Antes de que me dé la oportunidad de responder, mi madre acaba la llamada. Dejo caer el móvil sobre la mesa, sintiéndome derrotada. Las lágrimas de rabia pican tras mis párpados y tengo que tomar una gran respiración, para no echarme a llorar. No la necesito en mi vida. He estado bien sin ella desde que dejó de intentar moldearme a su imagen y semejanza. Desde que logré huir de su poder absurdo. Pero, aún así, sigue siendo mi madre y, por mucho que lo odie, sigue afectándome de alguna forma. Alguien toca a mi puerta y pocos segundos después se abre y la cabeza de Lisa se asoma. —¿Pasa algo? — pregunto despacio. Ella sonríe débilmente y termina de abrir toda la puerta, dejando a la vista a Luc sonriente y encantador que carga con una caja rosa en una mano y una mochila negra sobre el hombro. Me aparto del borde del escritorio donde estaba afirmada y lo miro atolondrada mientras entra. —¿Qué haces aquí? — pregunto asombrada. Lo vi esta mañana, cuando me vino a dejar a la boutiqu
Está petrificado frente a mí, con las pupilas ligeramente dilatadas y la mandíbula tensa. Ladeo el rostro y aleteo las pestañas lentamente con inocencia, ocultando mi diversión creciente. Ojalá tomara la iniciativa y me besara como anhelo. Que me tome como le dé la gana, mientras pueda tener su boca sobre la mía y el calor de su cuerpo explorando contra mí. Hago un mohín y recuerdo lo que dejó sobre la silla. —¿Qué hay en la mochila? — pregunto, señalando ligeramente con el mentón. Estudia mis ojos, antes de erguirse, separándose de golpe de mí y mostrándome toda su altura. Maldita sea, se ve delicioso con esa camiseta azul oscura, chaqueta de cuero que hace que su pecho se vea amplio y esos pantalones ajustados oscuros que se adaptan a su culo perfecto cuando me da la espalda un segundo y alcanza el bolso. —Para ti — dice, con voz ronca. Carraspea, limpiando su garganta y me mira con seriedad. No puedo evitar sonreír, y sin apartar la mirada risueña de él, abro la mochila y hurg
—Es una mala idea. Van a cerrar, no alcanzaremos a ver nada… — repongo, mientras paso las manos por mi cabello enredado. Estoy de pie a su lado, mientras él se quita el casco, yo doy un vistazo receloso al Museo Experimental de Música. Me encanta este lugar, he venido muchas veces con él, pero cierran a las seis en punto y con solo cuarenta y cinco minutos antes del cierre de puertas dudo que podamos disfrutar las tantas magníficas exhibiciones de este lugar. No es una cita de juegos muy agradable cuando se trata de andar apresurados. —Lo haremos, veremos algunas cosas y cumplirás tu parte del trato. Ahora, date la vuelta un segundo — lo miro suspicaz y él hace su dedo índice girar en señal para que lo haga —. Entre más demores, peor será. Déjate llevar. Suspiro y le lanzo un mirada cortante antes de darle la espalda. No sé si será peor, pero me siento bastante aprensiva al hecho que la ruleta señalara este lugar como primer encuentro y, sin saberlo, también arrojara un reto
¿Es que estoy puede estar más en mi contra? ¿Quién me mandó a meterme en este lío?—¿Perdón? — dicen ellos a la vez.—Que genial canción — respondo, volviendo a sonreír —. Me la sé. Puedo interpretarla, si estás bien con ello. ¿Es especial para ustedes? Intentando convencerme de no hacerle caso a mis pies de salir corriendo. Lucky es terriblemente reveladora. Básicamente es entrar al campo de tiro abierto, posando para ser la diana sin ningún tipo de protección. La chica asiente energéticamente. —Fue y es mi mejor amiga, aparte de mi novia. Fue nuestra primera canción también, así que sí, es tremendamente especial — confiesa con algo de timidez. —Eres tan dulce, pichón… — dice el hombre del teléfono, con claro tono burlón. —Soy cursi, vive con ello, entrometido — se ríe divertida. —Entonces, ¿está bien si la canto para ustedes? — inquiero, porque necesito estar segura. ¿Y si la convenzo de utilizar otra canción?—Estoy bien con ello — dice la chica y sonríe animada. Da un paso
