21.2

Ella se acerca hasta la ventana y yo aflojo las manos, demasiado asombrada para resistir que ella vuelve a abrir la puerta corrediza.

—¿Qué haces aquí? — musito.

Natalia sonríe con orgullo, tanto que arquea una ceja y me observa con un poco de arrogancia.

—A diferencia del resto, pienso y luego actúo — se encoge de hombros —. ¿Sabes que tienes a tres idiotas y tu padre, buscándote como si no hubiera un mañana?

Escucharla, en lugar de aliviarme, me alerta. Si ella sabe que estoy aquí, bastará un instante para que ellos me encuentren. Y realmente no estoy en condiciones para verlos ahora.

—Tranquila — dice suavemente, al interpretar bien mi pánico. Esboza una sonrisa pequeña y me mira con afecto —. Ellos no saben que vine. Ahora deben estar revoloteando de ida y vuelta en otro lado…

—¿Qué?

Cada vez estoy más confundida, pero tal vez se deba a que tengo la mente atiborrada de cosas que me cuesta procesar todo.

—Digamos que, mientras hacían un elaborado plan de rescate para buscarte,
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