9.4

—¿Era impotente o algo así? — intenta bromear bajito, cuando se da cuenta que no sigo hablando.

Empujo mi hombro contra él y blanqueo los ojos. Solo él es capaz de robarme una sonrisa en momentos tan tensos.

—No seas idiota, era mucho más grave que eso… — le lanzo una mirada de fingido fastidio.

—¿Más? — simula asombro, alzando ambas cejas.

Está reprimiendo una sonrisa burlona, lo sé por cómo le tiemblan la comisura de los labios.

Hago un mohín y me vuelvo a recargar en él.

—Aquella desafortunada tarde, donde Lady Lovelace fue liberada, su madre la llevó a encontrarse al pueblo con la peor de sus pesadillas… — trago con fuerza, cuando las lágrimas llenan mis ojos. Es solo una historia antigua y aún así toca mi fibra sensible —, Luc, ella murió esa tarde de un corazón roto, con la imagen del hombre que amaba desposando a otra mujer y con la última rosa presionada tan fuerte contra su pecho, que las espina la hicieron sangrar tanto como su destrozado corazón lo hacía.

—Vaya
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