Nos detenemos frente a una encantadora casa de dos pisos que tiene un precioso jardín delantero con un camino de piedras que llevan a la entrada iluminado con farolas. Me bajo en completo silencio, mientras Luc apaga el motor y estaciona. Ha sido el viaje más tenso que he tenido. Me quito el casco y lo dejo sobre el asiento y me paso las manos por mi alborotado pelo para mantenerlo en orden. Luc sigue mi ejemplo y desmonta, sacándose el casco. Desvío los ojos de él y observo la casa de encantadora fachada y ventanas amplias que se encuentran iluminadas desde el interior. Ignoro el frío que me estremece y hace que me abrace a mí misma para mantener el poco calor, mientras la brisa azota mi pelo. La noche ha caído completamente y sigue siendo igual de oscura, sobre todo con las pesadas nubes que están sobre nosotros. La gente camina sobre la vereda, parejas, familias, jóvenes entrando y saliendo de los restaurantes y negocios locales que se encuentran cerca. Huelo la especiada y pes
Doy medio paso atrás, tambaleándome, parpadeo innumerables veces mientras lo observo. Una punzada se abre en mi pecho y siento el mismo dolor, luego de cada sueño. Él cierra los ojos y farfulla una maldición por lo bajo, mientras se pasa ambas manos por el rostro y el pelo, para luego darme la espalda. Las lágrimas pican tras mis párpados y siento que el aire me falta. Mi corazón late desenfrenado y herido, mientras mis piernas tambaleantes me apartan de ese tortuoso momento y me llevan hasta la puerta. Quito el seguro y abro, pero no logro salir, su mano se planta sobre la madera, al lado de mi cabeza, y cierra. Posa su otra mano sobre la mía, en el picaporte, y su pecho se clava en mi espalda, presionando ligeramente contra la superficie. Mi frente queda apoyada sobre la madera, mis ojos arden, mis piernas tiemblan y cada respiración es agitada y trémula. Miro al vacío. Me estoy ahogando. Me falta el aliento y cada latido en mi pecho duele como el infierno. El nudo se acrecient
Cuando bajo del taxi frente a la casa de mi hermano, una hora después, Natalia sale a recibirme con una sonrisa amable, antes de pagar la carrera y tirar de mi brazo hasta el interior de su preciosa casa de condominio. Huele a comida casera y se escucha la preciosa voz de Ella Fitzgerald a través de los altavoces, a un volumen moderado. Llegué aquí solo por inercia y, tal vez, un poco consciente de que para entrar a mi apartamento necesitaría llaves, que no tengo ahora conmigo. Solo traigo mi móvil encima y nada más que eso. Mi bolso lo tiene Luc en el compartimiento de su moto. Mi propia tristeza no me permitió ir tras él para pedirlo de vuelta. Me hubiera puesto a llorar frente a él. Bastante difícil fue salir de esa casa bajo la atenta y entristecida mirada de Juliette y Julián quienes, incluso sin conocerme - y tras nuestro escandaloso primer encuentro -, se ofrecieron llevarme de vuelta a casa. Cuando me negué y salí al fin a la noche oscura, pesada y fría, solo se me ocurrió l
Carter detiene el tenedor a medio camino y me mira. —La saqué rápido de allí. Quería que tuviera una cita con su hijo — blanqueo los ojos —. Bastante ridículo, ¿cierto?Deja los cubiertos despacios y se limpia la boca con la servilleta de tela. Toma su copa y da un largo sorbo, totalmente absorto en sus pensamientos. Frunzo el ceño. Estaba esperando una risotada o que gruñera que Audrey debía mantenerse alejada de mi vida, no este silencio. Miro a Natalia de soslayo y ella se encoge de hombros, tan curiosa como yo por su reacción atípica. —Era Georgia Moone, ¿verdad? — murmura, con seriedad. Ensancho los ojos y me yergo.—¿Cómo lo sabes? Suspira, pasando una mano por su cabello de ondas doradas. —Audrey me habló de ella hace unos días. En realidad no pensé que realmente lo haría y que solo intentaba fastidiarme con el hecho de lo orgullosa que estaba de que su hija pronto se casaría con un acaudalado tipo — hace una pausa y arruga la frente —. Mencionó a los Moone como lo mejor p