de que le pidiera dos razones por las que debía confiar y él respondiera con la que creía era una encantadora sonrisa, terminé cediendo y solo porque recibí un mensaje de mi madre para
—¡Peque! — Carter toma mi muñeca y me detiene, cuando estoy cruzando el salón —. ¿Dónde vas? —Con Sabrina — me lo quito de encima —. Quiero escuchar lo que realmente sucedió. Camino, rodeando a las personas que intentan detenerme para conversar, pero paso de todos ellos, sin siquiera sonreírles, hasta que encuentro a Sabrina hablando con Alex. —Felicidades, Claire — sonríe Alex al verme. No quiero ser grosera, pero no puedo evitarlo. —Dime que pasó — increpo a mi amiga, ignorando a Alex. Ella arruga el entrecejo. —¿De qué hablas? —De mi madre y Luc. Se pone pálida cuando me escucha. Se supone que es mi amiga, ¿por qué no lo mencionó cuando llegué? Ella más que nadie sabe lo que siento por él. —Claire… —Solo dilo — insisto, molesta. —¿De qué hablan? — pregunta Alex, confundido. Lo miro un corto momento y luego observo a Sabrina. —¿Él lo sabe? — cuestiono, dispuesta a enojarme incluso con mi amigo de infancia. Ella sacude la cabeza. —Cálmate y te lo cuento
Despierto sobresaltada y me incorporo en la cama desorientada, mientras me quito el pelo de la cara. Estoy jadeando por la falta de aire y me llevo una mano al pecho, mientras mi corazón galopa furioso. Sollozo con violencia y apenas puedo respirar debido a las lágrimas y el llanto desgarrador que me atenaza. Duele. ¡Mierda!, esto duele demasiado. Lloro a lágrima viva, mientras aprieto la mano contra mi pecho. Todo se vuelve a apretar, se estruja, se atenaza y se desgarra. Es como si alguien estuviera apuñalando mi pecho, múltiples veces y con mucha fuerza. Pero, ¿qué es esto? ¿Por qué duele algo que no es real? ¿Por qué siempre él aparece en mis sueños y por qué cada vez que despierto todo se resume en aflicción? Atraigo mis piernas a mi cuerpo y escondo mi rostro entre mis rodillas, intentando amortiguar mi tristeza. Lloro lo que me parece una eternidad y descargo a sollozo vivo lo abrumada que me siento. Esto no está bien. Nada de este dolor está bien. Parece eterno en mi inte
—¿Era impotente o algo así? — intenta bromear bajito, cuando se da cuenta que no sigo hablando. Empujo mi hombro contra él y blanqueo los ojos. Solo él es capaz de robarme una sonrisa en momentos tan tensos. —No seas idiota, era mucho más grave que eso… — le lanzo una mirada de fingido fastidio. —¿Más? — simula asombro, alzando ambas cejas. Está reprimiendo una sonrisa burlona, lo sé por cómo le tiemblan la comisura de los labios. Hago un mohín y me vuelvo a recargar en él. —Aquella desafortunada tarde, donde Lady Lovelace fue liberada, su madre la llevó a encontrarse al pueblo con la peor de sus pesadillas… — trago con fuerza, cuando las lágrimas llenan mis ojos. Es solo una historia antigua y aún así toca mi fibra sensible —, Luc, ella murió esa tarde de un corazón roto, con la imagen del hombre que amaba desposando a otra mujer y con la última rosa presionada tan fuerte contra su pecho, que las espina la hicieron sangrar tanto como su destrozado corazón lo hacía. —Vaya